05 marzo 2012

Capitulo 7 "Amar al destino"


Las pesadillas nos han fascinado durante siglos porque son aterradoras, primitivas y disímiles de la experiencia de la vigilia. A menudo nos resultan extrañas, pero también obviamente nuestras, como si hubiéramos alumbrado un monstruo. Como son tan intensas y “diferentes”, comprender las pesadillas, y cuando y por qué ocurren, puede enseñarnos mucho de la mente humana. Las pesadillas son como una fisura en la tierra, un desfiladero que nos permite examinar los estratos o capas que quedan expuestos.






Muchísimos años atrás

La mañana era clara y tranquila. Los pájaros volaban en parejas buscando pequeña ramitas para hacer los nidos donde pronto nacerían pequeños pajaritos y los días se volverían más alegres con sus cantos. Un niño de pelo oscuro correteaba por un gran campo de maíz detrás de un pequeño animal.

-          Hijo, deja a tu hermano tranquilo – gritaron desde una casita pequeña y modesta a lo alto de la colina.

-          Solo estamos jugando mama – le contesto el niño con una sonrisa reluciente y con las mejillas sonrosadas de tanto correr.

Un poco más tarde, la mujer llamo a sus dos hijos a comer. El pequeño que antes correteaba se sentó a la mesa y empezó a comerse su chuletón con gran entusiasmo. Le encantaba los chuletones que cocinaba su madre, sin ningún condimento especial, fritos a la parrilla en su propio jugo. El pequeño animal, que antes era perseguido, era un pequeño lobo.

-          Toma hijo – dijo la mujer dejándole un plato en el suelo – Espero que pronto domines la transformación y así podamos comer todos en la mesa como una familia – añadió mientras le rascaba detrás de una oreja.

El lobito la miro con una sonrisa lobuna, con la lengua a un lado dándole un aspecto gracioso. Sus ojos color esmeralda brillaban felices. Le dio un mordisco al chuletón troceado de su plato. A él también le gustaría poder dominar pronto la transformación. Así su hermano pequeño dejaría de jugar con él como si fuera un animal de compañía.

La puerta se abrió y entro un hombre alto de anchos hombros y de gran musculatura. Sonreía satisfecho. Hoy había sido un gran día de caza y traía suficiente reservas para su familia para que comieran durante un mes. Le dio un cariñoso beso en los labios a su esposa y se sentó a la mesa junto a su hijo pequeño.

-          ¿Has jugado mucho hoy? – le preguntó con una gran sonrisa en el rostro.

-          Sí, Jer y yo hemos jugado toda la mañana, ¿a que sí Jer?

El pequeño lobo alzo la mirada y puso los ojos en blanco. Su padre rió ruidosamente. Estaba encantado con la familia que tenía. Su mujer era la más bella y encantadora del condado y le había dado unos hijos de los que había que estar orgulloso.  Y por el contrario que la demás gente de su condado estaba contento con que su hijo pequeño fuera un humano normal. Bueno, era de esperar teniendo una madre humana. Fuera de todas las tradiciones él se había enamorado de una humana. Como licántropo y jefe de la manada tenía que haberse casado con la loba más sana y capacitada para darle buenos cachorros o hijos, pero tras ver su querida Wendolyn podrían haber puesto a la loba que estuviera más en celo y no la había hecho ni caso. Por otro lado estaba tranquilo, pues su hijo mayor era como él. Aunque le preocupaba de cierta manera que todavía no dominase la transformación.

Wendolyn se sentó a la mesa al lado derecho de su esposo mientras le servia su plato de comida. Le encantaba tener a toda su familia a su alrededor. Sus dos hijos eran maravillosos. El mayor Jeremy era la viva imagen de su padre aunque ahora no se pudiese apreciar. Era un niño encantador con el pelo castaño tirando a rojizo, eso es lo único que como licántropo se veía, además de unos ojos verdes brillantes, pero eso también lo había heredado el pequeño. Aunque este tenía el pelo tan oscuro como ella. Lo mejor que le había pasado en la vida había sido enamorarse de John y tener junto a él la familia que tanto había ansiado. 

La familia entera disfrutó de la comida. El padre, cuando terminó de comer, se sentó en su butaca y cerro los ojos. Se sentía cansado. La mujer se dispuso a lavar los platos y salió a fuera para buscar un cubo de agua. El pequeño se sentó en el suelo y se puso a jugar con un muñequito de madera. El lobo se estiró a los pies del padre. De repente afuera se escuchó un ruido. El padre se pusó en guardia ipsofacto y salió a fuera. Era demasiado tarde, su mujer se encontraba en el suelo desangrándose en manos de un asqueroso chupasangre.

-          Jer, protege a tu hermano. Cuando te avise sal por la puerta de atrás y corred hacia al bosque. Esconderos donde podáis, pero que sea bien lejos – dijo su padre con dientes apretados sin dejar de mirar al cuerpo ya sin vida de su mujer.

Jeremy mordió la camiseta sucia de barro de su hermano y tiró de él hacía la puerta de atrás, esperando a la señal de su padre. De afuera se escuchaban los gruñidos guturales de su padre mientras luchaba.

<Papa, yo también puedo luchar, quiero ayudarte>

<No, tu protege a tu hermano, no me desobedezcas. No estas suficientemente entrenado para luchar contra estos... seres>

Esperó varios minutos. Su padre no le daba ninguna señal y afuera se dejó de escuchar cualquier tipo de ruido, hasta los pájaros habían dejado de cantar. El pequeño estaba asustado y se agarraba fuerte a la pelambrera del lobo. Jer se cansó de esperar y desobedeciendo las órdenes de su padre se acercó a la puerta principal con su hermano pisándole la cola y echó un vistazo. De su pecho se escuchó un rugido cuando vió a su madre en el suelo. Escudriño con la mirada pero no había rastro de su padre.

-          ¡Mama! – dijo el pequeño que salió a la carrera hacía el cuerpo de su madre - ¿Qué te pasa? ¡Mami!

Jer se quedó paralizado al comprender que su madre ya nunca volvería a abrazarlo o a leerle cuentos a él y a su hermano Matt. Sus ojos no parecían ver nada, estaban vacíos. Pero su mente buscaba la de su padre, lo necesitaba. Pero solo escuchó el silencio.

-          ¡Aaaah! – gritó el pequeño cuando alguien lo cogió bruscamente. 

-          Ahora eres mío – dijo el hombre de piel pálida y ojos oscuros como la noche.

Jer miraba la escena pero se sentía incapaz de moverse. Tenía que proteger a su hermano, pero no sabía nada de la lucha contra vampiros. Su atención se vio robada cuando se escuchó como cuerpo duro y pesado caía frente a él.

-          Allen, este ya esta liquidado – dijo la voz de otro vampiro – Ha dado mucha guerra pero nada que no hayamos podido solucionar – y rió con maldad.

-          Bien, yo ya tengo el pequeño. Encargaos de encontrar al otro y matadlo – y acto seguido desapareció a gran velocidad entre la espesor del bosque.

Jer, cobarde y asustado, se escondió debajo del cuerpo muerto de su padre rezando a todo dios que no descubrieran su olor bajo el de su padre. Y esperando que la muerte de su hermano no fuera dolorosa. Pasaron horas y los vampiros tras no encontrar nada se fueron pensando que un niño tan pequeño no sobrevivía una noche solo. No lo habían matado ellos, pero la noche ya se encargaría de ello. Jer muerto de miedo no salió de su escondite hasta que la noche dio paso a la luz.

Había sido un cobarde, el más cobarde del mundo. Su padre había dicho que protegiera a su hermano y no lo había hecho. Y ahora se había quedado solo.

-          ¡Pero qué ha pasado aquí! – rugió un hombre mientras corría hacía donde Jer estaba junto a los cuerpos sin vida de sus amados padres.

El pobre lobo avergonzado se hizo un ovillo y gimoteó. El hombre, Mikael, cogió entre sus brazos al lobo.

-          No te preocupes Jer – dijo con voz serena – Esto era inevitable, estaba escrito y ellos lo sabían aunque querían ignorarlo. Yo me ocuparé de ti pequeño. Eres importante para todos, para la manada, eres la llave – dejó escapar un suspiro con tristeza – Pero ahora tenemos que dar paz a tus padres, hay que enterrarlos.

Aquel día, en lo alto de una colina, tres tumbas quedarían para siempre. Una vacía. Jer al lado de Mikael, observo las tumbas con tristeza. Se prometió que nunca más dejaría que alguien querido fuera victima de tal muerte. No lo permitiría, daría su vida a cambio si fuese necesario. 

1 comentario:

  1. Malditos vampiros... antes molabais, por culpa del crepusculo ya no os permito que mateis licantropos.

    pD: Ya sabemos el pasado de Jeremy.

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