Recogimos todos los
datos que pudimos sobre Megan. La verdad no había mucho. Lo último que sabían
es que se había marchado sin decir nada. Jack se metió con Derek echándole las
culpas incapaz de creerse lo que su primo le confirmaba.
-
Deberíamos contarle todo esto a James, él sabrá
mejor lo que hay que hacer – dije repasando las notas.
-
¿Pero tu crees que la encontrará?
-
La encontró a ella- dijo Jack señalándome a mi.
-
¿A mi?
-
Si, si vinimos aquí fue para buscarte – dijo.
-
Pero..., no entiendo...
-
¿El que no entiendes? – me dijo Jack.
-
Vosotros estabais con mi madre, ¿no?
-
Si – dijo tranquilo.
Derek nos observaba con
la oreja puesta.
-
Entonces ella sabía que yo estaba aquí, siempre
he vivido aquí.
-
Sí, pero no podíamos estar del todo seguros – me
contestó.
No continuamos hablando
más de ello. Yo no quería preguntar nada más. Más tarde le dimos todos los
datos a James y luego volvimos al salón.
-
Ahora toca estudiar – dije mientras me ponía de
pie para buscar los libros.
-
No, por favor – dijo suplicando Derek – No me
hagas esto.
-
Será peor si os dejo suspender – dije sin
compasión.
-
Sam, por favor – dijeron al unísono con cara de
pena.
Mire a uno y a otro.
Nadie podría negar que son primos cuando se les conoce. A pesar de ser
totalmente diferentes físicamente en personalidad eran iguales. Será por eso
que chocan tanto.
-
No, lo siento chicos, hay que estudiar.
Me acerque a la puerta
del salón y un torbellino de alegría saltó a mis brazos.
-
Sam, Sam, vamos a jugar – dijo Mikel feliz.
-
Mikel... – dije buscando palabras.
-
Si, eso, vamos a jugar – dijo Derek saltando del
sofá.
Los miré a los tres.
Eran mi perdición, al unirse Mikel a la batalla me fue imposible negarme.
Jugamos a las cartas, a los dados, a la oca..., pero acabamos aburridos. Mikel
se quedó dormido en el sofá.
-
Voy a subirlo a su cuarto – dije mientras lo
cogía en brazos
-
Pesa mucho, ya lo cojo yo – me dijo Jack. Cuando
su mano rozó la mía un escalofrió recorrió todo mi cuerpo recordándome aquel
beso.
Nuestras miradas se
encontraron. El tiempo pareció detenerse de nuevo como tantas otras veces
cuando nuestros ojos chocaban. Pero un bostezo de Derek nos sacó de nuestra
ensoñación.
-
Ya..., lo llevo..., yo – dije tartamudeando.
Salí del comedor con
Mikel en brazos dejando a un Derek medio dormido y a un Jack rojo como un
tomate.
Arropé a Mikel en su
camita. No había cenado, pero no habíamos parado de picar en todo el día así
que no creo que importara mucho. Me senté en la cama a su lado y observé su
habitación. Era de color azul claro, con alguna que otra cenefa de globos de un
azul mas oscuro. Tenia un montón de estanterías llenas de juguetes. Y entonces
me fije que en una de ellas había un marco de fotos. Me acerque para verla. En
ella salía una mujer de cabellos oscuros al igual que sus ojos, con un hombre
muy parecido a James de mirada azulada recogiéndola entre sus brazos. Se les
veía felices, se les veía enamorados. Deje el marco en su sitio y volví mi
mirada a Mikel. Dormía placidamente con una sonrisilla en los labios. Seguro
que estaba soñando con ángeles.
Estaba bajando las
escaleras cuando escuché sonar el teléfono. No escuche a nadie moverse así que
lo cogí yo.
-
¿Si? – conteste.
-
¡Sam! Soy mama – dijo una voz alegre.
-
¡Mama! ¿Cómo estas? – dije entusiasmada.
-
Perfectamente. Te tengo buenas noticias – me
dijo.
-
¿A si?
-
De aquí dos semanas me dan el alta e iré volando
a verte – me dijo más feliz todavía.
-
¿De verdad? – dije con lagrimas en los ojos.
-
De verdad- me dijo mas calmada.
-
Te echo de menos mama.
-
Y yo a ti hija, y yo a ti. Pero no llores que me
lo contagias – dijo hipando.
Me seque las lagrimas
con la mano.
-
Es que me has hecho muy feliz – le dije
sinceramente.
-
Te lo mereces mi niña – me dijo cariñosa.
-
Mama, ¿puedo preguntarte algo?
-
Claro Sam, puedes preguntarme lo que quieras.
-
¿Me quieres?
Hubo un corto silencio
para luego escuchar un suspiro.
-
Te quiero más que a nada Sam, eres mi hija y
siempre te he querido.
-
Yo también a ti mama – le dije entre lagrimas.
Hablamos un poco más y
luego colgué. Me sentía feliz al escuchar aquellas palabras. Que mi supuesto
padre no me hubiera querido ni que fuera un poco me hizo mucho daño, pues
durante toda mi vida pensé que era mi padre verdadero.
Entre en el salón con
alguna lagrima en la mirada.
-
¡Mira Jacky, las cataratas del Niagra! – dijo
Derek señalándome.
-
Sam – dijo este dando un salto en el sofá - ¿Qué
te pasa? ¿Estas bien? – dijo acercándose a mi.
-
Si – dije esbozando una tímida sonrisa – Acabo
de hablar con mi madre y me ha dicho que de aquí dos semanas nos veremos.
Los dos me sonrieron
para acompañar mi alegría. Ya era de noche y ahora era yo la que no quería
estudiar. Estaba tan feliz que no quería estropearlo con los libros.
Estuvimos un rato
viendo la tele hasta que fue la hora de cenar y cenamos todos juntos.
-
Derek, ¿te quedas a dormir? – dijo James
ausente. Supongo que no quería hacer notar que se moría de ganas que su hijo
durmiera bajo su mismo techo.
-
Si, Jacky no ha parado de pedírmelo en toda la
tarde – dijo feliz.
-
¿Qué yo que? – dijo Jack atragantándose.
-
No te hagas el difícil Jacky – dijo levantando
las cejas.
-
¡Que no me llames Jacky! – dijo amenazante.
-
¿Por qué no? Antes siempre te llamaba así –
dijo.
-
Antes, es antes. Ahora es ahora – dijo ausente.
-
Pues ahora..., ¿cómo te podría llamar? – dijo
Derek insistente – Te llamaré Jacky.
-
Ese me gusta más- dijo James uniéndose a su
hijo.
-
Tío no te unas a él que se crece – dijo Jack a
la defensiva.
-
Pero si te queda muy bien, Jacky – dijo James
divertido.
Yo no podía parar de
reír. No paraban de meter se uno con el otro hasta que de repente vi volar puré
de patata a la cara de Jack.
-
Serás... – dijo cogiendo con la cuchara un poco
de guisantes de su plato y poniendo posición de catapulta.
Los guisante
aterrizaron en la cara de James como flechas en una guerra medieval.
-
Te voy a demandar – dijo James e hizo lo suyo
con su puré de patatas.
Al cabo de segundos la
comida volaba por la estancia. Me uní a la batalla pues había sido victima de
unos guisantazos. Cuando nuestros platos quedaron vacíos nos miramos unos a
otros y nos echamos a reír. Estábamos llenos de cena por todo el cuerpo al
igual que el comedor. No tuvimos otro remedio que hacer una limpieza. Cuando
acabamos me fui a duchar. Estaba muy cansada, pero no quería ir a dormir.
Estaba en mi cuarto mirando a la ventana cuando tocaron a mi puerta.
-
Adelante – dije.
Entraron Jack y Derek.
Empujándose para ver quien entraba primero. Derek se sentó en mi cama, como si
lo hiciera cada día. Jack, en cambio, se quedo cerca de la puerta.
-
Samy, ¿por qué no nos divertimos un poco? – dijo
Derek entusiasmado.
-
¿Y ahora a que quiere jugar el nene? – dijo Jack
burlón.
-
A verdad o prenda – dijo triunfante.
-
¡Pero si eso es un juego de crios! – dijo Jack.
-
Pero es muy divertido – dijo Derek insistente.
-
Pues yo no he jugado nunca, tengo curiosidad –
dije tímida.
Jack me miro largamente
y dejo escapar un suspiro.
-
Esta bien..., ¿quién empieza? – dijo poniéndose
cómodo en el suelo.
-
Pues yo, esta claro – dijo Derek – Jack, verdad
o prenda.
Jack le miro
largamente, no muy seguro de que contestar.
-
Verdad.
-
¿Es verdad que estuviste enamorado de Megan? –
le dijo desafiante. Su mirada parecía peligrosa.
-
¿Qué pregunta es esa? – dijo Jack nervioso.
-
Contesta – dijo Derek,
-
¿Para esto querías jugar? – dijo.
-
Tienes que contestar – le dijo imponiéndose.
-
Pues...
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