Akelarre fue el nombre que se le dio a las reuniones nocturnas en las que las mujeres consideradas brujas se reunían. También se las conoce como Sabbath (pero no hay que confundir a éste con el día de descanso según los judíos, que también es el sabbath). La palabra akelarre procede del euskera, de la unión de aker+larre, que literalmente se traduciría como "prado del cabrón" o del macho cabrío.
Se acusaba a las mujeres de usar estas reuniones como provocación, de invocar en ellas al diablo (el macho cabrío) para pactar con él, de llevar a cabo toda suerte de orgías en las que participa también el demonio, de hacer sacrificios o ritos malignos que causaban mal al pueblo... Aunque realmente, a estas reuniones no acudían extraños, con lo que esto no son sino elucubraciones e hipótesis hechas muchas veces desde el miedo o el rechazo. Probablemente el que una serie de mujeres se reuniesen por su cuenta no resultaba normal en la época y daba pie a rumores infundados, más aún si la reunión era por la noche, pero no hay pruebas de que realmente se realizaran esos sacrificios. Sí se sabe que se reunían, que bailaban desnudas bajo la luna, que preparaban infusiones con hierbas que ellas mismas solían recoger... poco para los castigos que sufrieron muchas de ellas después. También es posible que algunas de las cosas con los que se asociaron los akelarres sucedieran de algún modo provocadas por las propias supersticiones de la época, que conseguían que las mujeres llegaran a autosugestionarse hasta el punto de tener alucinaciones que luego relatarían (en las que sí que podría aparecer una imagen que les recordara al demonio).
Aun no habíamos bajado por
las escaleras cuando Blair se paró en seco. Se llevo las manos a la cabeza.
-
Espérame aquí,
enseguida vuelvo – no me dejo decir nada, no había terminado la frase cuando ya
se estaba yendo.
Desde abajo llegaban las
voces de la gente que había venido a mi fiesta. Me había levantado con muchas
ganas, llevaba esperando este día desde que era pequeña, pero ahora se me
antojaba agobiante. Mucha gente y muy poca era conocida. Gente que en realidad
ni me conocía y ni ganas tenía. Tenía el consuelo que al menos las personas que
más quería iban a estar presentes, aunque fueran pocas.
-
Ya estoy aquí
¡Casi se me olvidaba! – en la mano llevaba un frasquito pequeño trasparente con
un liquido amarillento – Tienes que bebértelo antes de bajar – me sonrío
satisfecha.
-
¿Eso es lo que
estabas preparando esta tarde? – no tenía muy buena pinta, la verdad.
-
Sí y ya lo sé, el
color no incita a bebértelo, pero me has dicho que me harías caso ¿recuerdas? –
alzó una ceja.
-
Si – dijo
apesadumbrada.
No tenía más remedio que
cumplir con mi palabra. Cogí el frasquito y le eche un vistazo. Al menos si
esto me mata no tendré que soportar al imbécil de Tomas nunca más. Lo destapé,
me tapé la nariz y me lo tragué de una sola vez. Para mi sorpresa no sabía nada
mal. Es más, creo que sabía a melón. Blair se rió ante mi expresión, me cogió
del brazo y bajamos.
No conocía a nadie. No
veía por ningún lado a Rosemary ni a mi padre. La gente se me iba acercando y
me iba saludando. Me dijeron tantos nombres que al tercero ya deje de intentar
recordarlos. Blair no se separaba de mí ni un ápice. Se lo agradecí con toda mi
alma, aunque ella no lo supiera me estaba haciendo un gran favor.
-
Hermanita,
estas... – me miró de arriba abajo. Por favor, que no diga que estoy mona, será
la numero cien desde que he bajado por las escaleras – encantadora – había
aguantado el aire y fue escuchar eso y dejarlo escapar de golpe. Max siempre me
tranquilizaba con sus palabras, era como si supiese lo que quería oír en cada
momento - ¿Cómo llevas la noche de tu cumpleaños?
Error. Esa no era la
pregunta correcta. Esto no parecía un cumpleaños, más bien era una reunión del
asilo. ¿Cómo conocía la intrusa a tanta gente mayor? Seguro que los había
invitado solo para sentirse más joven. La semana pasada se encontró una arruga
en la cara y se paso tres días encerrada en su dormitorio pringándose la cara
de crema.
-
No te preocupes
hermanita, si esto resulta ser tan aburrido como parece serlo nos vamos los
tres al bosque – se acercó a mi oído – Se donde guarda el viejo Henry su
botella de brandy – yo me reí por lo bajo.
-
Max, la noche
solo a comenzado – comenzó a decir Blair – A Holly le esperan muchas sorpresas
y te aseguro que no se va a aburrir.
Acto seguido me arrastró
hacía un lugar donde había menos gente. La verdad es que Blair no le tenía
mucha simpatía a Max. Según ella siendo el hijo de tal persona no debe ser tal
como aparenta. Pero la verdad es que Max siempre ha sido amable conmigo y se ha
mostrado muy generoso. Cuando todo cambió en mi vida el estuvo allí para darme
un mano y poder andar a su lado para seguir adelante.
-
Tu tía y tu
abuela están por venir – dijo Blair mientras tenía fija la mirada en la puerta
de la entrada.
-
¿Cómo lo...? – no
pude terminar la frase, la puerta se abrió.
Allí estaban. Mi verdadera
familia, por la que nunca había sentido rechazo. Los pies se me movieron solos.
En dos segundos estaba en los cálidos brazos de mi tía.
-
Felicidades
cariño – me dijo mientras me apretaba más fuerte hacía su cuerpo – Tu madre
estaría orgullosa de la bella mujercita en la que te estas convirtiendo.
Pero... – me miró de arriba abajo - ¿de quien ha sido la idea de este vestido?
– y puso una cara de burla.
-
De la... de
Rosemary – me mordí el labio inferior avergonzada.
-
¡Bah! – espetó de
golpe mi abuela – Esa chica nunca entendió nada – me miró y me sonrió - ¿No le
vas a dar un beso enorme a tu abuela? – y extendió los brazos hacía mi.
Al abrazar a mi abuela
sentí como una pieza dentro de mí empezaba a encajar, o más bien, como si me
dieran la pieza que me faltaba. El contacto de aquel beso en su mejilla
arrugada hizo que mi vello se erizada a notar una corriente por todo mi cuerpo.
El contacto de una mano sobre mi hombro me saco de mi sorpresa.
-
Holly, deja
respirar a tu abuela – era Rosemary – Me alegro de que hayáis podido venir.
Holly estaba ansiosa por veros – sonrío forzadamente – Pero claro, hoy es un
día importante, no me extraña que este nerviosa, ¿no Jane?
-
Por supuesto Rosy
– Rose hizo una mueca de fastidio al escuchar su nombre – Estamos muy contentas
de estar aquí hoy. Al fin y al cabo hoy no solo es un día importante para ella.
-
¡Hermana! – grito
mi padre haciéndose paso entre la gente – Me alegro tanto de que estés aquí –
mi tía le mató con la mirada, al parecer, ella tampoco le había perdonado nada
de lo sucedido tras su marcha – Por favor, instalaros en las habitaciones y
uniros a todos.
Rosemary y mi padre se
fueron a hablar con unos amigos y mi tía, mi abuela, Blair y yo fuimos arriba.
Era un alivio librarse de tanto agobio. Mucha gente se quedaba esta noche a
dormir en casa por lo que a mi tía y a mi abuela les toco dormir en una misma
habitación con camas separadas.
-
Blair, ¿se lo has
dado? – dijo mi tía mientras dejaba la maleta sobre la cama.
-
Por supuesto,
todo va según lo previsto – parecía satisfecha consigo misma.
-
Bien – mi tía
volteo sobre si misma y me miró – Holly por fin ha llegado el día, el día más importante
para todas nosotras.
-
¿Qué día? ¿Tan
importante es mi cumpleaños? – me gustaría que alguien me explicara de una vez
por todas de que iba todo esto.
No entendía porque
Rosemary parecía conocer a mi tía, ni porque esta le había llamado Rosy. ¿Qué
tenía de especial mi cumpleaños?
-
Hoy, Holly,
decidirás tu futuro – dijo mi abuela.
-
¿Mi futuro?
¿Quieres decir que tengo que decidir ya que es lo que voy hacer con mi vida?
-
De alguna manera
si – continúo mi tía – Hoy decidirás en que bando quieres estar.
-
¿Bando de qué? –
estaba totalmente confundida.
-
¿Todavía no te
has dado de quien eres? ¿De quien desciendes? ¿Cuál es tu misión? – dijo Blair.
-
No se de que me
estas hablando – espeté. Pero la verdad es que tenía cierta idea a lo que se
refería. Se refería a algo que ya Max me contó. Aunque ese día y los siguiente
yo no quisiese creerlo las pruebas hablaban por si solas. ¿Por qué sino iba a
ser capaz de curar con mis manos sin que me hiciera falta ningún tipo de
medicina?
-
Hija mía, eres
una bruja – anunció mi abuela – Una bruja de verdad, como nosotras – las miré a
las tres, me devolvieron una sonrisa cómplice – Tu madre, mi hija, también lo
fué. Era de las mejores. No había hechizo que no supiera. Ni alma que no
quisiera sanar.
>> Debería explicarte
que las brujas siempre hemos existido. Incluso antes que se dieran a conocer.
Seguro que habrás escuchado hablar que las brujas invocan al demonio o
cualquier barbaridad semejante. Déjame decirte, mi niña, que eso no es cierto.
Nosotras amamos a la madre tierra ya que es ella la que nos da la vida. Nos da
la fuerza y su sabiduría. Pero... como en todo no todo el mundo piensa igual y
se crea la rivalidad por el poder.
>> Hace muchos años,
más incluso de los que te puedas imaginar, la tierra vivía en paz y armonía con
todos lo seres vivos. Ella nos otorgaba su fuerza y nosotros nada más teníamos
que amarla y protegerla. Pero hubo una mujer que creyó que se podía sacar más
provecho de la vida. Quería utilizar el poder de la madre naturaleza para hacerse
más fuerte creyendo poder ser mejor que su diosa. Muchas más mujeres la
siguieron en su visión pero hubo de otras que se negaron. Esto hizo que se
crearan dos bandos enfrentados entre ellos.
>> Comenzó una lucha
por el poder. La madre naturaleza no actuó, no intervino, no ayudo al bando que
quería protegerla. Por lo que muchas de sus seguidoras se aliaron al otro
bando. Aun así la lucha siempre estuvo igualada. Pero un día, una de las
fervientes seguidoras de nuestra señora, cayó. La líder se fue al altar de la
diosa, con lágrimas en los ojos por la perdida, y le rogó:
>> Señora, vos
que sois la más buena, la más poderosa, la más bella ayúdanos a buscar la luz,
la paz. No queremos ninguna perdida más. Nosotras amamos tanto como vos lo que
nos rodea y, lamentablemente, odiamos esta guerra por tener que luchar con lo
que fueron un día nuestras hermanas. Guíanos en el camino, protégenos contra
mal. La diosa no contestó pero
delante de ella se materializo un objeto con destellos de múltiples colores. La
joven comprendió que eso era lo que las salvaría.
>> Al día siguiente,
en la batalla, la muchacha se presentó con el objeto. Antes de dar el aviso de
ataque lo alzo al cielo. En su interior suplico por la paz mientras que por sus
ojos brotaban lágrimas. Los destellos de luz del objeto se intensificaron y
alcanzaron a todos los presentes, dejándolos ciegos por unos segundos. Cuando
pudieron volver a ver se dieron cuenta que la mujer que inicio la batalla había
desaparecido y sin ella las fuerzas que las animaba a la lucha.
>> Aunque ese día la
batalla finalizó las ideologías de las hermanas no desapareció, igual que ambos
bandos. Aquel objeto no se volvió a encontrar o quizás las hermanas que
buscaban la paz definitiva lo escondieron para que nadie sacara de allí el mal.
Pero se inició una búsqueda y con ella querellas entre ambos bandos. Y así
continua siendo en la actualidad.
Mientras mi abuela me lo
explicó podía ver ante mi todas las imágenes de aquellos momentos. La lucha, la
furia, el deseo por el poder, el ansia de paz... una lucha de sentimientos se
desató en mi interior. Notaba como dos hilos tiraban de mí en direcciones
contrarias como si de eso les fuera la vida. Deje de ver lo que tenía frente a mí.
Las fuerzas me fallaron y caí de rodillas al suelo. Alcé la mirada y me vi
rodeada de bosque y vegetación. Una brisa fresca con olor a flores trajo el
canto de los pájaros a mis oídos. Frente a mi había un camino, un camino que
llevaba a una pequeña ermita. Conseguí levantarme con dificultad y seguí el
camino. La ermita se veía vieja y desgastada por el tiempo. La puerta de madera
estaba llena de vegetación. Mucho me temía que estuviera atrancada pero cuando
fui a empujarla esta se abrió sola.
Una luz me cegó a la vez
que llenó de calor y energía mi cuerpo. Me sentía capaz de todo y a la vez de
nada. Noté como alguien ponía sus manos frías en mis hombros. Abrí con
dificultad los ojos y ví a la mujer mas bella del mundo. Tenía los cabellos del color de la avellana,
largos con ondulaciones y una cinta hecho de flores de cerezo. Su piel era del
color del marfil. Sus ojos cristalinos me miraban con ternura y sus labios
finos y rosados me sonreían. Llevaba un túnica de un verde pálido con una cinta
en la cintura de un verde más oscuro.
-
¿Quién eres? – pregunté
en un suspiro de admiración.
Su sonrisa fue más amplia
pero no contestó. Sus manos se posaron en mi corazón y una luz llena de colores
brotó de todo mi cuerpo. Luego vi una
secuencia de imagines de las cuales no saque nada en claro. Salía mi tía, mi
abuela y Blair frente una hoguera cantando mi nombre. Luego vi a mi lobo
corriendo a la desesperada hacía un fuego. Me sentí caer y un hombre de ojos
verdes me cogió del brazo y me sacó. A los dos segundos me encontraba en un
callejón oscuro y escuché la voz algo mas grave de Max en mi cabeza. Quise
cerrar lo ojos y no ver nada pero la última imagen me dejo paralizada. Veía mis
manos llenas de sangre, mi corazón latió con dolor y de mis labios salió un
rugido. Luego no vi nada, solo escuché:
-
¡Ya vuelve! – la
voz de Blair.
Cuando desperté estaba en
mi cuarto y mi querida familia me observaba. Mi abuela me sonreía, mi tía me
abrazó y Blair no paraba de carcajear.
Me sentía diferente. Pero
no lograba recordar nada. Hace un momento estaba escuchando la historia de la
abuela y ahora estaba en mi cuarto. Mi tía se separó de mí y dijo:
-
Será mejor que
bajemos a tu fiesta o Rosy se enfadará – y rió para si.
Todas bajamos. Nadie había
notado nuestra ausencia salvo Max que cuando nos vio se lanzó hacía nosotras.
Me miró con cara interrogativa y luego sonrió.
-
¿Pasa algo? – le
pregunté.
-
No, nada, todo
esta genial – y se cruzó de brazos satisfecho.
Al poco rato me sentí
agobiada. No conocía a casi nadie. Mi tía y mi abuela se pusieron a charlar con
unas mujeres. Blair fue de caza a la mesa de la comida y no la volví a ver. Max
fue secuestrado por una mujer de cabello canoso que le empezó a preguntar cosas
sobre su vida. Así que viéndome sola y con calor salí al jardín con la
intención de guarecerme durante un rato en mi bosque. Pero, justo antes de
traspasar el umbral de la puerta, noté una mirada en mí. Un hombre, al fondo de
la sala, me miraba con intensidad. El color verde de sus ojos hizo palpitar mi
corazón con velocidad. Iba vestido de negro. La camisa la llevaba un poco
abierta y dejaba ver el vello de su pecho. Tenía los brazos cruzados. Sus
labios se curvaron en una sonrisa torcida pero a la vez atractiva,
atrayente. Cerré los ojos fuerte
pensando que eran imaginaciones mías, y así fué, porque cuando los abrí, él ya
no estaba.