Había luces azules y naranjas
parpadeando en una calle de una ciudad. Los vecinos se amontonaban para ver lo
que había ocurrido. Un policía tomaba declaración a una señora con rulos en la
cabeza. Un perro ladraba desde la verja de su casa al ver pasar a un gato
atigrado desafiante. En medio de esa gente me encontraba yo. Envuelta en una
manta y sentada en una camilla, mientras un policía tomaba fotos de mi brazo
con moretones a causa de la fuerza de mi padre. Hacía rato que se lo habían
llevado en un coche patrulla esposado. Yo me encontraba sola. Intentando no
sentir las miradas de pena de mis vecinos. Una lagrima empezó asomarse por mis
ojos. Tenía miedo. No sabía que es lo que iba a ocurrir a continuación. No
sabía a quien acudir. Me había olvidado de memorizar el numero de Jack, además,
mi móvil se encontraba dentro de mi casa a la cual no me dejaban acceder.
-
¿Seguro que se encuentra bien señorita? – me
pregunto otra vez el abogado, que estaba enfrente de mi sin quitarme ojo.
-
Seguro señor – le dije cansada.
Al pobre le
sangraba la nariz. Mi padre le había echado a perder el traje que llevaba. Parecía
caro. ¿Mi madre podía permitirse un abogado así?
-
¡Sam! – grito alguien.
Alce la mirada y
entre la multitud se encontraba Jack. Alzando su mano para que yo pudiera
verle. Le sonreí y rompí en llanto.
-
¡Señorito McGregor! ¿Qué hace usted aquí? – dijo
el abogado.
¿Conocía a Jack? El
abogado se acerco a donde este se encontraba, le saludo, hablo con el
rápidamente y le hico entrar. Jack vino hacia mi. Estaba sudando.
-
¿Estas bien? – me dijo mientras ponía un brazo
protector sobre mis hombros.
-
Sí – dije mientras sorbía mis lagrimas.
-
James ya me a contado lo sucedido – hizo una
pausa – Sabía que tu padre te estaba pegando... – dijo en un gruñido.
-
No sientas pena por mi, por favor... – dije
apunto de echarme a llorar – ya hay suficiente gente en esta calle que siente
eso por mi...
-
No siento pena por ti – me dijo – te admiro – le
mire curiosa – te admiro por haber soportado todo esto tu sola tantos años.
-
¿Pero tu como sabes eso?
-
No quería contarte lo, no, no tenía que contarte
lo... – me miro – Pero no quiero mentirte, no a ti.
Le miré confundida.
-
Señoritos, un coche nos espera. Vamos, ya he
hablado con la policía – me miro – mañana, si no le importa, se pasaran a
hacerle unas preguntas.
Asentí. Me
condujeron a un gran coche negro con cristales tintados. No entiendo muchos de
coches, pero parecía bastante caro. Jack me abrazó y yo me acurruque junto a
él. No le conocía apenas, pero en los momentos más difíciles había estado a mi
lado sin pedirme nada a cambio y había echo que confiara en él. Estaba tan
cansada, que durante el trayecto me quede dormida. Por primera vez en mucho
tiempo, me dormir tranquila y segura, sabiendo que la pesadilla había pasado.
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