19 marzo 2012

Capitulo 16 "La luz de mi oscuridad"


-          ¿Qué quieres decir? – dije totalmente confundida.
-          Después de aquel día en la terraza de la escuela no tuve ninguna duda de que era lo que ocurría – dio un largo suspiro – Por esos días tu madre estaba en esta casa, esperando a que tu padre se dignara a responder aquella carta. Cuando volví a casa le expliqué mi teoría. Le dio un ataque de ansiedad bastante fuerte. Ahora esta en un hospital con oxigeno, le cuesta respirar – se acercó a mi volviendo a envolver con su calor – Lo siento mucho Sam.
-          ¿Eso no es todo verdad? – pregunte. No sabía como explicarlo, pero sabía que había más.
-          Todo lo demás no tienes que saberlo de mí – me dijo con voz sufrida – Lo que paso antes para mi es bastante confuso, yo era pequeño – añadió – Solo puedo asegurarte que volverás a estar con tu madre.

Jack se había ido para dejarme un rato sola. No paraba de pensar en mi madre. Mi madre estaba sufriendo y yo quería estar con ella. Se que ahora debería pensar un poco en mi, pero eso no iba conmigo. Me preocupaba incluso por mi padre. Quisiera o no estábamos ligados por la sangre. Me levanté y fui a mirar por la ventana. Otro día tocaba a su fin, otro día sin poder estar junto a mi madre. Salí del cuarto, la verdad es que no quería estar sola. En el salón Mikel veía la televisión junto a James. Me senté en uno de los sofás.

       -          Sam, ¿sabes que? – me dijo Mikel entusiasmado.

Negué con la cabeza con una sonrisa. Ese niño me hacía sonreír con solo una miradita.

-          Tío James me ha dicho que mañana iremos todos juntos a dar un paseo por la montaña, ¿vendrás verdad? – dijo mientras se sentaba encima mío y me miraba esperanzado.
-          Esta bien – le dije y acto seguido le hice un ataque de cosquillas, me moría por escuchar su risa – Pero tu tienes que irte a lavar los dientes y a la cama, es muy tarde.
-          Pero si mañana es fiesta – me dijo, la excusa típica de los niños pequeños que se piensan que los fin de semana son fiesta.
-          ¿No te vas a ir a la cama ni por mi?

Me empezó a hacer pucheros. No por favor, que no me resisto.

-          ¿Y si te cuento un cuento? – le dije como ultimo recurso antes de que se me echara a llorar.

Su sonrisa resplandeció y salió corriendo a por las escaleras. James me miraba con una sonrisa.

-          Te pareces mucho a tu madre.
-          ¿De verdad? – dije con una sonrisa triste – James..., ¿mi madre esta bien?

Apartó la mirada dudando en contestar.

-          Por favor James, solo quiero saber si ella esta bien, estoy muy preocupada – no hubo respuesta – Me contentaría con escuchar su voz...

Me eche a llorar. James se levantó y se sentó a mi lado, me rodeo con su brazo en un gesto de consuelo.

-          Se que tubo una crisis de ansiedad – dije entre sollozos – Pero tengo el presentimiento que eso solo es el resultado de un mal mayor.

Me miró serio, en su mirada de color océano se ocultaba una tristeza profunda. Sabía que no me iba a contestar. También que ninguno cedería. Yo quería saber la verdad, él ni nadie quería contármelo. Pero yo seguiría insistiendo, no hoy ni tampoco mañana, pero algún día alguien comenzaría a contestar a mis preguntas.

-          Bueno Mikel, ¿qué cuento quieres hoy? – le dije mirando la gran estantería lleno de libros.
-          La cenicienta – me dijo feliz desde la cama con su pijama de ositos.
-          Esta bien, este cuento es uno de mis favoritos – dije mientras lo cogía y acariciaba la tapa donde una chica alegre fregaba el suelo.
-          El mío también – me senté al borde de la cama – A mami también le gusta. Siempre dice que yo fui su hada madrina – levanto una ceja y me dijo preocupado – Pero yo no soy una chica, prefiero ser el príncipe – añadió triunfante.

Empecé a leerle la historia, mientras el cerraba sus ojitos cansados. Escuché el ronroneo de sus ronquidos. Abracé el libro con un suspiro lleno de recuerdos. Los recuerdos de una niña que durante cinco años durmió feliz. Totalmente inconsciente al dolor que rondaba en su casa. Presa de los cuentos que su madre le contaba, en especial aquel. Era el favorito de las dos. Ahora sería el de los tres...

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