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La semana que viene empiezan los preparativos
del festival anual de la escuela. Por favor, les pido que vayan pensando en el
tema de este año para nuestra clase. Cualquier tema que se les ocurra
comunicarlo al delegado y a final de semana escogerán. No se olviden...
Estaba en clase. Había amanecido un nuevo día totalmente
despejado. El verano ya se acercaba. Yo miraba ensimismada por el ventanal
desde mi asiento como dos pájaros montaban su nuevo nido en un cerezo.
Raquel
volvía a hablarme, con cierto recelo. Nada más llegar me dejó bien claro que
solo se disculpaba por el bofetón que me dio, pero que aun estaba resentida por
el otro tema. Yo seguía sin tener idea de que me hablaba.
Ayer después de desahogarme en los brazos de James, el tío
de Jack, durante varias horas quedé totalmente rendida y me fui acostar. No
baje a cenar, aun así Mikel vino a darme las buenas noches con un beso húmedo
en mi mejilla y me obligo a que al día siguiente fuera yo quien le diera las
buenas noches contándole un cuento. Cada vez ese niño estaba ganándose más mi
cariño. Era fácil de querer. El resto de la
noche me la pase pensando en todas las incógnitas que habían en mi vida.
Los cambios y las sorpresas cada vez eran más frecuentes. No sabía a donde iba
a llevarme todo aquello, solo esperaba que fuera al lado de mi madre.
El timbre que anunciaba el final del día estudiantil me
despertó de mis pensamientos. Por inercia empecé a recoger todo aprisa, pero la
mano de Jack me frenó.
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Ya no tienes que darte prisas. A partir de ahora
tómatelo todo con más calma – me dijo cariñosamente – Ahora solo tienes que
preocuparte por ti misma.
Raquel nos miraba curiosa.
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¿Qué te parece si damos un paseo hasta casa? –
me dijo Jack.
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¿Cómo que hasta casa? – Raquel parecía
confundida - ¿Qué significa todo esto?
Había llegado el momento. No podía ocultarle más la verdad
a mi amiga. Miré a Jack. Me pareció que entendía que es lo que quería decirle.
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Bueno, yo voy tirando. Nos vemos luego Sam – me
dijo giro la cabeza mirando a Raquel, se acercó a ella y al oído le dijo – No
seas muy dura con ella, escúchala.
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Si..., esta bien – dijo Raquel nerviosa -
¿Entonces damos un paseo nosotras?
Le sonreí mientras asentía.
La tarde era tranquila en aquel parque. Los niños jugaban
como cada día. La señora de las palomas vendía comida a una pareja. Y dos
amigas estaban sentadas en un banco, siendo sinceras después de tanto tiempo.
Nunca habían pasado una tarde como aquella. Donde nada las iba a interrumpir.
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Samy, lo siento, no sabía nada – dijo acongojada
– Si que sospechaba algo. Pero no algo con tal magnitud. ¿Me perdonas por no
ser una buena amiga?
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Raquel por favor, no me digas eso. Tu has sido
la mejor del mundo. Tu eras la que me alegraba el día en la escuela. Siempre
estabas allí, aunque no supieras que era lo que pasaba siempre estabas allí –
le dije con una sonrisa.
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Ahora me siento peor por lo de la bofetada. A
una persona cualquiera le hubiera molestado, pero para ti... – me miro culpable
– para ti fue como un disparo a tu corazón.
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Eso ya no importa – la mire a los ojos –
pero..., ¿qué te he hecho para que tuvieras esa reacción?
Ella aparto la mirada, como si buscara las palabras
adecuadas.
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Estaba celosa – me dijo tímidamente.
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¿Celosa?
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Jack y tu os lleváis tan bien... Parece que estéis
hechos de un mismo ser. Tu no te habrás dado cuenta pero es así – me miro con
una sonrisa tímida – Pensé que me gustaba Jack, es más, pensé que me había
enamorado de verdad – la miré sorprendida- Pero me equivoqué. Estaba celosa
porque veía que él se te me llevaba de mi lado- cogió aire – Cuando os vi en
aquella foto abrazados y tu llorando..., me sentí traicionada, le habías
contado lo que tanto te hacía sufrir – la miré interrogativamente – Sí, Samy,
ya te dicho no sabía el que pero sabía que algo pasaba y me lo decían a gritos
tu ojos.
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Lo siento. Yo... – me calló una lagrima, pero
esta vez de alivio – yo no quería que te sintieses así. En realidad no le conté
nada aquella vez, solo me desahogué. Estaba en mi limite y estallé – la miré –
Supongo que fue el momento, no lloré y me desahogué porque fuera él.
Simplemente... – rompí a llorar.
Raquel me abrazó. Nos pasamos dos horas más hablando como
nunca. Se hacía tarde y no quería llegar muy tarde a aquella casa a donde me
habían acogido.
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