07 febrero 2012

Una de bestias, sangre y muerte



Le costaba respirar. La sangre descendía por lo largo de su brazo alzado. La espada aun la tenía en mano, atravesando el corazón de aquella criatura sin escrúpulos que se había lanzado sobre ella sin ningún miramiento.  Le quedaban pocas fuerzas, pero eran suficientes para terminar lo que quedaba de día con vida.

De una patada tiro del cuerpo sin vida que tenía encima lanzándolo contra un tronco seco y sin vegetación que crujió y se partió en cuanto el cuerpo colisiono contra él. La muchacha, aun echada en el suelo, dejo caer el brazo y la espada. Apoyándose en la espada consiguió levantarse.

Ariadna no tenía mucho más de veinte años, pero en su no tan larga vida había visto más y había vivido más de lo que le hubiese gustado. Su cabello era del color del chocolate, estaba recogido en una larga cola de caballo que llegaba hasta más de media espalda. Su cuerpo estaba bien formado, lleno de curvas y pechos redondos y maduros. Sus ojos eran verdes y sus labios carnosos de un color rosado.

 Cuando se hubo levantado del todo se dio cuenta que le dolía un costado. Se guardó la espada en la funda que tenía atada tras la espalda y se miró. Se dió cuenta que antes de clavarle la espada el estúpido animal le había arañado con sus mugrientas zarpas y la había herido. Rasgo un poco de lo poco que le quedaba de la camiseta y se tapono la herida intentando cortar la hemorragia.

En el suelo había varios cuerpos, quietos e inmóviles. Viendo que no había ningún movimiento se dispuso a contar las bajas. Ella sabía que no debía esperar nunca que hubiese algún superviviente pero la esperanza siempre estaba viva dentro de ella, en un rincón, negándose a morir aunque viera la muerte a cada hora. Caminó por el pequeño claro del bosque inspeccionando cada cuerpo y alerta por si todavía quedaba alguna criatura con vida. La imagen de aquel escenario hubiera revuelto más de un estomago. Había sangre por todas partes, a alguna criatura se le salían las tripas llenas de una viscosidad verde que emitía un olor putrefacto. Había alguna de esas horribles bestias hechas pedazos. 


De repente, a su derecha, algo o alguien se movió. Su miraba al igual que su cuerpo se quedaron quietos y a la espera antes de efectuar cualquier movimiento. Cuando escuchó un gruñido y una palabrota relajo los músculos y se acercó.


Entre un tronco y uno de aquellos bichos, a los cuales nadie se atrevía a ponerles un nombre, se encontraba una muchacha. Sus cabellos rubios recogidos en una trenza estaban desaliñados y llenos de sangre y barro por la batalla. Apartó el cuerpo de la bestia e inspeccionó las heridas.

-          No te preocupes Evelyn, no es mucho – le dijo con calma.

-          Y una mierda, me duele, voy a morir – la muchacha más que moribunda estaba cabreada.


-          No vas a morir, sobrevivirás, como siempre – la ayudó a levantarse colgando un brazo de Evelyn por su cuello y amarrándola por la cintura – Eres una quejica de pura cepa.

Evelyn se carcajeó haciendo que sus fuerzas flaquearan y casi arrastro a su amiga al suelo. Pero Evelyn sabía que ella no la dejaría caer. Sabía que en la batalla cada uno de ellos se tenía que preocupar por su propia vida, no podían arriesgarse por nadie pero cuando la batalla terminaba ella siempre estaba allí para ayudar y cuidar a cada uno de ellos.

-          ¿Solo estamos nosotras? – pregunto Evelyn con un nudo en la garganta.

-          No lo sé, puede que alguien más haya sobrevivido pero no voy a arriesgarme en averiguarlo - dijo a su hermana melliza mientras le daba una patada a la cabeza medio destrozada de una de las bestias que yacía en el suelo.

Tenían rasgos parecidos, pero aun así no eran idénticas. Evelyn era esbelta, rubia, alta y con curvas. Sus rasgos eran sacados de un cuento de hadas con ojos verdes igual que su hermana y los labios del mismo color rosado. Pero aun así era una excelente luchadora y manejaba mejor el hacha que cualquier hombre.

El bosque estaba muy silencioso. No se escuchaba a ningún pájaro cantar y los animales permanecían escondidos. Eso solo podía significar una cosa. Las bestias andaban cerca. Ariadna alzó el brazo hacia su espada. Evelyn, a pesar de sus heridas, agarró con fuerza su hacha. Ambas esperaron quietas, no tardarían en llegar. 

De repente, en frente de ellas, dos bestias aparecieron. Eran grandes y fuertes, su piel era grisacea, dejaban ver sus dientes dejando escapar saliva de un color verdoso por la rabia. Sus ojos, encolerizados, eran de color amarillo.

Tras varios años de duras batallas con aquellas bestias habían descubierto que su fuerza y la madurez de las criaturas se determinaba por el color de sus ojos. Los que tenían los ojos amarillos eran débiles, torpes y se precipitaban hacia su contrincante a la mínima, los que los tenían de color negro eran más maduros, un poco más fuertes y se lo pensaban un poco antes de atacar y por ultimo, los que tenían los ojos rojos, eran
fuertes, hábiles con sus garras, despiadados con sus presas, no se precipitaban al luchar pues evaluaban cada movimiento buscando la manera más eficaz de matar.

-          Tu el de la derecha, déjame el de la izquierda – dijo en voz baja Ariadna para que solo su hermana la escuchara.

Ariadna desenvainó su espada. Evelyn se abalanzó con el hacha hacía la bestia pero esta la esquivo dando un salto hacia la derecha. Ev, más rápida de lo que la bestia esperaba dio media vuelta con hacha en mano y de
una sola vez le dejo sin cabeza. La cabeza de la bestia calló a su pies, al igual que el cuerpo, que en un último espasmo de vida intento agredir a Evelyn, pero esta le dio una patada mandando el cuerpo unos metros más allá.

A su vez, Ariadna, también se abalanzó, pero no atacó con la espada. Alzo su pierna asestándole un golpe al animal en la cabeza. Este, como si el golpe hubiera sido una caricia, sonrió mostrando sus dientes putrefactos, alzo su garras y la intentó agarrar del cuello. Ariadna se echó hacia un lado mientras alzaba su espada hacía él. La espada hirió uno de los brazos de la bestia pero esta, una vez más, pareció no percatarse del dolor. Luchaba por instinto, el dolor no significaba nada para ellos, lo único que querían era matar y luego desgarrar cada centímetro de la piel de sus víctimas para luego comérselas.

Ariadna no paró, después de herirle se movió hacia su izquierda, le volvió a atestar una patada y en el mismo ataque clavó la espada en el corazón de la bestia.

La bestia soltó un gruñido desgarrador, mientras caía al suelo. Ariadna, no tranquila con haberlo matado, arrancó la espada del cuerpo de la criatura y se lo clavó en la cabeza.


Ambas se miraron. 

-          Vayamos a casa – dijo Ari.

-          Sí, ya es tarde.

Anduvieron más de media hora por el negro bosque alertas por si alguna bestia rondaba cerca. Pero por el camino no tuvieron ningún percance. Cuando llegaron a su morada las estaban esperando. Contaron las bajas teniendo en cuenta los que habían regresado. Como siempre..., siempre había alguna.

Ariadna se adentro a la casa y se metió por un largo pasillo de paredes marrones. A cada lado habían varias puertas, pero no se paró en ninguna. Eran las habitaciones de los demás habitantes de aquella enorme mansión. Por el camino se encontró con varias personas que la saludaron con un asentimiento de cabeza. No se paró a hablar con ninguna. No le apetecía. Solo quería lavarse y ponerse ropa limpia.

Una nueva batalla había dado a su fin, pero no era la ultima. Ella no recordaba otra vida donde la muerte y la sangre no formaran parte. Estaba acostumbrada a lidiar con esas cosas pero desde hacia pocas semanas las criaturas se habían vuelto más salvajes y más fuertes. Algo se avecinaba y por eso, tenia que reunirse con el consejo y hablar de ello. Por supuesto no llegarían a ninguna conclusión lógica. Nadie sabía, después de tantos años, de donde salían aquellas bestias. Algunos pensaban que eran aliens, otros que procedían de alguna magia negra, pero eso eran estupideces. O no. Ariadna ya no sabía que pensar al respecto, pero no se podía permitir mostrar aquella flaqueza de duda pues ella era la cabeza del aquelarre. Ella era la jefa, ella tenia la obligación de que todas las personas que allí vivían estuvieran protegidas.

3 comentarios:

  1. Me gusta esta nueva adaptación, esperando una segunda parte ^^

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  2. *o* ¿Vas a terminar esta historia? Dime que síiiiiii, que me dejaste enganchada aquella vez y encima con lo que mola la historia... :)

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  3. No lo sé, si la continuo no tendrá nada de nada de romance - o lo más mínimo, es decir,que la historia no se centre en eso- de momento iré poniendo pequeños cachitos :) Gracias por comentar Lu ^3^

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