Me siento en el alfeizar de un edificio no más alto que unos cuatro plantas y miro hacía abajo donde la gente pasa sin mirarme, sin percatarse que estoy ahí. A veces me gusta sentarme aquí y verlos pasar. Los observo a cada uno de ellos y me imagino lo que estarán pensando o porque van con tanta prisa a veces. Yo, que siempre voy con toda la tranquilidad del mundo me parece fascinante todos estos seres que van y vienen y que nunca se detienen. Me apoyo en mis manos apoyando sobre mis brazos todo el peso de mi cuerpo y con un pequeño impulso me tiro hacía abajo. No es más que un salto, caigo sobre el duro cemento como si fuera dar un salto desde el borde de una acera a la carretera.
Entonces toda esa gente pasa por mi lado. No admiran mi proeza, pero no me preocupa. Tampoco se percatan que estoy allí entre ellos, simplemente me rodean, no me miran, pasan de largo sin dedicarme la menor atención. Pero de vez en cuando hay alguna persona que esta tan metida en su mundo que ni siquiera me esquiva, pasa a través de mi.
Y es cuando me lleno por dentro. Me lleno por dentro con los pensamientos, las sensaciones, las respiraciones y el calor de esa persona. Se lo que quiere y se a lo que teme. Se porque corre o porque se arrastra hacía delante en su camino sin más remedio que seguir.
Me concentro en lo que me invade antes de que desaparezca y siento una sensación de urgencia, de urgencia y felicidad. Pasan por mi imágenes de una hermosa con mujer con cabellos color chocolate hecho tirabuzones que se ríe mientras con una mano protege su gran vientre en el cual reposa el pequeño que estaba por nacer. Él, que es quien corre y me llena por dentro, siente que le sobra el traje y piensa que menos mal que ya se había quitado la corbata pues necesitaba respirar abiertamente. Estaba a punto de ser padre, su esposa, el amor de su vida, estaba a punto de traer al mundo el que sería el primero de sus hijos, el fruto de su amor. La llamada en el trabajo le había llegado por sorpresa, por lo general el medico les había comunicado que todavía les quedaba semana y media para salir de cuentas pero al parecer el pequeño pateador tenia ganas de salir al mundo y ver la luz del día.
Sentía miedo por no saber llevar correctamente esa nuevo labor que se le encomendaba, la de ser padre, la de ser mentor y guiar por el buen camino. Pero a la vez se sentía extasiado pues podría darle a esa criatura todo lo que él no había podido tener. Él, que había sido criado entre familias de acogida a las que nunca les pareció lo suficiente bueno y que cuando tuvo la suficiente edad para hacer solo su camino se esforzó por demostrarle al mundo que él también lo valía. En la universidad estudiando y trabajando para poder costearse su aprendizaje conoció a la que hoy es su mujer. Una chica risueña llena de ilusiones y de sueños, a veces niñas a veces mujer, pero que lo colmaba por dentro y que le hacía sentir tan lleno con su amor y su bondad como no se había sentido nunca. Ahora estaban a punto de empezar una nueva etapa de sus vidas, la de ser padres...
La sensación se va desvaneciendo poco a poco y todos esos recuerdos y esos sentimientos que me habían llenado desaparecen siguiendo al hombre que corría sin parar. Dejo escapar un largo suspiro. Siempre es igual, nunca nada se queda conmigo, siempre me siento vacío, siempre soy una cascara vacía.
Que vida más triste la del espiritu/espectro pero tu inspiración esta volviendo, sigue asi ^^
ResponderEliminarPD:ni con ese poder se podria entender a una mujer XD
Por mucho que le llenen temporalmente esas cosas seguro que el espiritu vacio consigue vivir su propia historia que le llene :D
ResponderEliminarMe ha gustado mucho ^^