Las paredes eran
blancas al igual que el resto de los muebles. El único color de aquel lugar era
un ramo de rosas rojas que descasaban en un jarrón. A fuera llovía. Una mujer
descansaba en la cama mirando hacía esa misma ventana.
-
Catherine deberías descansar – le dijo un hombre
de cabellos castaños y ojos azules como mares.
-
No puedo, quiero salir pronto – dijo la mujer
con voz cansada.
-
Pero si no descansas no te podré dar el alta –
le dijo el hombre con una cariñosa sonrisa.
-
Ya, gracias doctor – dijo la mujer con tono de
burla – Pero he tenido un mal presentimiento, quiero estar en casa.
El hombre se apartó con
una mano la bata blanca y sentó en la cama al lado de la mujer de cabellos
castaños. Aun seguía pálida pero desde ayer se le veía un leve rubor de emoción
en las mejillas.
-
Prometo que pronto volveremos a casa, muy pronto
– le dijo el hombre, luego la beso en la frente.
Era hora de cenar, pero
no tenía hambre. Tenía que hacer la tarea, pero no tenía ganas. Tendría que ser
más fuerte, pero no tenía fuerzas. Tendría que llorar, pero no tenía lagrimas.
Ya no me quedaban. Justo después de llegar a casa subí a mi cuarto sin decir
una palabra en todo el trayecto. A pesar de que estaba muerta de miedo por todo
no pude llorar. Jack no me preguntó nada, me miró de soslayo pero no dijo absolutamente
nada. Mikel se había dormido mientras esperábamos. Y James..., James no sabía
que hacer conmigo. Se lo vi en sus ojos. Quería ayudarme como fuera, pero
ninguna palabra llegaba a mi corazón.
Me estiré en la cama
mirando al techo. E hice una lista de todo lo que me iba mal:
Primero: Raquel se
marchaba, me dejaba sola y no me había contado nada.
Segundo: Mi madre
estaba lejos y algo le pasaba, y lo peor es que no sabía cual era la causa.
Tercero: Mikel podría
ser mi hermano. Vale, eso no es que fuera algo malo, pero a sido muy
inesperado.
Cuarto: Derek, a pesar
de parecer una persona muy alegre, se consumía en la tristeza y la soledad. Ese
abrazó me lo dijo a gritos. Sé que quería ver a Megan y recuperar a su primo.
Pero se me había escapado todo de las manos y yo no sabía que hacer para
ayudar.
Y por último, pero no
por eso menos importante...
Quinto: Jack no me
hablaba, es más, tan siquiera me miraba. Eso me dolía que cualquier otra cosa.
Era como una estaca en el corazón.
Una lagrima se asomo y
se deslizo solitaria por mi cara... Tenía delito el asunto. No lloraba porque
mi padre no fuera mi padre, ni porque mi amiga se marchara sino por Jack.
¿Podía ser que me hubiera enamorado de él? Nada más pensarlo mi corazón se me
aceleró. Negué con la cabeza como no queriendo aceptar algo que era tan obvio.
El amor no era lo más importante ahora. Ahora lo que tenía vital importancia en
mi vida eran las respuestas, y estas escaseaban.
A la mañana siguiente
el camino al instituto fue silencioso. Ninguno de los dos hablamos. El no me
había vuelto a hablar desde ayer y yo no había abierto boca desde la comisaría.
No conteste ni cuando Mikel me pregunto si hoy jugaríamos. No tenía fuerzas
para nada. Mi mundo estaba colgando de un hilo. Tenía a personas a mi alrededor,
por supuesto. James me había tratado mejor que nunca en el desayuno y Mikel no
paró de hacer tonterías para hacerme reír pero yo no salía de mi voto de
silencio. A la entrada del instituto nos esperaba Derek. Jack pasó de largo,
aceleró el paso y me dejo atrás.
-
¿Sigue enfadado? – me pregunto Derek bastante
alegre para como acabamos ayer.
Yo le respondí con un
encogimiento de hombros. Él me miró extrañado.
-
¿Te pasa algo? – me dijo algo preocupado.
Le miré a los ojos. No
le dije nada. Pero el supo adivinar que así era.
-
Bueno, cuando quieras hablarlo siempre podemos
quedar después de clase para otro rato de confesiones – me dijo guiñándome un
ojo color esmeralda.
Fuimos juntos hasta
dentro. Luego cada uno se fue a su clase. Me senté en mi sitio, sin mirar a
ningún lado. Concentrada en mis pensamientos. Ni siquiera me di cuenta que
Raquel estaba en su sitio mirándome.
-
¿Samy? – me dijo un poco tímida.
Pegué un salto en mi
asiento al escuchar su voz. La miré. En su mirada atisbe a ver un alo de culpabilidad.
-
Siento que te hayas tenido que enterar por
terceros, no sabía como decírtelo... – su mirada se entristeció – A mi padre le
han ofrecido un empleo en otra ciudad y nos marchamos todos – al ver que yo no
contestaba continuó – Pero por favor, no te enfades conmigo Samy...
Yo aparte la mirada.
Pero no por ignorarla, sino para que no viera como mis ojos se inundaban de
lagrimas.
-
No te esfuerces Raquel – le dijo Jack con un
tono ausente – No te va a contestar, no ha abierta la boca desde ayer por la tarde.
Noté la mirada de
Raquel. Me pedía que la mirara. Pero yo no tenía fuerzas. El Señor me dio un
respiro y el profesor empezó la clase haciendo que todos nos calláramos.
-
¡Samy! – dijo Derek mientras entraba en nuestra
clase - ¿Vamos a almorzar juntos? – dijo con una encantadora sonrisa.
Asentí con fuerza. No
quería despedidas, no quería reproches, solo quería paz. Y sabía que Derek me
la iba a otorgar. Jack y Raquel se nos quedaron mirando desconfiados. Pero
tanto al uno como al otro nos dio igual.
Fuimos a la terraza. El
sol resplandecía y daba a mi cuerpo el calor que necesitaba. Nos sentamos en el
suelo.
-
¿Es la hora de las confesiones? – me dijo
divertido.
Yo le miré con una
sonrisa y negué. No, aun no estaba preparada para eso. Pero quizás si para
otras cosas.
-
Derek... – mi voz sonó rasposa.
-
¡Vaya! Tu preciosa voz tiene fallos técnicos – y
soltó una carcajada. Yo no pude evitar unirme a él ante tal contagie de risas.
Carraspeé para intentar
solucionarlo.
-
Derek, tengo una idea para que vuelvas a ver a
Megan – le dije mirándole a los ojos con una sonrisa triunfante.
-
¿Qué? Es imposible Samy – dijo girándome la cara
– No se ni si quiera ni como empezar y tu que no la conoces menos.
-
Pero, ¿y si pidiésemos ayuda a un abogado?
Volvió a reírse.
-
¿Y como piensas pagarlo encanto? – me dijo con
la risa en su voz.
-
Es gratis – le dije sin dejarme vencer.
-
Es no es posible, baja de las estrellas, esto es
la realidad Samy- me dijo burlándose.
-
Te olvidas de algo Derek, encanto – dije
imitándole – Tu padre es abogado.
Se puso serio de golpe.
-
Mi padre no me ayudaría – dejo escapar un
suspiro – No fue mi padre en funciones, ¿por qué iba a ser ahora mi abogado?
-
Porque yo se lo voy a pedir – con una mano le
levante la cara para que me mirara directamente a los ojos – Nunca es tarde
para forjar aunque sea una amistad.
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