-
Vamos Saaaaam, o no llegaremos nunca – me dijo
Mikel tirando de mi mano mientras yo bostezaba.
No había dormido apenas
aquella noche. Estaba preocupada por mi madre, no podía evitarlo. Como tampoco
podía evitar mirar de reojo a aquel chico que caminaba enérgico con una
camiseta de tirantes blanca pantalones hasta la rodillas negros y una gorra de
ambos colores. Estaba guapísimo. La camiseta dejaba imaginar unos abdominales
bien formados y los pantalones... Desde atrás la vistas eran inmejorables.
James con una chándal bastante ordinario caminaba detrás de nosotros con una
sonrisa.
-
Venga patosilla – grito Jack sonriente.
-
¿Cómo que patosilla? – le dije indignada y me
fui hacia él – Te vas a enterar de lo que has ...
Acto seguido me
encontraba en el suelo, menos mal que paré el golpe con la mano que sino caía
de boca.
-
Lo sabía – dijo Jack mientras me cogía del brazo
y me ayudaba a levantarme.
Nuestras miradas
quedaron fijas una en la otra. Mi corazón dio un salto dentro de mi pecho. Me
sumergí en el cristalino color de sus ojos olvidándome de donde estábamos. El
tiempo pareció detenerse. Caí de pies a tierra cuando Mikel volvió a tirar de
mi. Otra vez esa extraña sensación. Mientras caminábamos mi mente voló dentro
de aquellos ojos. Buscando una respuesta a lo que dentro de mi se desataba.
-
¡Ya hemos llegado! – grito Mikel llenó de
alegría.
Delante de nosotros
había un gran prado lleno de amapolas. Mariposas volaban de flor en flor. Daban
ganas de estirarse en ese mar rojo y dejarse llevar a un lugar donde no
hubieran preocupaciones, donde todo estuviera claro, donde nada me volviera a
hacer daño.
-
¿Te gusta? – me pregunto James.
-
Es precioso – le dije con una gran sonrisa.
Nos sentamos a
almorzar. La brisa era fresca a pesar de que estábamos a punto de alcanzar el
verano. Mikel se quedó dormido en mi rodillas y James fue a hablar por móvil,
un abogado no descansaba ni en domingo. Jack y yo nos quedamos observando aquel
prado.
-
¿Cuándo descubristeis este sitio? – le pregunte
maravillada con el paisaje.
-
Mi padres me llevaban aquí cada vez se
aproximaba el verano, como si fuera un ritual. Ellos ya conocían este sitio
antes de que yo naciera – dije con un alo triste en la voz.
Nunca había mencionado
a sus padres. Ni yo tampoco había caído que vivían con su tío y no con sus
padres. Me dio cosa preguntar siempre donde se encontraban. Nadie decía nada,
por eso yo no preguntaba.
Jack me miro fijamente,
como tantas otras veces, pero esta vez tenía algo diferente, no sabía explicar
porque pero el caso es que mi corazón se me aceleró. Jack se acercó más a mi.
Su cara estaba a apenas a unos centímetros de la mía. Noté como contenía la
respiración. Vi como sus labios se me aproximaban.
No hay comentarios:
Publicar un comentario