12 marzo 2012

Capitulo 8 "Amar al destino"


El alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada.
Gustavo Adolfo Bécquer

El primer beso no se da con la boca, sino con la mirada.
Tristan Bernard

La belleza no mira, sólo es mirada.
Albert Einstein

Las palabras están llenas de falsedad o de arte; la mirada es el lenguaje del corazón.
William Shakespeare

Cada vez que te miro ¿no te sientes ausente? Si tu mirada queda en la mía y tu cuerpo, en mi mente.
Anónimo




Año 2002

Metí el último vestido que quedaba en mi armario en la maleta nueva que me había comprado ayer con Max. Me daba pena dejar esta casa, donde había crecido y madurado, a pesar de haber pasado varios años en un internado. Pero hoy, día en el que cumplía dieciocho años, me despedía de esta vida y me iba  a vivir la mía propia, bajo mis normas y en libertad.

-          ¿Te queda mucho Holly? – me dijo Max desde el umbral de la puerta de mi habitación.

-          No, solo tengo que coger una cosa más y ya estaré lista. Tu ve calentando motores – nos sonreímos y cerró la puerta.

La verdad es que tampoco me atrevía a irme sola, menos mal que Max se venía conmigo. Aunque el ambiente en aquella casa parecía haber cambiado tras la muerte de mi abuela seguía sin poder ver a Rosemary. Y no será porque ella no me tratase bien. Es más, me trataba mejor a que a nadie, pero sentía un resentimiento férreo hacia ella. Sentía que de su cuerpo emanaban unas vibraciones extrañas, malignas.

La magia se había convertido en algo muy habitual en mi vida. Cada día me sorprendía descubriendo algún poder nuevo. A veces incluso me asustaba. Como el día que estábamos de excursión en la nieve y desee tener algo caliente entre mis manos y surgió una llama. Me alarme y miré a ambos lados nerviosa por si alguien lo había visto, pero la única persona que se dio cuenta fue Blair. Y no por ser una persona muy observadora, que lo era, sino porque las brujas, o eso me había explicado ella, podemos sentir el poder de otra cuando lo esta usando. Incluso sin utilizarlo podemos percibir una aura especial emanando de aquella persona.

Para el caso, y como iba recapitulando, había descubierto nuevos poderes. Con el fuego me di cuenta que cualquier cosa que deseara y que no fuese extremadamente difícil podía materializarla. Se me olvida el estuche en el cuarto y no puedo salir del edificio donde están las clases, pues cierro los ojos y pienso en mi estuche, donde esta y como es. En pocos segundos lo tengo entre mis manos. Y no es una copia, es el original. Pues luego cuando volvíamos a nuestras habitaciones mi estuche no estaba. Este poder también podía servir para más cosas. La idea no fue mía, fue de Blair. El caso es que pensando se dio cuenta que si con pensar en algo era capaz de “tele transpórtalo” donde yo estaba quizás podía hacer lo mismo con las personas. Pero no lo habíamos puesto en práctica. Ni había surgido la oportunidad ni yo misma me sentía capaz para algo así. El poder requerido para un acto así podría llegar a ser mortal, no es lo mismo que un objeto pequeño. Y quizás era más mortal para la otra persona que para mi, porque... ¿imagina que me equivoco o no lo hago bien y en vez de materializarlo entero solo consigo una parte del cuerpo? Un escalofrió recorrió todo mi cuerpo, mejor no pensar en algo así.

Cerré la maleta. Max estaría harto de esperarme y yo aun tenía que coger un par de cosas. Me fui hacía la mesita de noche de al lado de mi cama. Abrí el primer cajón. En el había dos objetos. El collar que me regalo mi abuela y una foto de mi madre y mía. Podían quitarme todo, pero esos dos objetos se había convertido en parte de mi. Eran otra extremidad de mi cuerpo. Viajara a donde viajara me los llevaba. Sentía que estaban conmigo, compartiendo mí día a día y eso me llenaba de paz. Cerré los ojos al pensar en una persona que hacía tiempo que no veía. Jane..., mi tía, ¿dónde estaría? Tras aquella noche, la noche de mi cumpleaños, se mostró distante y fría. Su mirada era fría como el hielo. Y lo más extraño de todo es que a la única persona que le dedico algunas palabras cariñosas fue a Tomas. Yo no sé como estaban los demás, pero por lo que fui yo me quede anonadada. Max en cambió sonreía satisfecho.

Se escuchó el claxon de un coche. Me puse el collar y metí la foto de mi madre en el bolsillo trasero de mi pantalón vaquero. Me eche un ultimo vistazo en el espejo y verifiqué que la camiseta de tirantes morada estuviese bien puesta y no echa jirones como siempre. Luego cogí las maletas al vuelo y salí de mi habitación. Bajé las escaleras a prisa. Tuve una sensación de dejavu pero no conseguí recordar nada al respecto. En la puerta estaba Rosemary que me miraba con una sonrisa triste.

-          Me voy – dije seca – Dile a mi padre que ya le llamaré cuando me instale en algún lugar.

-          Esta bien Holly, cuídate por favor – iba a cruzar el umbral de la puerta cuando añadió algo más – Holly, no olvides que esta siempre será tu casa, que siempre nos tendrás aquí para lo que necesites.

La miré a los ojos, a esos ojos inyectados en sangre que más que dar miedo, como antes, parecían dos caramelos de fresa. Dulces pero tristes por la situación. ¿Por qué la intrusa iba a estar triste de que me fuera? El claxon del coche de Max volvió a sonar haciéndome olvidar cualquier hilo de pensamiento anterior.

-          Adiós – dije.

Metí todas mis cosas en el maletero. Miré la gran casa que dejaba atrás y dije adiós con la mano a Tia que nos observaba desde la ventana con la barbilla temblándole. Echaría de menos sus platos, nadie cocinaba mejor que Tia. Ella siempre se encargaba de que mis platos favoritos estuvieran perfectos. Le dediqué una sonrisa y me senté en el lugar del copiloto.

-          ¡Ya era hora! Creía que me ibas ha tener esperando hasta el anochecer – se quejó Max mientras ponía el motor en marcha.

-          ¡Ay! Lo siento, es que me entretuve – dije mientras me ponía el cinturón de seguridad – Bien – dije cuando ya estaba cómoda - ¿Cuál es nuestro destino?

-          El que tu quieras hermanita, tu eliges – y nos sonreímos mutuamente, nerviosos y ansiosos por nuestra nueva aventura.





-          Jer espérame tío, que no vas solo – me dijo Jonas.

-          Nadie te ha dicho que vinieras conmigo, puedo apañármelas solito – le espeté sin aminorar el paso.

Había notado la presencia de Allen muy cerca de aquí y por nada del mundo iba a parar. Allen es un vampiro, el que mató a mis padres y seguramente también a mi hermano. No me quedaría satisfecho hasta que le hiciese pagar por ello. Su sangre por la de mi familia. Entré en un callejón oscuro pero lo veía todo con total claridad. Hoy era una noche sin luna. Lo cual me favorecía. La gente pensaba que los licántropos éramos iguales que los hombres lobo, pero se equivocan. La luna nos hace demasiado visibles, la oscuridad nos da la oportunidad de atacar a nuestra presa, a los chupasangres, desprevenida. Teníamos una buena visión nocturna, éramos capaces de distinguir cualquier cosa. Por eso, las noches sin luna, eran nuestras favoritas.

Me paré en seco cuando estaba en mitad del callejón. La imagen no era un consuelo. Al fondo había dos containeres llenos a rebosar de basura y comida podrida del restaurante de al lado. Las ratas se estaban dando un festín. Las paredes estaban mohosas por culpa de la humedad y si no ibas con cuidado te podía encontrar con alguna jeringuilla de algún drogata. No se que veía la gente de hoy en día en la droga, ¿tanto les gustaba contaminar su cuerpo?

Al lado de uno de los containeres atisbe a ver un cuerpo. Me acerqué con cuidado.  Podía ser una trampa. Era una chica, de unos dieciocho años aproximadamente. Le tome el pulso pero era demasiado tarde. Su corazón había dejado de latir hace mucho tiempo. Me separé de ella unos pasos y me la quede mirando a la espera.

-          ¿Sabes que no cuela no? No nací ayer chupasangre asquerosa – sentí que Jonas se ponía en guardia, dispuesto a transformarse en cualquier momento.

Una vampiresa contra dos licántropos. No era nada. Incluso Jonas solo podía con ella con los ojos cerrados. Mi amigo gruño cuando la vampiresa sonrió aun con los ojos cerrados. Jonas era un chico alto, de ojos azules y pelo negro bastante largo. Solía llevar una barba de unos cuantos días, que según él atraía a las nenas. Era fuerte pero no se le notaba. No marcaba músculo en forma humana pero yo bien sabia que en licántropo sus garras podían sacarte el corazón sin esfuerzo, sobretodo si se le cabreaba. Normalmente era una persona pacifica y positiva, iba haciendo bromas con todo el mundo, pero cuando le tocaba la vena sensible se mostraba frío y sin escrúpulos. La última vez que le intenté parar me llevé algún que otro recuerdo. Como la señal de unas garras en mi espalda. Aunque no era nada, la herida fue profunda pero una vez conseguí volver a ser humano la herida no tardó más de un día en sanar. Aunque las cicatrices tardarían una vida más en desaparecer.

-          Vaya, veo que no sois estúpidos – dijo la chica con voz melosa a la vez que se levantaba de un ligero salto – Pero creo que yo soy más lista – dijo mientras ponía su frío dedo en mi pecho, alzo su mirada grisácea y tan fría como el resto de sus órganos – Allen quiere verte, tiene una sorpresa para ti.

-          Pues dile que se guarde sus sorpresas para cuando tenga los cojones de venir a decírmelo él mismo – le sonreí feroz – ¿Tienes algún recado más?

-          Sí – y mientras sonreía dejó ver sus blancos colmillos – Mataros.

Se abalanzó hacia nosotros al momento pero para cuando ella se dio cuenta ya no estábamos allí, habíamos dado un paso al lado dejando que se comiera el suelo con su blanquecina dentadura. Decepcionante por parte de Allen mandarnos a una criatura tan inexperta. Seguramente la pobre chica le habría cabreado, o simplemente se había cansado de ella y la había mandado a nosotros para garantizarle una muerte segura. Pero pensándolo bien...

-          ¿Sabes que Jonas? – mi amigo me miró – Dejo que te ocupes de ella. Yo paso de perder el tiempo – y me giré dando media vuelta para salir a luz de las farolas.

-          ¡No! – la vampiresa se acercó a mi rápida como el viento, pero se topo con un lobo de color negro y azulada mirada – No podrás conmigo.

-          No lo jures – dije antes de salir de sus vistas.

Me mezclé entre la gente intentando olvidar mi frustración al no poder saciar mi sed de venganza. A pesar de ser tarde y de noche había bastante gente en la calle. Era una noche calurosa y era comprensible que prefiriesen estar en la calle que en casa sudando a mares. Me pare frente a un escaparate de televisores. Tenían puesto las noticias. A las fueras de la ciudad habían encontrado una serie de cadáveres con marcas en el cuello. Su cuerpo estaba vacío de sangre. No eran muy listos estos chupasangres. Que la gente no sepa de su existencia no significaba que podían hacer tal cosa. Estaba seguro que quien fuese que lo hubiese hecho recibiría una buena paliza.

-          ¡Mira eso! – escuché decir - ¡Y eso! ¡Que pasada! – Uy si, vamos, la ciudad era una pasada. Turistas, seguro.

-          Holly tranquilízate – dijo una voz de chico – Tenemos que encontrar algún lugar para dormir, ¿o es que piensas dormir en la calle?

La chica rió. Me giré a mirar la escena pero me arrepentí en el mismo momento que lo hice. Los ojos violetas de aquella chica me atraparon. ¿Podía ser que fuera...? Siguieron su camino y sin poder evitarlo les seguí. No había ninguna duda. La chica era la misma que me volvió loco hace unos años. ¿Cuánto habrían pasado? ¿Dos? ¿Tres? ¡Que importaba! El caso es que ella era lo que había pensado que siempre sería. Una chica atractiva. Tenía el pelo más largo, le llegaba a la cintura, ondulado y brillante. Tras de si dejaba un aroma dulce que me mareó. El chico giró la cabeza y clavó su mirada en mi.

-          Holly, creo que nos siguen – le susurró el chaval.

Holly no le hizo caso, o eso me pareció. Siguió caminando al mismo paso. Sabía que tenía que parar. Pero mis piernas iban solas. Algo me atraía hacia ella, pero no sabía el que. ¿Me estaría volviendo loco? Me agarré con fuerza a una farola intentando pararme a mi mismo pero siguiendo con la mirada la silueta de aquella chica que se iba alejando cada vez más.

-          Ya no nos sigue – dijo el chico con voz relajada. No sabía que todavía podía escucharle.

-          Te escandalizas con nada Max, no nos iba a hacer nada – le contestó ella.

-          ¿Y como puedes estar tan segura? – ella no le contestó – Ya veo, entonces vayamos de una puñetera vez a buscar algún lugar para dormir, estoy muerto de cansancio – se callo unos segundos – Ja Ja, muy graciosa.




Era él, estaba segura. Aquella aura cálida no podía ser de nadie más. Era de aquel hombre que me ayudó cuando Tomas se intentó propasar.

-          Ya no nos sigue – me dijo Max dejando atrás el nerviosismo.

-          Te escandalizas con nada Max, no nos iba a hacer nada.

-          ¿Y como puedes estar tan segura?

Por el simple hecho que él un día me libró de tu hermano. Tomas intentó besarme y le echó. Además, si quisiera hacernos algo no podría, estamos rodeados de gente so cazurro.

-          Ya veo, entonces vayamos de una puñetera vez a buscar algún lugar para dormir, estoy muerto de cansancio.

Ni que fuera un zombi.

-          Ja ja, muy graciosa.

Es broma hermanito. Y ahora, deja mi mente tranquila. Desde que había descubierto que Max podía leer las mentes me sentía un poco intranquila. ¿Cuánto sabría de mis cosas?

2 comentarios:

  1. Wiiii ya va avanzando la historia :) Ahora independiente podrá hacer miles de cosas :D

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    1. Si, y podrán ocurrir más cosas sin la vigilancia constante y la prohibición de su padre :D

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