Aunque
a veces puede parecer que fue Bram Stoker, con Drácula, el creador del
vampirismo y del mito del vampiro, los orígenes de esta criatura se remontan a
tiempos inmemoriales.
Casi siempre tratamos, por lo tanto, de
buscar los orígenes del vampirismo o de los vampiros en la literatura y tal vez
no vamos mal encaminados, pero no debamos limitarnos a las obras fantásticas
que están inspiradas en ellos.
Los egipcios, los chinos, los
babilonios, los griegos o los romanos, entre otras muchas civilizaciones,
hablaban ya hace mucho tiempo de criaturas y monstruos que chupaban la sangre.
La palabra vampiro tiene traducción
idéntica en multitud de países: vampyr en Serbia, pamgri en Hungría, danag en
Filipinas, kosac en croata, upir en ruso y muchísimas más.
El origen etimológico de la palabra
"vampiro" es eslavo ( "vampir") y su significado sería algo
a medias entre un ser volador, bebedor-succionador de sangre y lobo.
- Mi decisión fue la acertada – dijo el
tío que tenía delante, con su mirada negra como la noche y su pelo rubio
peinado a la última moda – No acepto que me digas lo contrario Matt, te he
querido siempre como un hijo, no hagas que me cabré contigo – me dijo.
Tras encontrarme con aquella ricura de
chica tuve que hacer un encargo para mi jefe, Allan. Un vampiro algo creído que
decía ser el ser que más me había querido. Me encontró perdido una noche cuando
yo era pequeño, le di tanta lastima que me acogió entre los suyos y me concedió
la vida eterna. Es decir, me convirtió en vampiro. Al convertirme él y no uno
cualquiera era mucho más fuerte que muchos. Tenía más fuerza que muchos
vampiros que había vivido durante siglos gracias a que bebí la sangre del más
poderoso de todos. Me miré las manos restándole importancia al comentario de
Allan. Aun las tenía llenas de pintura roja. No entendía muy bien que es lo que
estaba pasando, nadie se había parado a explicármelo con detalles. Lo único que
sabía es que se avecinaba una gran guerra.
- ¿Me has oído Matt? – me preguntó Allan
exasperado.
- Sí, claro – dije metiendo las manos en
mis bolsillos – Pero deberías haber dejado que me ocupara yo de Neria, apenas
tenía unos años de vida desde que volvió a nacer, era inexperta, no tenías que
haberla mandado a una muerte segura – dije firme – Esos lobos pulgosos no
tienen compasión con los de nuestra especie – la furia empezó a apoderarse de
mi.
Allan me contó que unos lobos,
licántropos, habían sido los que habían asesinado a mi familia, que por eso
estaba solo cuando me encontró. Quería vengarme de ellos y de paso ayudar a mi
querido amigo.
- Ya déjalo – se quejo Allan – No hay
remedio para ello – cogió la copa que tenía en la mesa de su derecha y le dio
un sorbo a la sangre caliente que contenía – Rose cariño, dime, ¿cuál será
nuestro próximo avance? – pregunto a una mujer de cabello rubio y ojos verdes.
- De momento esperaremos Allan. Tenemos
que ver como se toma ella nuestra noticia – se acercó a otra mesa donde había
fruta en una bandeja plateada y cogió una uva – Mi querida hijastra no hará
caso de tal advertencia, te lo aseguro, aunque posee poder y lo utiliza no esta
al tanto de lo que pronto acontecerá – o eso le gustaría pensar – Pero también
te puedo asegurar querido señor de la noche – su mirada se fue transformando en
una mirada fría y con sed de venganza – que mi hijo Max y Jane tomaran cartas
en el asunto.
- ¿Cómo puedes estar tan segura? Si bien
tengo entendido en el ultimo encuentro que tuviste con la bruja Jane perdiste –
el desdén resonó en las palabras de Allan – Perdiste tu cuerpo y la oportunidad
de hallar el objeto que nos daría la victoria, además, de convencer al
chiquilla para que formara parte de nuestro bando – sentenció.
Las palabras parecieron herir el orgullo
de la mujer, pues fulminó con la mirada a Allan y espachurro la uva que tenía
en la mano dejando caer un goteo morado en el suelo.
- Madre cálmate – de entre las columnas
apareció un chico de cabello oscuro como la noche y ojos carmesíes – Piensa que
estáis en las misma condiciones, más o menos – añadió – Jane también perdió su
cuerpo y con el, el trato con su querida y adorada sobrina y tu hijo, mi
hermano, no tiene poder para luchar contra nosotros – explicó muy seguro de si
mismo.
- Pero ellos tienen de su lado a los
malditos licántropos – dije formando parte de la conversación.
-Y ellos nos tienen a nosotros querido
amigo – dijo Allan – La lucha entre la oscuridad y la luz – dijo para si – He
esperado mucho tiempo este momento.
¡Ah ya! Ya entiendo. Se refieren a la
lucha aquella de los dos bandos de las brujas donde también formaron parte los
licántropos y los vampiros. Ellas, las brujas, no hacen mención de nuestra
participación en aquella batalla, quizás para dárselas de poderosas o vete tú a
saber qué. El caso es que esta rivalidad siempre a existido desde entonces y
durante los siglos ha habido múltiples querellas entre ambos bandos con el fin
de encontrar aquel objeto que se le concedió al bando de la luz y con el que
pusieron punto final a la batalla, o punto y aparte según como se mire.
-
Si me disculpáis – dije – Tengo
cosas que hacer – y me giré para irme.
Los deje allí, en aquella sala grande y
ostentosa llena de obras de arte de todos los tiempos y salí a la luz del día.
Sí, como nunca podríais imaginar, lo vampiros si que podemos salir a la luz del
sol. La gente pensaba que no podíamos pues con la luz arderíamos en llamas pero
eso es inventiva de los escritores. El hecho de que la gente pensara que nos
quemábamos a luz del sol era porque en los siglos pasados la manera de comer
era más segura por la noche. Durante el día nos manteníamos ocultos, aunque
alguna vez si que salíamos cuando surgía la necesidad. Cabe añadir que tampoco
nos afectan las cruces ni el ajo. Los humanos, tan simples, pensaban que con un
poco de metal y verdurita nos iban a poder exterminar. ¡Ja! Somos fuertes y son
pocas las cosas que no puedan matar.
Pase por unas calles algo oscuras y de
nuevo volví a salir a la luz. Me lave las manos en una fuente. Allí fue donde
volví a ver a la hermosa chica de la mañana. Estaba de espaldas a mí, apoyada
en una farola observando una revista. Se había puesto una falda. Su aroma dulce
inundo mis fosas nasales y la boca se me hizo agua.
-
Hola preciosa – dije en su oído.
Ella se sobresaltó y me miró asustada.
Cuando vió que era yo me sonrió tímida. Los colores se le subieron a la mejilla.
- Hola – dijo con voz tímida – Nos
volvemos a encontrar.
- Si, será cosa del destino, ¿no crees?
- No, no creo en el destino. Cada uno se
hace su propio camino. Cada decisión es importante en nuestras vidas, y son
estas mismas decisiones las que hacen cambiar nuestro destino. Pero... mejor me
callo, te aburriría si me pusiera a hablar de estas cosas – y rió suavemente.
Me encantó. A pesar de que su olor me
daba un hambre voraz me sentía incapaz de dañar su frágil cuerpo. Su sonrisa me
hechizaba y si mi corazón pudiese latir, latiría más rápido a causa de su
presencia. ¿Esto es a lo que llaman amor a primera vista?
Me pilló por sorpresa la aparición de
Matt. Estaba tan concentrada mirando ofertas de locales que no me percate de
que se acercaba por detrás.
-
¿Te gustaría dar un paseo
conmigo? – me ofreció.
Me lo pensé unos segundos. No estaba del
todo segura de confiar en alguien que conocía de unos minutos y menos después
de aquel mensaje en la pared de la cocina. Me puse nerviosa al darme cuenta de
que se refería. Dentro de mí esperaba que ese día no llegara tan pronto. Según
me había explicado Max, yo era una carta clave en aquella batalla, aunque ambos
desconocíamos porque. No pude aguantar
más y a la primera de cambio me fui. Lo que tuviera que pasar pasaría aunque yo
no quisiese, y eso es algo que me había repetido mil veces.
-
¿Qué me dices? – insistió
atrayéndome con la mirada.
-
Claro – y me ofreció su brazo
como un caballero de tiempos antiguos, yo le sonreí y me amarre a él - ¿Dónde
quieres ir?
-
¿Que pensabas hacer antes de que
mi camino me hubiera llevado a ti? – era tan majo.
-
Estaba mirando el precio de unos
cuantos locales – dije enseñándole la revista – Quiero montar mi propio
negocio.
-
¿Un negocio? ¿Pero cuantos años
tienes? – me dijo sorprendido.
-
Dieciocho recién cumplidos – me
sonrojé – Hace apenas unos días que los hice.
-
Vaya, ¿y ya lo has celebrado?
-
Pues no. No hemos tenido mucho
tiempo para ello. Ya te dicho esta mañana que hacia poco que me había mudado
aquí – le expliqué, ¿por qué me había puesto tan nerviosa?
-
Es verdad, que cabeza la mía –
dijo negando con la cabeza como si tuviera que haber estado en ello- ¡Ya se! –
dijo con una sonrisa reluciente - ¿Por qué no lo celebramos tú y yo?
Entonces me di cuenta que su piel era fría,
demasiado fría para estar en plena ola de calor. Asentí vagamente y me
concentre para detectar el aura de Matt. Cerré mis ojos al mismo tiempo que
paraba quieta en medio de la calle. Mi mente se lleno de niebla oscura, vi
sangre, vi odio pero a pesar de ello también vi bondad e inocencia. No había
ninguna duda de cual era su naturaleza. Matt era un vampiro. ¿Pero quien era yo
para juzgar que era si yo era una bruja?
-
¿Te pasa algo Holly? – su voz
sonó preocupada, abrí los ojos y me encontré con los suyos - ¿Estas bien? –
tenía el ceño fruncido.
-
Estoy bien – le sonreí para
tranquilizarlo – Matt – dije mientras volvía a iniciar la marcha - ¿crees en la
magia?
-
¿En la magia? – pareció dudar en
la respuesta durante unos segundos – Sí, por supuesto. Si no fuera por la magia
no te hubiera conocido.
-
Ya, entonces... ¿crees en hadas,
brujas, vampiros y cosas así? – dije riéndome, como si me mofara del asunto.
No soy estúpida. Me habían advertido de
que los vampiros no eran amigos. Matt parecía ser bueno, pero a lo mejor me
estaba tanteando para luego llevarme a una callejuela oscura y beber mi sangre.
Preferí hacerme la tonta, por mi vida. No sabía si era capaz de enfrentarme a
alguien como él.
-
Puede que sí, puede que no – dijo
mientras me guiñaba un ojo – De algún lado tendrán que salir todas esas
historias que se cuentan, ¿no? – me dijo divertido.
El tema no volvió a salir durante el
transcurso de la tarde. Paseamos y me enseño parte de la ciudad. Miramos algún
que otro local. Pero todavía no estaba convencida con cual quedarme. El dinero
no era un problema. Mi padre me había dicho que me prestaría el dinero que me
hiciese falta. Y aunque me dijo que no hacía falta que se lo devolviese mi
intención era hacerlo. Sin darme cuenta la noche empezó a caer. Y con la llegada
de la oscuridad mi mente dio una primera señal de alarma. Los vampiros están
más hambrientos por la noche. Además, salvo el café de por la mañana no había
comido nada y estaba deseando poner al horno la lasaña congelada que había
comprado con Max el día anterior.
-
¿Te apetece que te invite a
cenar? – me dijo como si fuera la cosa más normal del mundo para él.
Le miré desconfiada. ¿Invitarme a cenar
o invitarme a ser su cena? Por si caso no quise dar ningún paso más.
-
Gracias, pero me esperan en casa –
noté la decepción en su mirada – Me ha gustado mucho pasar contigo la tarde.
-
El gusto a sido mío – iba girarme
para irme para casa cuando sus palabras me detuvieron – Holly, ¿lo sabes
verdad?
-
¿El que? – dije confundida.
Se acerco a mí y noté su aliento fresco
en mi cara. La oscuridad de la calle no me impidió ver el brillo de sus ojos
verdes. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me aleje.
-
No se – se rascó la nuca – Toda
la tarde contigo y me he sentido más vivo que nunca. De verdad, no sabes que es
sentir eso para mi – tenía razón, no lo sabía – Me he dado cuenta que estabas a
gusto conmigo – alce una ceja interrogativa, el se rió al darse cuenta de que
no entendía nada – Normalmente las chicas me temen – dijo avergonzado.
-
No entiendo por que – no era
malo, con cada segundo que pasaba me estaba dando más cuenta.
-
Pero tu – siguió con su dialogo –
Tu no me temes – negué con la cabeza – Eso me gusta – sus labios estaban a
pocos centímetros de los míos – Tu me gustas – y sus labios fríos se juntaron
con los míos.
Su fuerte brazo me arrimó a su cuerpo
sintiendo su frescor. Deje caer mi bolso sin darme cuenta y rodeé su cuello con
mis brazos. Entre abrí mis labios invitando a su lengua. Cada célula de mi
cuerpo se movía nerviosa y sin temor a lo que tal depredador podía hacer si me
descuidaba. Su mano acarició mi espalda y me sentí estremecer. Pero aunque me
sentía mejor que nunca con aquel beso no me perdí en el. Me faltaba algo, me
faltaba calor. Y tan pronto como pensé eso en mi mente se hicieron presentes un
par de ojos verdes, de mirada dura, atrayente. Luego empecé a vislumbrar una
sonrisa torcida que derritió mis huesos. Me aparte de Matt.
-
Lo siento – dije cerrando fuerte
los ojos, no me atrevía a mirarle a los ojos, no me atrevía a abrir los míos y
perder aquel recuerdo – No puedo – cogí mi bolso del suelo torpemente y salí
corriendo.
-
¡Holly espera! – tan pronto como
dijo eso me choque con él.
-
¿Pero como?
Lo tenía delante de mí.
-
No te vayas, no huyas de mí.
Quiero que seas mía.
-
Déjala – dijo una voz tras de mi.
Me sorprendí al volverla a escuchar. Me
estremecí de placer al notar su aura caliente con el contraste de la fría de
Matt. Mire a Matt. Su mirada se había vuelto
fría, llena de furia. Dejo entrever unos colmillos blancos como la noche. Su postura
se transformó en ofensiva. Volví la mirada para comprobar que mis sentidos no
me habían fallado. Él estaba allí. Lo que vi en sus ojos no supe descifrar a
que se debía.
Había
salido a dar un paseo. No me apetecía estar encerrado con Jonas contándome una
vez tras otra como se había cargado a la chupasangre. En realidad había salido
sin tomar una dirección concreta, así que no estaba preparado para lo que vi.
Al dar
la vuelta a una esquina cualquiera, y a la luz de una farola me encontré con
una escena que me lleno de rabia. La misteriosa chica de ojos violeta estaba
besando a otro hombre. Tan pronto como pensé aquello me odié. ¿Qué me importaba
a mí que besara a otro hombre? Pero todo eso se me fue de la cabeza cuando me
di cuenta que a quien besaba no era un hombre, sino un vampiro. De repente ella
se separó y salió corriendo, pero el vampiro se lo impidió plantándose en
milésimas de segundo frente a ella.
-
No te vayas, no huyas de mí. Quiero que seas mía.
No pude
contenerme. ¿Suya? ¿Para que? Para beber toda su sangre y dejarla seca. Pensar
en aquello, en la posible ausencia de aquella chica, hizo que se creara un
vacío en mi interior. No estaba dispuesto a perder a nadie más. Me lo había
prometido. ¿Pero que era ella para mi? ¿Por qué tenía la gran necesidad de
protegerla?
-
Déjala – le ordené sin apenas pensármelo dos segundos.
Y
entonces caí en desgracia. Tantos años pensando que estaba solo. Que no tenía
una familia porque aquellos asquerosos chupasangres la habían matado, para
darme cuenta que aquel vampiro que tenía frente a mi no era otro que mi propio
hermano, Matt.