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¿El comportamiento de su padre lo considera
violento? – me preguntó el policía.
-
...
-
No se preocupe señorita. Puede contestar sin
ninguna reserva.
-
Mi padre..., - me sudaban las manos, no quería
decir la verdad, pero no quería mentir a aquel hombre amable que estaba
teniendo mucha paciencia conmigo – Mi padre suele ser muy violento, pero
normalmente solo lo era conmigo. Nunca mostraba esa actitud con otras personas.
Al menos cuando yo estaba presente.
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¿Quiere decir que el señor McGregor le provoco?
-
No, en ningún momento. Él fue amable.
-
¿Su padre la maltrato físicamente o
psicológicamente en algún momento?
Esa era la pregunta que respondía a todos mis miedos. No
podía evitarlo, tenía que decir la verdad.
-
Sí, ambas – dije, con lagrima cayendo lentamente
por mi mejilla.
El hombre puso una mano en mi hombro intentando
reconfortarme. James desde una esquina de aquel despacho tan elegante me miraba
con serenidad.
-
¿Cuándo fue la primera vez que... – el policía
no pudo acabar la frase, se notaba en su forma de mirar que no quería
ofenderme, ni lastimarme moralmente. No más.
-
El 4 de abril de hace doce años.
El día que mi madre se marchó. El día que probé el sabor
de mi sangre por primera vez. El día en que mi padre destrozó todo lo que había
de por medio, sin importar que su hija de cinco años estuviera en medio,
asustada. El día que sobre mi cayó una oscuridad, donde murió la inocencia,
donde murió la fantasía y la magia de una vida llena de amor maternal.
James me miró directamente. Entonces vi dolor en su
mirada, también rabia e impotencia.
-
¿Por qué nunca lo denunció?
-
Porque... – me costaba respirar – porque había
veces que las palizas eran tan brutales que me dejaba en cama varios días, y
cuando tenía la oportunidad las marcas del delito ya habían desaparecido – hice
una pausa, intentando serenarme, intentando no recordar, de no sentirlo -
¿quién iba a creer a una niña? Además, desde bien pequeña mi padre me había
amenazado que aunque lo contara el vendría a por mi. Que me castigaría por mi
comportamiento. Para que... – comencé a sollozar- ...
-
Me parece que será mejor dejarlo aquí.
Alcé una mano, yo quería continuar. Quería acabar con eso.
-
Para que no me fuera como mi madre. Me echaba
las culpas a mi de su abandono. Día tras día me repetía que no tenía que haber
nacido, que hasta que yo aparecí eran muy felices.
-
Samantha, por favor, no continúes, no tienes
porque continuar – me dijo James, preocupado. Yo no paraba de llorar, pero
quería contarlo todo.
-
Quiero hacerlo. Quiero hablar – cogí aire– Pero
yo no le creía, no quería creerle. Insultaba a mi madre siempre, diciendo que
yo era como ella, pero que yo no le iba a abandonar. Él iba a cuidarse de que
eso no pasara. Me decía que mi madre no volvería mientras yo existiera – les
miré con una sonrisa llena de lagrimas – Pero..., pero yo nunca perdí la
esperanza, mi madre volvería a por mi, me lo prometió. En su momento yo no
sabía que es lo que me estaba diciendo mientras se despedía. Pero en mi corazón
guarde sus palabras como un tesoro. Lo único que me ha mantenido viva a sido aquella
promesa.
Y seguí llorando de pura agonía. Mi cuerpo estaba lleno de
miedo por todos aquellos momentos en los que mi padre me pegaba, por todos
aquellos momentos en los que me levante para defender a mi madre y volvía a
caer, por todas aquellas noches silenciosas en las que mi padre me dejaba sola.
James se acercó a mi y me abrazó. En un primer momento me sorprendí. A pesar de
que Jack también me había abrazado de aquella manera me quedé quieta, para
luego aferrarme a aquel hombre con total desesperación. Rezando en mi corazón
que nunca más me dejaran volver junto a mi progenitor.
Desde detrás de la puerta Jack escuchó todo el relato. Con
los puños cerrados dejando ver unos nudillos blancos se prometió, que nunca
jamás, permitiría que Samantha volviera a sufrir.
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