09 febrero 2012

Conectada (Primera parte)



Un sueño. Un estúpido y maldito sueño se repite cada noche cuando duermo. Estoy cansada de soñar cada noche lo mismo. Dicen que sueñas con lo último que pensaste por la noche, pero eso para nada es cierto. Por qué yo..., por qué yo ya no pienso en aquello. Lo supere y avancé. No había otro remedio. Cuando la esperanza se esfumó y la ilusión se hizo trizas no tuve más remedio que olvidar.

Miro por la ventana. Esta amaneciendo. El cielo esta rosado y unas pocas nubes se mecen con el viento. Se escucha un perro ladrar. ¡Qué pesado! El dueño de ese chucho podría ponerle remedio, yo que sé, darle un hueso o algo.

Me tapo la cabeza con la almohada e intento dormir unos minutillos más. Pero de repente caigo en la cuenta..., que ese perro..., es el mío.

Me levanto de la cama perezosa. Desayuno, me visto, me peino y me cepillo los dientes. Entonces me doy cuenta que todavía hay dos cepillos. Cojo el que no es mío y lo tiro a la basura. Ese ya no es su lugar. Cojo una chaqueta y la correa del perro. Salgo por la puerta.

 -         ¡Ay calla ya de una vez! Ya te doy tu paseo saco de pulgas – le grito al perro mientras volteo la casa para llegar donde está situada su casita.

 El perro mueve la cola contento porque haya venido a su estruendoso llamado. Me intenta poner las patas encima pero lo esquivo. Cada mañana la misma historia. Me mira triste como si hubiera hecho algo malo. Le rasco tras las orejas y vuelve a estar contento.

 -         Eres un perro tonto – le digo mientras sonrío.

 Damos unas vueltas por el barrio hasta que se que se ha quedado satisfecho y volvemos a casa. Le pongo su plato de comida y cojo mis cosas para ir a trabajar. Camino por las calles sin prestar atención ni a nada ni a nadie. Todo carece de importancia, salvo seguir viviendo. No sé porque tuve que hacer aquella maldita promesa. Estaría mejor tres metros bajo tierra. Entro en la oficina y me siento en mi puesto. Soy secretaria. Controlo los pedidos, hago las facturas y los albaranes. Y cuando termino con ello...

-- Karin se ha conectado.

-- JT se ha conectado.

 JT: ¿Tú no trabajas?

Karin: ¿Y tú?

JT: Yo no, yo solo caliento la silla esperando a que llegue final de mes para cobrar.

Karin: Eso está bien.

JT: ¿Vendrás conmigo a comer o me volverás a romper mi dulce corazón y rechazaras mi oferta?

Karin: Cuando salga de trabajar iré a la farmacia, te comprare unas tiritas de las tortugas ninjas. Lo curan todo.

JT: ¿Otra vez has vuelto a soñar lo mismo?

Karin: ¿Acaso importa? Estoy cansada de ese sueño. Parece que este allí cada noche solo para torturarme y hacerme sentir más miserable de lo que me siento.

JT: Lastima, pensaba que por fin habías soñado conmigo.

Karin: Eso sería una pesadilla, pero lo prefiero.

JT: ¿Eso quiere decir que vendrás conmigo a comer?

-- Karin se ha desconectado.

JT: Como le gusta hacerme sufrir...

JT es un compañero de trabajo. Sinceramente no le he visto nunca. La primera vez que me conecte a la red del trabajo él estaba ahí y comenzó a hablar conmigo. Comenzamos hablando de trivialidades y al final le conté toda mi triste vida. ¿O debería decir existencia? Bah, se que tampoco es para tanto. No soy la única persona a la que le ha pasado algo así. Pero quizás no soy como todas esas personas que olvidan a los dos días. Solo he querido una vez en mi vida pero eso ya terminó.

Cotilleo un poco en una revista. Miro la hora. Toca comer. Cojo mi bolso y voy a la cafetería. Está lleno de gente. Todos son trabajadores de mi misma empresa. No conozco a nadie. Salvo a JT, pero no sé quién es.

Me pido una ensalada y un poco de pasta. Cojo una botella de agua de la maquina y me siento en un rincón en una mesa vacía. Como a desgana. Hace tiempo que la comida no me sabe a nada. Observo a la gente. Todos hablan animadamente. Como si no tuvieran problemas, como si no tuvieran ninguna tristeza. Nadie me mira, nadie me habla. Soy una desconocida para ellos. Es mejor así. Lo prefiero.

Pero me miento. No es mejor así, ni lo prefiero. Es aterrador estar sola. Estar triste y tener que aparentar lo contrario. Puede que emita alguna onda negativa y eso haga que nadie se me acerque para hablar. Si, será eso.

Alejo el tema de la cabeza. Tiro las sobras de mi comida y vuelvo a mi puesto de trabajo. Hago algunas cosas. Luego intento hacer un poco de tiempo antes de que llegue mi hora de plegar. Despido a la gente que ya finalizó su jornada.

 -- Karin se ha conectado.

JT: ¿Has comido bien? ¿Te ha sabido bien la comida? ¿No has sentido pena por haberme abandonado?

Abandonado... Abandonada...

 Karin: Quizás otro día acepte comer contigo.

JT: Mientes. Siempre dices lo mismo y siempre tienes alguna excusa lista para darme.

Karin: Lo siento, pero ya sabes...

JT: ¡Lo sé! Pero Karin tienes que avanzar. Su ausencia no debería hacerte ser ausente para el resto del mundo. Quizás para ti él fuera tu mundo y por eso cuando... sentiste que te faltaba algo pero, ¿no has pensado que tu para alguien también seas su mundo?

Karin: ...

JT: ¿Me dijiste que trabajabas en la primera planta no?

Karin: Sí, pero...

--JT se ha desconectado.

 ¡Oh no! Va a venir. ¿Qué hago? Miro la hora. Todavía quedan quince minutos para poder irme a casa. Miro a mí alrededor. ¿Dónde podría esconderme? La planta es muy pequeña. Detrás de la estantería... No, no soy tan delgada. Escucho unos pasos. Me pongo nerviosa. Vuelvo a mirar el reloj. Todavía no es la hora. Cojo mi bolso.

-- Karin se ha desconectado.

No quiero conocerle. Mientras se cierran las puertas del ascensor a mis espaldas echo un vistazo. Tengo curiosidad. Me llevo la mano a la boca. No puede ser...

Llegó a casa sin muchas ganas. El perro viene a saludarme. Le acaricio y le doy su cena. Me ladra.

-         Luego te saco – le contesto.

Me quito la chaqueta. La cuelgo. Tiro mi bolso a un rincón del sofá. Enciendo el televisor y miro las noticias. Me aburren. Bostezo y echo una mirada a  la cocina. Hay que cenar. Pero da pereza cocinar. Escucho al perro ladrar. Suelto un suspiro. No le hagamos esperar más.

Recorro el mismo camino que por la mañana. Me paro en una maquina de patatas. Cojo una bolsa. De camino de vuelta me la voy comiendo sin mucho apetito. Miro al cielo. Las estrellas brillan. Bostezo. Tengo sueño.

Dejo al perro en su casita. Él muy rápidamente se mete dentro, da un par de vueltas y se estira. Cierra los ojos, él también tiene sueño. Normal, me despierta cada mañana demasiado temprano. Entro a casa. Una luz me distrae. Un mensaje en el contestador.

“Hola, soy yo. ¿Cómo estás? Solo quería saber... No sé porque te estoy llamando. Seguro que borraras el mensaje tan siquiera escuchar mi voz. Mañana hará un año. Que tonto, seguro que lo sabes... Bueno, espero que estés bien. Cuídate”

No borro el mensaje. Me quedo varios segundos mirando el contestador. Mañana hará un año. Tiene razón. Me acuerdo. Imposible olvidarme. Cada noche mis sueños me lo recuerdan.

Me pongo el pijama y me acuesto. No puedo dormir. Doy varias vueltas en la cama. No sé cuando, ni a qué hora. Pero al final me quedo frita y... comienzo a soñar.

2 comentarios: