09 abril 2012

Capitulo 19 "La luz de mi oscuridad"


En la casa todo estaba a oscuras. Una niña de pelo castaño se escondía debajo de su mullido edredón, llorando y suplicando que los gritos finalizaran. Su madre ya le había dado las buenas noches, pero sin contarle su cuento favorito en consecuencia la niña no se podía dormir. Sonidos extraños se escuchaban al otro lado de la puerta de su habitación. Tenía miedo, pero se estaba haciendo pis y no quería que al día siguiente su papa la regañara por hacérselo en la cama porque se suponía que ya era una niña grande y las niñas grandes no hacían esas cosas.

La niña bajó de la cama con pequeños temblores a causa del miedo. Tubo ganas de ponerse a llorar cuando escuchó que algo se caía al suelo y se rompía. ¿Dónde estaba su mama? Abrió la puerta lentamente, y echó un pequeño vistazo para ver si había alguien. El pasillo estaba a oscuro pero no se sentía a nadie. Tragó saliva recordando lo que su papa le había contado sobre las niñas malas y los monstruos. La había advertido que si se portaba mal un monstruo aparecería por la noche y se la comería. Pero ella no se estaba portando mal, solo tenía pis y como no fuera rápida se lo haría encima y entonces si que vendrían a por ella.

Caminó lentamente por el pasillo cuando de repente escucho voces en el comedor.

-          ¿¡Pero quien te crees que eres!? – dijo una voz furiosa. Luego otro ruido de algo que se rompía.

-          Vas a despertar a la niña – gemía una mujer.

-          ¿Y que más me da a mi esa pequeña mocosa? – dijo el hombre todavía más furioso.

-          No la llames así, es mi hija – dijo la mujer subiendo el tono de voz.

-          Tu hija ¿no?

Unos pasos se acercaron a la puerta, detrás de ella la pequeña escuchaba paralizada por el miedo. El hombre abrió la puerta furioso y se quedo mirando a la niña de ojos oscuros empañados por las lagrimas con ira. La apartó con un empujón haciendo que la niña se cayera al suelo. Desde dentro de la sala la mujer de cabellos castaños se acercó a su hija acogiéndola entre sus brazos.

-          Mama, me hice pis – dijo la niña entre sollozos, miedosa.

-          No pasa nada mi niña, no pasa nada – dijo la mujer con una sonrisa tierna a pesar del ojo hinchado.

La pequeña alcanzó la mano hacía el rostro de su madre.

-          ¿Duele? – pregunto preocupada.

-          No, ya no. Si tu estas conmigo, el dolor desaparece.

Se escuchó el portazo de la puerta de la entrada. Las dos se quedaron abrazadas. La niña no paraba de llorar, mientras su madre la llenaba de palabras cariñosas llevándola a su cuarto. La cambió y la acurruco en la cama. Las ultimas palabras de su amada madre quedaron gravadas en aquel pequeño corazón, una palabras de despedida con una sola promesa, volvería a por ella. Después de aquel día en la vida de la niña se cernió una oscura y fría soledad. 




Samantha despertó de aquel sueño entre lagrimas, totalmente desesperada. Le costaba respirar presa de aquel triste sueño. Descubriendo para si misma el motivo de la marcha de su madre. Quería levantarse pero la falta de respiración la dejó paralizada en la cama. Entonces Jack entró por la puerta se acercó rápidamente a ella y la abrazó.

-          Sam, respira por favor – le dijo desesperado – Tranquilízate y respira. No estas sola, yo estoy contigo.

Al notar el calor de su cuerpo, su cálido aliento sobre mi pelo y el tranquilo latido de su corazón comencé a tranquilizarme. Jack me frotaba suavemente la espalda. Yo me aferraba muy fuerte a él.

-          Ahora lo recuerdo todo – dije en un susurro.

-          ¿Decías? – me dijo Jack como si hubiera estado en su mundo.

-          Ahora recuerdo porque se fue mi madre – dije al borde de las lagrimas, de nuevo.

Esa noche no hablamos más. Jack no dejó de abrazarme hasta que empecé a quedarme dormida por el llanto. Me acostó delicadamente para después besarme en la frente y susurrar entre dientes:

-          Descansa Sam, mañana te tengo preparada una sorpresa.

Quise contestarle pero me sumergí en un tranquilo sueño sin pesadillas.

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