04 julio 2012

Capitulo 30 "La luz de mi oscuridad"


Me levanté cuando el sol todavía se hacia reacio a iluminarnos el día. Me puse el uniforme. Fui a la cocina y cogí una par de panecillos de leche. Me preparé el almuerzo para mi y para los chicos. Le deje una nota a James para que no se preocupara. Cogí mi mochila y salí a la calle. Las primeras luces del día ya comenzaban a iluminar las calles. Se veía muy poca gente. Una señora paseaba a su perro y una ama de casa muy madrugadora tendía la ropa en su balcón. Llegué al parque. Raquel ya había llegado.
-          Hola – dije – Si me retrasado un poco es porque les estaba preparando el almuerzo a los chicos.
-          No pasa nada – me dijo con una sonrisa – Samy no quiero que te enfades conmigo.
-          No estoy enfadada – le dije – Solo es que cuando me enteré tenía la cabeza echa un lío. Me hubiera gustado que me lo hubieras dicho tu primero, pero no soy nadie para recriminarte...
-          No digas eso... – me puso una mano en el hombro – Ahora no empecemos a echarnos la culpa mutuamente ¿Vale? O sino se no ira toda la mañana – me dijo con una resplandeciente sonrisa.
-          Es cierto – dije esbozando una sonrisa.
-          No quiero perder el contacto contigo Samy – me cogió una mano – Tienes que prometerme que me llamaras siempre que tengas algo nuevo que contarme. Además – dijo levantando un dedo en tono de advertencia – siempre que veas a un tío bueno tienes que pasarme el parte, o no te lo perdonare en la vida.
Me comencé a reír. Esta era mi Raquel.
-          Me parece bien – y la abracé.
Le empecé a contar todas las novedades de mi vida. Salvo aquel beso con Jack, quería guárdemelo para mi, porque aun cuando cerraba los ojos me parece que ha sido un sueño.

Durante el día la gente rodeo a Raquel para despedirse. Apenas pude estar cerca de ella. Cuando le dieron la tarjeta con las dedicaciones se emociono. La iba a echar mucho de menos. Era la única amiga que he tenido. Es cierto que ahora tenia a los chicos, pero nadie podría llenar aquel hueco. El de mi mejor amiga. Fuimos a hacer el ultimo almuerzo todos juntos.
-          Jacky, eso tiene buena pinta ¿me das? – le dijo Derek a su primo con la alegría reflejada en su cara.
-          A ti ni agua – le contesto.
-          No seas malo – puso morros – Creía que me habías comprendido...
-          Hasta que no encontremos a Megan y me lo confirme no te comprenderé, igual no lo hice nunca.
-          Que malo que eres – se hizo el ofendido.
Se escucho a Raquel reír. Yo la mire sonriente.
-          ¡Os voy a echar de menos! – y se echo a llorar.
Yo la abracé, la abracé como nunca.
Lo peor fue por la tarde en la despedida en el aeropuerto. Fue toda la clase a despedirla. Entre lagrimas nos prometimos volver a vernos pronto.

Con el fin del viernes comenzó el fin de semana y con el dos días que nunca olvidaría. Derek vino temprano.
-          ¡Ya estoy aquí! – dijo feliz cuando el abrí la puerta.
-          Si que eres madrugador – le dije sonriente mientras le dejaba pasar – Están en el comedor desayunando.
-          ¿También esta el viejo? – me sacaba de quicio cuando le llamaba así.
-          Si, James – remarque – también esta allí.
Fuimos al comedor. Mikel jugaba con sus cereales. Jack miró a Derek con cara de pocos amigos y James... A James se le iluminó la cara.
-          ¡Derek! – se levanto de su silla - ¡Que alegría verte!
Se acercó a nosotros.
-          Para el carro viejo, ni se te ocurra abrazarme – dijo poniendo sus brazos por delante en son de defensa.
Se escuchó a James reír.
-          Esta bien, supongo que ya eres muy mayor para eso – dijo con una sonrisa agradable.
-          Tío, échalo de aquí si eres listo – dijo Jack desde la mesa.
-          Jacky no seas así, he venido porque Samy me invito para estudiar – dijo acercándose a la mesa.
Luego se sentó y cogió un panecillo. Miró a Mikel que devoraba una tostada.
-          ¿Y tu quien eres renacuajo?
Mikel le miró sorprendido. Estaba tan absorto en su desayuno que apenas se había dado cuenta que había llegado alguien a casa.
-          Soy yo – dije simplemente.
-          ¿Y como te llamas tu? – dijo Derek paciente.
-          Mikel McGregor – dijo orgulloso.
Derek miró a James.
-          No, no es mi hijo. Es mi sobrino, es decir, tu primo.
-          Vaya, Miki. Somos primos – dijo feliz Derek.
-          ¿Si? – dijo Mikel entusiasmado - ¡Que bien! Juega conmigo primo – y le cogió de la mano tirando de el.
-          Mikel ellos van a estudiar – le explico James.
Mikel empezó a hacer pucheros.
-          Pero yo quiero jugar...
-          ¿Qué te parece si luego jugamos todos juntos un rato? – le dijo Derek comprensivo.
-          ¿Me lo prometes? – le dijo serio.
Se miraron largamente, como si comprobaran si el otro era de fiar. Derek puso la mano con la palma hacia arriba y le dijo:
-          Promesa de hombre a hombre.
Mikel le chocó la mano.
-          De hombre a hombre – dijo feliz.
Después salió corriendo a su habitación seguido de James que fue hacia su despacho.
Derek se estiró en la silla y dijo:
-          ¿De verdad vamos a estudiar? – dijo con una media sonrisa.
-          Si – dije mientras recogía los platos de la mesa – Es la última semana así que hay que ponerse a ello.
-          Que pereza  - contesto con cara de aburrimiento.
-          Por una vez en la vida estoy de acuerdo con el plasta – dijo Jack señalando a Derek.
-          Chicos, de verdad, hay que estudiar – dije sin dejarme ganar.
-          Va Samy, no seas así, es fin de semana. Hay que pasarlo bien – dijo guiñándome un ojo.
-          Es cierto – le acompaño Jack - ¿Cuánto hace que no te diviertes?
-          Desde aquel fin de semana en el campo – dije segura.
-          ¿Fuisteis al campo? – dijo Derek sorprendido.
-          Si – dije feliz.
-          ¿Por qué no vamos? – dijo.
-          No, Derek, de verdad. Vamos a estudiar – quité las migas de pan de encima la mesa – O, como mucho investigaremos sobre Megan.
-          Puestos a elegir prefiero la segunda opción – dijo Jack.
-          Te apoyo – dijo Derek.
Llevé los platos a la cocina para después fregarlos. Y me fui con ellos a la sala.
-          Muy bien – dije mientras me acomodaba en el sofá, cogí una libreta y un bolígrafo – Decidme todo lo que sepáis de Megan. 

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