Bajé las escaleras que me dirigían a
la entrada de la casa. Miré por todas partes, pero no veía a nadie. A mi
derecha había una sala donde tres sofás blancos rodeaban una mesilla pequeña.
Los cuatro muebles honraban a la gran pantalla de plasma, que en estos momentos
nos retransmitían las últimas aventuras de la familia Simpson. Me acerqué y vi
al pequeño Mikel embodado viendo la televisión en el sofá del centro y a Jack
estirado con los brazos detrás de la cabeza con los ojos cerrados en el sofá de
la izquierda. No sabía si hacerme notar o no. Pero no me hizo falta, Mikel me
oyó y se tiro a mis piernas. Levantó su cabecita hacía mi con su sonrisilla de
felicidad.
-
¿Vienes a ver la tele con nosotros?
-
Mikel, no la agobies – dijo un Jack sentándose
en el sofá.
-
No te preocupes – le dije- Claro, pero ¿me puedo
sentar a tu lado? – le dije a Mikel. Le estaba cogiendo cariño solo con sus
sonrisas.
-
Sí, sí, sí – dijo mientras me cogía la mano y me
arrastraba al sofá.
Los tres nos
pusimos a ver las aventuras de esa extraña pero graciosa familia. Me reí mucho,
hacía bastante tiempo que no disfrutaba de un rato tranquilo delante de la caja
tonta. Mikel se reía sin parar con la cabecita apoyada en mis piernas. Jack
observaba tranquilo la televisión sin ningún atisbo de humor en su cara. ¿En
que estaría pensando?
Al cabo del rato
Mikel se quedó dormido. No era difícil adivinar que era así, pues sus mini
ronquidos eran audibles, eran como el ronroneo de un gato al sentir una
cariñosa caricia.
-
¿Debería despertarle? – le pregunte a Jack.
-
No, déjale un ratito así – dijo con una sonrisa
fraternal – Cuando te trajimos anoche se puso muy contento y estuvo despierto
hasta muy tarde esperando a que te despertaras por casualidad – dijo divertido
– Se quedó dormido mientras decía todo lo que quería hacer con su... – calló al
instante.
-
¿Con su que? – dije.
Nos quedamos
callados observándonos. Esperando a ver quien cedía. Estaba cansada de
misterios, quería respuestas y las quería ahora. Pero el Señor no estaba de
acuerdo conmigo y alguien entró en la sala haciendo acto de presencia.
-
¡Vaya! Pensé que los tres os despertaríais más
tarde siendo domingo – dijo el abogado.
¿Qué hacía en la
casa? ¿Acaso ahora los abogados vivían en la casa de sus clientes? El abogado
llevaba unos vaqueros y un suéter blanco que contrastaba con el azul oscuro de
sus ojos. Su miraba era risueña, feliz. A pesar del labio partido a causa del
puñetazo de mi padre.
-
Shhhhh – dijo Jack – El terremoto se a quedado
dormido. No los despiertes tío James.
¿Su tío? ¿El
abogado era su tío? ¿El representante de mi madre era su tío?
-
¿Has dormido bien Samantha?
-
Sí, muchas gracias por dejarme quedar aquí –
dije siendo cortes.
-
No, gracias a ti por estar aquí – me dijo
guiñándome el ojo, se sentó en el sofá libre – Espero que traigas un poco de
alegría a esta casa, le hace falta.
-
James... – dijo Jack amenazante.
-
No me mires así sobrino – dijo alegre – Os hace
falta un aire nuevo – su cara cambio y volvió a ser el abogado serio – Samantha
la policía vendrá dentro de nada. Quiere respuestas a lo referente a tu padre.
Tragué saliva. ¿Qué
les iba a decir? ¿Qué mi padre no era un hombre violento? ¿Qué atacó al abogado
de mi madre en un acto de proteger a su hija? O ¿qué llevaba doce años
pegándome? Porque..., ¿por qué se sentía deprimido por la falta de mi madre?
¿Qué día tras día pagaba conmigo todas sus iras? Podría decirles todo eso, y
más, pero ¿para que? ¿para que otra persona sintiera pena por una pobre niña
que fue abandonada por su madre y maltratada por su padre? No quería que nadie
más sintiera pena por mi, ya tuve suficiente dosis ayer por la noche. Todos
querían respuestas, pero ¿quién me las daba a mi?
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