31 marzo 2012

Capitulo 10 "Amar al destino"


Aunque a veces puede parecer que fue Bram Stoker, con Drácula, el creador del vampirismo y del mito del vampiro, los orígenes de esta criatura se remontan a tiempos inmemoriales.
Casi siempre tratamos, por lo tanto, de buscar los orígenes del vampirismo o de los vampiros en la literatura y tal vez no vamos mal encaminados, pero no debamos limitarnos a las obras fantásticas que están inspiradas en ellos.
Los egipcios, los chinos, los babilonios, los griegos o los romanos, entre otras muchas civilizaciones, hablaban ya hace mucho tiempo de criaturas y monstruos que chupaban la sangre.
La palabra vampiro tiene traducción idéntica en multitud de países: vampyr en Serbia, pamgri en Hungría, danag en Filipinas, kosac en croata, upir en ruso y muchísimas más.
El origen etimológico de la palabra "vampiro" es eslavo ( "vampir") y su significado sería algo a medias entre un ser volador, bebedor-succionador de sangre y lobo.


- Mi decisión fue la acertada – dijo el tío que tenía delante, con su mirada negra como la noche y su pelo rubio peinado a la última moda – No acepto que me digas lo contrario Matt, te he querido siempre como un hijo, no hagas que me cabré contigo – me dijo.

Tras encontrarme con aquella ricura de chica tuve que hacer un encargo para mi jefe, Allan. Un vampiro algo creído que decía ser el ser que más me había querido. Me encontró perdido una noche cuando yo era pequeño, le di tanta lastima que me acogió entre los suyos y me concedió la vida eterna. Es decir, me convirtió en vampiro. Al convertirme él y no uno cualquiera era mucho más fuerte que muchos. Tenía más fuerza que muchos vampiros que había vivido durante siglos gracias a que bebí la sangre del más poderoso de todos. Me miré las manos restándole importancia al comentario de Allan. Aun las tenía llenas de pintura roja. No entendía muy bien que es lo que estaba pasando, nadie se había parado a explicármelo con detalles. Lo único que sabía es que se avecinaba una gran guerra.

- ¿Me has oído Matt? – me preguntó Allan exasperado.

- Sí, claro – dije metiendo las manos en mis bolsillos – Pero deberías haber dejado que me ocupara yo de Neria, apenas tenía unos años de vida desde que volvió a nacer, era inexperta, no tenías que haberla mandado a una muerte segura – dije firme – Esos lobos pulgosos no tienen compasión con los de nuestra especie – la furia empezó a apoderarse de mi.

Allan me contó que unos lobos, licántropos, habían sido los que habían asesinado a mi familia, que por eso estaba solo cuando me encontró. Quería vengarme de ellos y de paso ayudar a mi querido amigo.

- Ya déjalo – se quejo Allan – No hay remedio para ello – cogió la copa que tenía en la mesa de su derecha y le dio un sorbo a la sangre caliente que contenía – Rose cariño, dime, ¿cuál será nuestro próximo avance? – pregunto a una mujer de cabello rubio y ojos verdes.

- De momento esperaremos Allan. Tenemos que ver como se toma ella nuestra noticia – se acercó a otra mesa donde había fruta en una bandeja plateada y cogió una uva – Mi querida hijastra no hará caso de tal advertencia, te lo aseguro, aunque posee poder y lo utiliza no esta al tanto de lo que pronto acontecerá – o eso le gustaría pensar – Pero también te puedo asegurar querido señor de la noche – su mirada se fue transformando en una mirada fría y con sed de venganza – que mi hijo Max y Jane tomaran cartas en el asunto.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? Si bien tengo entendido en el ultimo encuentro que tuviste con la bruja Jane perdiste – el desdén resonó en las palabras de Allan – Perdiste tu cuerpo y la oportunidad de hallar el objeto que nos daría la victoria, además, de convencer al chiquilla para que formara parte de nuestro bando – sentenció.
Las palabras parecieron herir el orgullo de la mujer, pues fulminó con la mirada a Allan y espachurro la uva que tenía en la mano dejando caer un goteo morado en el suelo.

- Madre cálmate – de entre las columnas apareció un chico de cabello oscuro como la noche y ojos carmesíes – Piensa que estáis en las misma condiciones, más o menos – añadió – Jane también perdió su cuerpo y con el, el trato con su querida y adorada sobrina y tu hijo, mi hermano, no tiene poder para luchar contra nosotros – explicó muy seguro de si mismo.

- Pero ellos tienen de su lado a los malditos licántropos – dije formando parte de la conversación.

-Y ellos nos tienen a nosotros querido amigo – dijo Allan – La lucha entre la oscuridad y la luz – dijo para si – He esperado mucho tiempo este momento.

¡Ah ya! Ya entiendo. Se refieren a la lucha aquella de los dos bandos de las brujas donde también formaron parte los licántropos y los vampiros. Ellas, las brujas, no hacen mención de nuestra participación en aquella batalla, quizás para dárselas de poderosas o vete tú a saber qué. El caso es que esta rivalidad siempre a existido desde entonces y durante los siglos ha habido múltiples querellas entre ambos bandos con el fin de encontrar aquel objeto que se le concedió al bando de la luz y con el que pusieron punto final a la batalla, o punto y aparte según como se mire.

-          Si me disculpáis – dije – Tengo cosas que hacer – y me giré para irme.

Los deje allí, en aquella sala grande y ostentosa llena de obras de arte de todos los tiempos y salí a la luz del día. Sí, como nunca podríais imaginar, lo vampiros si que podemos salir a la luz del sol. La gente pensaba que no podíamos pues con la luz arderíamos en llamas pero eso es inventiva de los escritores. El hecho de que la gente pensara que nos quemábamos a luz del sol era porque en los siglos pasados la manera de comer era más segura por la noche. Durante el día nos manteníamos ocultos, aunque alguna vez si que salíamos cuando surgía la necesidad. Cabe añadir que tampoco nos afectan las cruces ni el ajo. Los humanos, tan simples, pensaban que con un poco de metal y verdurita nos iban a poder exterminar. ¡Ja! Somos fuertes y son pocas las cosas que no puedan matar.

Pase por unas calles algo oscuras y de nuevo volví a salir a la luz. Me lave las manos en una fuente. Allí fue donde volví a ver a la hermosa chica de la mañana. Estaba de espaldas a mí, apoyada en una farola observando una revista. Se había puesto una falda. Su aroma dulce inundo mis fosas nasales y la boca se me hizo agua.

-          Hola preciosa – dije en su oído.

Ella se sobresaltó y me miró asustada. Cuando vió que era yo me sonrió tímida. Los colores se le subieron a la mejilla.

- Hola – dijo con voz tímida – Nos volvemos a encontrar.

- Si, será cosa del destino, ¿no crees?

- No, no creo en el destino. Cada uno se hace su propio camino. Cada decisión es importante en nuestras vidas, y son estas mismas decisiones las que hacen cambiar nuestro destino. Pero... mejor me callo, te aburriría si me pusiera a hablar de estas cosas – y rió suavemente.

Me encantó. A pesar de que su olor me daba un hambre voraz me sentía incapaz de dañar su frágil cuerpo. Su sonrisa me hechizaba y si mi corazón pudiese latir, latiría más rápido a causa de su presencia. ¿Esto es a lo que llaman amor a primera vista?



Me pilló por sorpresa la aparición de Matt. Estaba tan concentrada mirando ofertas de locales que no me percate de que se acercaba por detrás.

-          ¿Te gustaría dar un paseo conmigo? – me ofreció.

Me lo pensé unos segundos. No estaba del todo segura de confiar en alguien que conocía de unos minutos y menos después de aquel mensaje en la pared de la cocina. Me puse nerviosa al darme cuenta de que se refería. Dentro de mí esperaba que ese día no llegara tan pronto. Según me había explicado Max, yo era una carta clave en aquella batalla, aunque ambos desconocíamos porque.  No pude aguantar más y a la primera de cambio me fui. Lo que tuviera que pasar pasaría aunque yo no quisiese, y eso es algo que me había repetido mil veces.

-          ¿Qué me dices? – insistió atrayéndome con la mirada.

-          Claro – y me ofreció su brazo como un caballero de tiempos antiguos, yo le sonreí y me amarre a él - ¿Dónde quieres ir?

-          ¿Que pensabas hacer antes de que mi camino me hubiera llevado a ti? – era tan majo.

-          Estaba mirando el precio de unos cuantos locales – dije enseñándole la revista – Quiero montar mi propio negocio.

-          ¿Un negocio? ¿Pero cuantos años tienes? – me dijo sorprendido.

-          Dieciocho recién cumplidos – me sonrojé – Hace apenas unos días que los hice.

-          Vaya, ¿y ya lo has celebrado?

-          Pues no. No hemos tenido mucho tiempo para ello. Ya te dicho esta mañana que hacia poco que me había mudado aquí – le expliqué, ¿por qué me había puesto tan nerviosa?

-          Es verdad, que cabeza la mía – dijo negando con la cabeza como si tuviera que haber estado en ello- ¡Ya se! – dijo con una sonrisa reluciente - ¿Por qué no lo celebramos tú y yo?

Entonces me di cuenta que su piel era fría, demasiado fría para estar en plena ola de calor. Asentí vagamente y me concentre para detectar el aura de Matt. Cerré mis ojos al mismo tiempo que paraba quieta en medio de la calle. Mi mente se lleno de niebla oscura, vi sangre, vi odio pero a pesar de ello también vi bondad e inocencia. No había ninguna duda de cual era su naturaleza. Matt era un vampiro. ¿Pero quien era yo para juzgar que era si yo era una bruja?

-          ¿Te pasa algo Holly? – su voz sonó preocupada, abrí los ojos y me encontré con los suyos - ¿Estas bien? – tenía el ceño fruncido.

-          Estoy bien – le sonreí para tranquilizarlo – Matt – dije mientras volvía a iniciar la marcha - ¿crees en la magia?

-          ¿En la magia? – pareció dudar en la respuesta durante unos segundos – Sí, por supuesto. Si no fuera por la magia no te hubiera conocido.

-          Ya, entonces... ¿crees en hadas, brujas, vampiros y cosas así? – dije riéndome, como si me mofara del asunto.

No soy estúpida. Me habían advertido de que los vampiros no eran amigos. Matt parecía ser bueno, pero a lo mejor me estaba tanteando para luego llevarme a una callejuela oscura y beber mi sangre. Preferí hacerme la tonta, por mi vida. No sabía si era capaz de enfrentarme a alguien como él.

-          Puede que sí, puede que no – dijo mientras me guiñaba un ojo – De algún lado tendrán que salir todas esas historias que se cuentan, ¿no? – me dijo divertido.

El tema no volvió a salir durante el transcurso de la tarde. Paseamos y me enseño parte de la ciudad. Miramos algún que otro local. Pero todavía no estaba convencida con cual quedarme. El dinero no era un problema. Mi padre me había dicho que me prestaría el dinero que me hiciese falta. Y aunque me dijo que no hacía falta que se lo devolviese mi intención era hacerlo. Sin darme cuenta la noche empezó a caer. Y con la llegada de la oscuridad mi mente dio una primera señal de alarma. Los vampiros están más hambrientos por la noche. Además, salvo el café de por la mañana no había comido nada y estaba deseando poner al horno la lasaña congelada que había comprado con Max el día anterior.

-          ¿Te apetece que te invite a cenar? – me dijo como si fuera la cosa más normal del mundo para él.

Le miré desconfiada. ¿Invitarme a cenar o invitarme a ser su cena? Por si caso no quise dar ningún paso más.

-          Gracias, pero me esperan en casa – noté la decepción en su mirada – Me ha gustado mucho pasar contigo la tarde.

-          El gusto a sido mío – iba girarme para irme para casa cuando sus palabras me detuvieron – Holly, ¿lo sabes verdad?

-          ¿El que? – dije confundida.

Se acerco a mí y noté su aliento fresco en mi cara. La oscuridad de la calle no me impidió ver el brillo de sus ojos verdes. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me aleje.

-          No se – se rascó la nuca – Toda la tarde contigo y me he sentido más vivo que nunca. De verdad, no sabes que es sentir eso para mi – tenía razón, no lo sabía – Me he dado cuenta que estabas a gusto conmigo – alce una ceja interrogativa, el se rió al darse cuenta de que no entendía nada – Normalmente las chicas me temen – dijo avergonzado.

-          No entiendo por que – no era malo, con cada segundo que pasaba me estaba dando más cuenta.

-          Pero tu – siguió con su dialogo – Tu no me temes – negué con la cabeza – Eso me gusta – sus labios estaban a pocos centímetros de los míos – Tu me gustas – y sus labios fríos se juntaron con los míos.

Su fuerte brazo me arrimó a su cuerpo sintiendo su frescor. Deje caer mi bolso sin darme cuenta y rodeé su cuello con mis brazos. Entre abrí mis labios invitando a su lengua. Cada célula de mi cuerpo se movía nerviosa y sin temor a lo que tal depredador podía hacer si me descuidaba. Su mano acarició mi espalda y me sentí estremecer. Pero aunque me sentía mejor que nunca con aquel beso no me perdí en el. Me faltaba algo, me faltaba calor. Y tan pronto como pensé eso en mi mente se hicieron presentes un par de ojos verdes, de mirada dura, atrayente. Luego empecé a vislumbrar una sonrisa torcida que derritió mis huesos. Me aparte de Matt.

-          Lo siento – dije cerrando fuerte los ojos, no me atrevía a mirarle a los ojos, no me atrevía a abrir los míos y perder aquel recuerdo – No puedo – cogí mi bolso del suelo torpemente y salí corriendo.

-          ¡Holly espera! – tan pronto como dijo eso me choque con él.

-          ¿Pero como?

Lo tenía delante de mí.

-          No te vayas, no huyas de mí. Quiero que seas mía.

-          Déjala – dijo una voz tras de mi.

Me sorprendí al volverla a escuchar. Me estremecí de placer al notar su aura caliente con el contraste de la fría de Matt. Mire a Matt. Su mirada se había vuelto fría, llena de furia. Dejo entrever unos colmillos blancos como la noche. Su postura se transformó en ofensiva. Volví la mirada para comprobar que mis sentidos no me habían fallado. Él estaba allí. Lo que vi en sus ojos no supe descifrar a que se debía.




Había salido a dar un paseo. No me apetecía estar encerrado con Jonas contándome una vez tras otra como se había cargado a la chupasangre. En realidad había salido sin tomar una dirección concreta, así que no estaba preparado para lo que vi.

Al dar la vuelta a una esquina cualquiera, y a la luz de una farola me encontré con una escena que me lleno de rabia. La misteriosa chica de ojos violeta estaba besando a otro hombre. Tan pronto como pensé aquello me odié. ¿Qué me importaba a mí que besara a otro hombre? Pero todo eso se me fue de la cabeza cuando me di cuenta que a quien besaba no era un hombre, sino un vampiro. De repente ella se separó y salió corriendo, pero el vampiro se lo impidió plantándose en milésimas de segundo frente a ella.

-          No te vayas, no huyas de mí. Quiero que seas mía.

No pude contenerme. ¿Suya? ¿Para que? Para beber toda su sangre y dejarla seca. Pensar en aquello, en la posible ausencia de aquella chica, hizo que se creara un vacío en mi interior. No estaba dispuesto a perder a nadie más. Me lo había prometido. ¿Pero que era ella para mi? ¿Por qué tenía la gran necesidad de protegerla?

-          Déjala – le ordené sin apenas pensármelo dos segundos.

Y entonces caí en desgracia. Tantos años pensando que estaba solo. Que no tenía una familia porque aquellos asquerosos chupasangres la habían matado, para darme cuenta que aquel vampiro que tenía frente a mi no era otro que mi propio hermano, Matt. 

28 marzo 2012

Bestias, pasado, sangre y futuro.

La madera cruje en la chimenea consumiéndose por las llamas. Esa era la única luz que alumbra la sala. Un pequeña biblioteca, con un par de sillones antiguos que se situaban adorando al fuego. Yo, sentado en uno de ellos, levanto mi mano con mi copa de... ¿qué era esta noche? Bah, alcohol. El liquido ambarino y traslucido se mezcla con el baile de las llamas. La noche era larga, como la que más. Aunque realmente no sabía si era de noche. Las ventanas estaban tapadas con maderas, impidiendo que entrara cualquier rayo de luz. Tampoco sabia cuando días hacia que me escondía en aquella vieja casona abandonada. Había hecho un paro en mi camino aunque sabía que tenía prisa y que le estaba esperando. Pero aquella botella de whisky le hizo tragar saliva y no se pudo contener. ¡Maldita bebida! Pero era lo único que tenía sentido en este mundo para él. Porque todo lo demás había cambiado, de un día para otro. Sin preguntar si se podía, o sin avisar si quiera.


¿ Bestias que se comían a la gente? ¿En serio? Puta mierda de todo. Había visto morir a sus amigos, a su familia, a su mujer que esperaba a su hijo... y seguía viviendo. Pero, ¿para que? Cuando conocía a Liss algo dentro de él empezó a encajar, ya no se sintió extraño siendo como era. Empezaba a darse cuenta que su forma de ser congeniaba con la de ella. Había sentido la necesidad de quererla y protegerla. Puesto que ella la daba sentido a su vida, a querer abrir los ojos por las mañanas. La vida era casi perfecta. Hasta que lo dijeron por las noticias. No sabían de donde venían, o que eran. Había gente que pensaba que era un ser humano mutado. Y puede ser que en algún momento fuera así, pero incluso esas cosas habían comenzado a reproducirse... Y no quería saber como, la mera idea de imaginarlo me producen arcadas.


Para el caso, cuando me quise dar cuenta de lo que estaba ocurriendo, de que era real poco más pude hacer que esconderme junto con Liss. Pero ella estaba embarazada de 8 meses y no podía moverse mucho. No había sido un embarazo fácil. Resguardados en el sótano de nuestra casa escuchamos ruido arriba. Escuchamos pedir ayuda y la mirada de Liss reflejo  la necesidad de socorrer, estaba alterada. Quise salir a investigar, pero no encontré nada. Salvo cuando di media vuelta. Liss estaba muerta..


Me bebo el último trago de mi copa y la lanzo contra el fuego. Este se enciende vacilon durante unos segundos. Pero oh, fantástico. ¡Hay más! Me limite a sobrevivir, a seguir adelante. Nunca había sido una persona que se dejara vencer por las emociones. Aunque necesitaba realmente a Liss ella ya no estaba y ya no tenia que demostrar nada a nadie. Pero si podía hacer algo, acabar con cada cosa que devoró a mi familia. Y así hice. Cada cosa que ha pasado por delante de mi no ha visto ningún nuevo amanecer. Pasaron los años, yo seguía mi instinto. Hasta que un día, cuando quise darme cuenta de todo el tiempo que había pasado, lo vi. El reflejo en el espejo era de un hombre, de unos treinta años, pero realmente debía tener unos sesenta y pocos. ¡Tachan! No envejezco. ¿Chachi verdad? Pues no. Es una puta jodida mierda. ¡Esto nunca termina!


Y para colmo ahora me toca ir a un aquelarre del norte de donde me encontraba. Tenían ciertas hipótesis sobre algo, un movimiento controlado o algo así, de las bestias. Y necesitaban de mi sabiduría. ¡oh, halagador! Mierda. Aunque realmente sentía curiosidad. ¿Un aquelarre dirigido por una mujer? Era una niña la última vez que la vi. ¿Ya era capaz la pequeña Ariadna? Eso tenía que verlo, incluso de ponerlo a prueba, je.

27 marzo 2012

Capitulo 17 "La luz de mi oscuridad"


-          Vamos Saaaaam, o no llegaremos nunca – me dijo Mikel tirando de mi mano mientras yo bostezaba.

No había dormido apenas aquella noche. Estaba preocupada por mi madre, no podía evitarlo. Como tampoco podía evitar mirar de reojo a aquel chico que caminaba enérgico con una camiseta de tirantes blanca pantalones hasta la rodillas negros y una gorra de ambos colores. Estaba guapísimo. La camiseta dejaba imaginar unos abdominales bien formados y los pantalones... Desde atrás la vistas eran inmejorables. James con una chándal bastante ordinario caminaba detrás de nosotros con una sonrisa.

-          Venga patosilla – grito Jack sonriente.

-          ¿Cómo que patosilla? – le dije indignada y me fui hacia él – Te vas a enterar de lo que has ...

Acto seguido me encontraba en el suelo, menos mal que paré el golpe con la mano que sino caía de boca.

-          Lo sabía – dijo Jack mientras me cogía del brazo y me ayudaba a levantarme.

Nuestras miradas quedaron fijas una en la otra. Mi corazón dio un salto dentro de mi pecho. Me sumergí en el cristalino color de sus ojos olvidándome de donde estábamos. El tiempo pareció detenerse. Caí de pies a tierra cuando Mikel volvió a tirar de mi. Otra vez esa extraña sensación. Mientras caminábamos mi mente voló dentro de aquellos ojos. Buscando una respuesta a lo que dentro de mi se desataba.

-          ¡Ya hemos llegado! – grito Mikel llenó de alegría.

Delante de nosotros había un gran prado lleno de amapolas. Mariposas volaban de flor en flor. Daban ganas de estirarse en ese mar rojo y dejarse llevar a un lugar donde no hubieran preocupaciones, donde todo estuviera claro, donde nada me volviera a hacer daño.

-          ¿Te gusta? – me pregunto James.

-          Es precioso – le dije con una gran sonrisa.

Nos sentamos a almorzar. La brisa era fresca a pesar de que estábamos a punto de alcanzar el verano. Mikel se quedó dormido en mi rodillas y James fue a hablar por móvil, un abogado no descansaba ni en domingo. Jack y yo nos quedamos observando aquel prado.

-          ¿Cuándo descubristeis este sitio? – le pregunte maravillada con el paisaje.

-          Mi padres me llevaban aquí cada vez se aproximaba el verano, como si fuera un ritual. Ellos ya conocían este sitio antes de que yo naciera – dije con un alo triste en la voz.

Nunca había mencionado a sus padres. Ni yo tampoco había caído que vivían con su tío y no con sus padres. Me dio cosa preguntar siempre donde se encontraban. Nadie decía nada, por eso yo no preguntaba.

Jack me miro fijamente, como tantas otras veces, pero esta vez tenía algo diferente, no sabía explicar porque pero el caso es que mi corazón se me aceleró. Jack se acercó más a mi. Su cara estaba a apenas a unos centímetros de la mía. Noté como contenía la respiración. Vi como sus labios se me aproximaban.

20 marzo 2012

Bajo la lluvia


¿Sabes? Me gustaría pensar que el camino que estoy escogiendo es el correcto. Hay días que de verdad lo pienso, otros me gustaría huir e ir lejos, donde solo pudiera encontrarme quien yo quisiese. ¿Adivinas quién? No, creo que no lo acertarías y menos en un día como hoy.

Siempre te valoraste poco, nunca te viste como realmente eres. Un modelo a seguir, un héroe a mi ver. Siempre has estado a mi lado, aunque no te lo pidiera, aunque quisiera estar sola, siempre  estuviste allí y te lo agradezco de corazón.

Sé que suena egoísta pero me gustaría que estuvieses aquí, apoyándome. Para que me digas si de verdad  estoy haciendo lo correcto. Aunque entiendo que no quieras venir. Y la verdad, es mejor así. Estoy segura de que si saliera y te viera ahora mismo con tu sonrisa torcida, el pañuelo en la cabeza y las manos en los bolsillos... Saldría a la carrera y me tiraría en tus brazos sabiendo que en el mismo momento que mis brazos rodearan tu cuello tu sacarías las manos de los bolsillos y rodearías con ellas mi cintura. Luego, como has hecho siempre, esconderías la cara en mis cabellos... Y en ese momento me olvidaría de todo y de todos... Y sabes tan bien como yo que eso no debería ser así...

¿Te acuerdas de cómo nos conocimos? Era por la tarde, llovía y yo estaba dando una vuelta por una carretera alejada de la población porque había ido a visitar a mi abuela.

Me estaba agobiando dentro de aquella casa con olor a naftalina y salí con mi paraguas a la calle. Tú te cruzaste conmigo, pero ni siquiera me vistes. No llevabas paraguas y te estabas empapando entero. El pañuelo de la cabeza lo tenías pegado a la cabeza, por la chupa de cuero resbalaban las gotas de lluvia y en tu cara solo se reflejaba la rabia. Me acerque a ti y te puse mi paraguas sobre la cabeza. Tú me miraste y yo me sorprendí al ver tus ojos de color miel. Me cautivaron. “Te estas mojando” te dije. “Déjame en paz” farfullaste. Pero a pesar de tu contestación yo seguí tapándote con mi paraguas. “¿Por qué me sigues?” me dijiste. “Para que no te empapes más. Si quieres puedes venir a casa mi abuela a secarte, no esta muy lejos de aquí” Me miraste extrañado. Al final accediste pero no sin parar de quejarte de las féminas. Que quieras que te diga, para mi fue mejor que tu novia te dejara en medio de aquella carretera. Gracias a ello nos conocimos.
Gracias a ello supe que era el preocuparse por alguien más que por uno mismo, aprendí a reír de verdad, aprendí a apreciar la vida y valorarme a mi misma.

También sé que no es momento para decir lo que tengo que decirte pero no puedo tenerlo dentro de mí. Pero realmente te necesito aquí a mi lado. No se que nos paso aquel día. No entiendo porque todo tuvo que cambiar. ¿Tan grave fue lo que paso? ¿Tanto miedo teníamos de sentir lo que sentíamos? ¿Tan malo fue aquel beso que hizo que nos separáramos? Yo soy culpable por esconderme y no querer hablar pero tú también lo eres por irte sin decir nada. Me dejaste descolocada, confusa y alterada. Lo que sentí con el aquel beso fue indescriptible. Desde luego no fue como los besos que anteriormente había dado. Ese beso me cambió pero también me dolió.

Siempre nos habíamos llevado genial, teníamos una conexión que superaba a la relación que tenían muchas parejas a pesar de que nosotros solo éramos muy buenos amigos. Nos entendíamos con facilidad y pocas veces tuvimos discusiones. Siempre estábamos allí para el otro. Pero..., ¿no te diste cuenta que si no tuvimos una relación con otra persona fue por algo? No nos hacía falta nadie más porque nos teníamos el uno al otro.


Y aquí me tienes, dando un paso importante en mi vida. Apunto de cruzar un pasillo para entregarme en cuerpo y alma a otro hombre, a otro que no eres tú. ¿Y sabes que es lo que realmente no entiendo? Que la persona que me gustaría que estuviese al final del pasillo seas tú. ¿Pero no es así verdad? No eres tú y tampoco te veré hoy.

¡Qué estúpida! Estoy llorando y no debería ser así. Debería estar feliz y gloriosa. Al fin y al cabo, es el día de mi boda ¿no? El sueño de cualquier mujer... ¿Mi sueño?


Ella cerró la carta sin haber firmado, sabiendo que él sabría de quien se trataba. Le dio la carta a su hermana, ella sabría qué hacer con ella y le evitaría que estar mucho rato en aquel lugar que no le agradaba. Sin decir nada su hermana se fué. Ella se miró al espejo. El rimel se le había corrido dejando dos manchones negros por su rostro. Cogió papel e intento arreglarlo. Pero ¿quién arreglaba su corazón? ¿De verdad estaba dispuesta a dar este paso?

Picaron a la puerta.

-          Es la hora- dijo su padre.

Se le veía feliz. Pero no estaba contento. Sabía que su hija no estaba contenta. Como también sabía que aquel hombre que la esperaba al otro lado del pasillo no era la persona a la que su hija amaba. Ella se aferró del fuerte brazo de su padre sintiéndose, solo por unos segundos, segura de lo que iba a hacer.

Se abrieron las puertas. La música empezó a sonar. La gente volteó la cabeza hacía ella. Todos sonreía y tenían las cámaras preparadas para inmortalizar el momento. Él la esperaba al final del pasillo. Sonriente, feliz. Ella dio el primer paso mientras dejaba escapar un sonoro suspiro que no paso desapercibido por el padre.

Es lo correcto, no hay más, es lo único que puedo hacer. Es mi oportunidad para ser feliz. Se repetía una y otra vez. ¿Y porque sentía que estaba apunto de cometer el error más grande de su vida? ¿Por qué quería que nada de esto fuera real? ¿Por qué quería que esto no fuera más que una pesadilla?

Se cogió de la mano de su futuro esposo. Sus ojos verdes la observaban felices. Ella tuvo que reconocer que sus ojos eran bonitos pero no eran los que ella quería ver. Le sonrío con desconfianza a lo que el novio pensó que era una sonrisa llena de nerviosismo.

Miro de reojo la puerta del final esperando que se abriera mientras el cura iniciaba la ceremonia. Cada palabra la ponía nerviosa. ¿Por qué todo parecía ir tan rápido? Miró al novio, él también la miro. Se sentía a gusto con él y sabía hacerla reír pero no conseguía que la risa llegara a sus ojos. Tampoco la conocía realmente. Nunca sintió ese nerviosismo por volver a verle después de una tarde juntos. Ni sentía la necesidad de hablar con él a cada momento. Siempre cogía el móvil, tecleaba un número, pero no era del hombre aquí presente. Era un número que se sabía de memoria y al cual nunca se atrevía a llamar.


Tenía miedo al rechazo de esa llamada, a su rechazo. Que no quisiera saber nada de ella. O lo que es peor, que ya no supiera quién es, ni que fueron el uno para el otro. Escuchó un ruido a su espalda, se giró pero no le vio. Había sido un banco de la iglesia moviéndose. Su pulso se había acelerado. Y la respiración la sentía agitada.

Empezó a recordar cada momento que paso con él. Se le hacían tan reales, como si los estuviera sintiendo ahora mismo. Escuchaba su risa contra su rostro, las caricias en su brazo, su mirada cómplice, sus labios sobre los suyos... Se llevo la mano enguantada a la boca. ¿Qué estaba haciendo? Miró al novio, luego al cura y de nuevo al novio. Él la miró con el ceño fruncido.

-          ¿Estas bien? – le preguntó.

No, no estaba bien. No estaba bien ni ella ni lo que estaba apunto de hacer. Era preferible estar sola a vivir una mentira. Aquel hombre frente a ella no era él. No lo sería nunca por mucho que se obcecase en ello. Se agarró las faldas de su blanco vestido.

-          Lo siento – le dijo.

Y salió corriendo por el pasillo atravesando la puerta y saliendo a la plaza de la iglesia. Llovía, llovía con fuerza. Pero no le importó mojarse. Empezó a correr de nuevo, sin saber a donde iba. No le importaba a donde ir.

De pronto se paró y supo con certeza a donde quería ir. Cogió el primer taxi que le pasó por delante. Le dio la dirección. El hombre de cabello canoso lo miró extrañado. ¿Una novia a la fuga?

Ella miraba por la ventana nerviosa. Veía los árboles pasar, la lluvia no cesaba. Estaba empapada pero no le importaba. El vestido se le pegaba al cuerpo y se hacía algo molesto pero esto tampoco le importó. Quería volver allí, a donde comenzó todo. El taxista paró y ella le dio todo el dinero que llevaba escondido en el escote del vestido. Nunca iba sin nada encima.

El taxi se fue, dejándola sola en aquella carretera al amparo de la lluvia. Se echó para atrás unos cabellos que la molestaban a la vista. Se abrazó a si misma y sintió como sus lagrimas se confundían con las gotas de lluvia que caían por su rostro.

Pero de repente la lluvia paro de caer sobre de ella. Abrió los ojos sorprendida.

-          Te estas mojando – dijo él.

Ella lo miró. Tal y como recordaba. El pañuelo en la cabeza, la sonrisa torcida y una mano en el bolsillo. En la otra aguantaba el paraguas que los protegía de la lluvia. Y tal y como había supuesto en su carta se lanzó a sus brazos. Rodeó su cuello con sus brazos. El soltó el paraguas y la cogió por la cintura mientras escondía la cara en el cuello de la muchacha.


La lluvia los estaba mojando, pero no importaba. Sintieron que el tiempo se detenía y que nada más que ellos dos importaba. Él cogió su rostro con las manos mientas fijaban la mirada el uno en el otro.

Y con un movimiento lento ella se alzo sobre la punta de sus pies y acercó los labios a los de él, parándose a escasos segundos de sus labios. Vio la sonrisa torcida y supo que no volvería a huir. Ya no sentían miedo. Ya no se sentían inseguros. Se tenían el uno al otro y ya nada importaba.

Él recorrió el último tramo hacía los labios de ella. En el mismo momento que juntaron sus bocas dejaron de sentir la lluvia caer y un calor intenso y agradable los recorrió de pies a cabeza. Ni las dudas ni los miedos les volverían a separar. La lluvia era testigo. Lo había sido siempre. La lluvia había unido sus dos corazones, los hizo latir al unísono, les hizo ser uno, ahora y para siempre. 


19 marzo 2012

Capitulo 16 "La luz de mi oscuridad"


-          ¿Qué quieres decir? – dije totalmente confundida.
-          Después de aquel día en la terraza de la escuela no tuve ninguna duda de que era lo que ocurría – dio un largo suspiro – Por esos días tu madre estaba en esta casa, esperando a que tu padre se dignara a responder aquella carta. Cuando volví a casa le expliqué mi teoría. Le dio un ataque de ansiedad bastante fuerte. Ahora esta en un hospital con oxigeno, le cuesta respirar – se acercó a mi volviendo a envolver con su calor – Lo siento mucho Sam.
-          ¿Eso no es todo verdad? – pregunte. No sabía como explicarlo, pero sabía que había más.
-          Todo lo demás no tienes que saberlo de mí – me dijo con voz sufrida – Lo que paso antes para mi es bastante confuso, yo era pequeño – añadió – Solo puedo asegurarte que volverás a estar con tu madre.

Jack se había ido para dejarme un rato sola. No paraba de pensar en mi madre. Mi madre estaba sufriendo y yo quería estar con ella. Se que ahora debería pensar un poco en mi, pero eso no iba conmigo. Me preocupaba incluso por mi padre. Quisiera o no estábamos ligados por la sangre. Me levanté y fui a mirar por la ventana. Otro día tocaba a su fin, otro día sin poder estar junto a mi madre. Salí del cuarto, la verdad es que no quería estar sola. En el salón Mikel veía la televisión junto a James. Me senté en uno de los sofás.

       -          Sam, ¿sabes que? – me dijo Mikel entusiasmado.

Negué con la cabeza con una sonrisa. Ese niño me hacía sonreír con solo una miradita.

-          Tío James me ha dicho que mañana iremos todos juntos a dar un paseo por la montaña, ¿vendrás verdad? – dijo mientras se sentaba encima mío y me miraba esperanzado.
-          Esta bien – le dije y acto seguido le hice un ataque de cosquillas, me moría por escuchar su risa – Pero tu tienes que irte a lavar los dientes y a la cama, es muy tarde.
-          Pero si mañana es fiesta – me dijo, la excusa típica de los niños pequeños que se piensan que los fin de semana son fiesta.
-          ¿No te vas a ir a la cama ni por mi?

Me empezó a hacer pucheros. No por favor, que no me resisto.

-          ¿Y si te cuento un cuento? – le dije como ultimo recurso antes de que se me echara a llorar.

Su sonrisa resplandeció y salió corriendo a por las escaleras. James me miraba con una sonrisa.

-          Te pareces mucho a tu madre.
-          ¿De verdad? – dije con una sonrisa triste – James..., ¿mi madre esta bien?

Apartó la mirada dudando en contestar.

-          Por favor James, solo quiero saber si ella esta bien, estoy muy preocupada – no hubo respuesta – Me contentaría con escuchar su voz...

Me eche a llorar. James se levantó y se sentó a mi lado, me rodeo con su brazo en un gesto de consuelo.

-          Se que tubo una crisis de ansiedad – dije entre sollozos – Pero tengo el presentimiento que eso solo es el resultado de un mal mayor.

Me miró serio, en su mirada de color océano se ocultaba una tristeza profunda. Sabía que no me iba a contestar. También que ninguno cedería. Yo quería saber la verdad, él ni nadie quería contármelo. Pero yo seguiría insistiendo, no hoy ni tampoco mañana, pero algún día alguien comenzaría a contestar a mis preguntas.

-          Bueno Mikel, ¿qué cuento quieres hoy? – le dije mirando la gran estantería lleno de libros.
-          La cenicienta – me dijo feliz desde la cama con su pijama de ositos.
-          Esta bien, este cuento es uno de mis favoritos – dije mientras lo cogía y acariciaba la tapa donde una chica alegre fregaba el suelo.
-          El mío también – me senté al borde de la cama – A mami también le gusta. Siempre dice que yo fui su hada madrina – levanto una ceja y me dijo preocupado – Pero yo no soy una chica, prefiero ser el príncipe – añadió triunfante.

Empecé a leerle la historia, mientras el cerraba sus ojitos cansados. Escuché el ronroneo de sus ronquidos. Abracé el libro con un suspiro lleno de recuerdos. Los recuerdos de una niña que durante cinco años durmió feliz. Totalmente inconsciente al dolor que rondaba en su casa. Presa de los cuentos que su madre le contaba, en especial aquel. Era el favorito de las dos. Ahora sería el de los tres...

17 marzo 2012

Capitulo 9 "Amar al destino"



Popularmente a las brujas se las asocia con ciertas imágenes. 
El típico sombrero negro, viejas y feas, con espantosas verrugas en la nariz, un gato negro de compañero, la infaltable escoba para volar, y un gran caldero humeante al fuego...
Pero no todas las historias sobre brujas las pintan tan horripilantes, algunas hablan de mujeres muy hermosas, con ojos seductores, y que tienen la capacidad mágica de transformarse en cualquier otra persona o animal, y con sus encantos logran sacar ventaja de otros y someterlos a su poder.
En la tradición Celta se relata que las brujas consideraban como sus mejores amigos a los gatos erizos, en especial los de color negro. La Bruja utilizaba a su gato, como su sirviente mensajero o secretario y también se decía que era alguna persona transformada por un conjuro, doblegando su voluntad.
Durante la Edad Media nace la falsa creencia de considerar al gato negro como de mal agüero, por pensar que cumplían mandatos de las brujas y esto dio lugar a que los fanáticos sacrificaran a miles de estas bellas e inocentes criaturas.




Hogar dulce hogar. Eso es lo que quería pensar. Tras varios días durmiendo en pequeños hoteles Max y yo encontramos un modesto pisito de dos habitaciones para convertirlo en nuestro hogar. No era muy grande pero comparado con la gran mansión en la que había vivido siempre esto me parecía una ratonera. Pero a pesar de eso me sentía satisfecha. Era un comienzo, y los comienzos no tienen porque ser perfectos. Tendría que ir poniendo una parte de mi misma en aquella casa y todo estaría genial. Entre en la cocina. Los armarios eran de color marrón y blanco, teníamos una pequeña mesa a la derecha, justo al lado de una modesta nevera blanca. A la izquierda había una serie de armarios junto a un horno un poco viejo pero que funcionaba. Tres fogones llenos de suciedad de un anterior inquilino que no era muy limpio. Me acerque a la encimera, cogí una taza de uno de los armarios y me serví un vaso de café bien cargado.

Era muy temprano por la mañana. Me acerqué a la ventana del comedor con la taza de café humeante entre mis manos. El sol se alzaba majestuoso tras los múltiples edificios dándonos el mensaje de que un nuevo día estaba empezando. Me senté en el sofá de color negro y encendí el televisor dejándolo a un volumen bajo para no despertar a Max. Las noticias eran las mismas de siempre, accidentes de trafico, asesinatos sin sentido, políticos corruptos, deportes de todo tipo.

Eran las 9 de la mañana cuando decidí ponerme en marcha y vestirme para buscar algún local a buen precio. Quería montar una tienda de objetos mágicos para ayudar a la gente. Había descubierto que si me concentraba podía mandar un poco de mi poder curativo en los objetos y si una persona los tocaba se curaba. Es decir, si cojo una pulsera y mando mi poder pensando que es para curar una lesión en la muñeca, si una persona se pone ese objeto teniendo ese tipo de lesión se curara como si nunca hubiese existido. Lamentablemente cada objeto era de un único uso. Por eso tenía que pensar en objetos que la gente pudiese utilizar para otras cosas más tarde. En realidad no sabia si el negocio que estaba apunto de iniciar daría buenos frutos pero merecía la pena intentarlo, sobretodo si podía ayudar a la gente.

Me puse unos vaqueros negros de pitillo y una camisa roja de manga corta. Me calcé unas manoletinas también de color rojo y me hice una coleta. Aun así el pelo se me veía largo, pues la coleta me llegaba a media espalda. Cogí mi bolso negro y revise que llevara todo lo imprescindible y salí de casa. No quería esperar a que el ascensor llegara hasta la décima planta donde se encontraba mi piso y baje tranquilamente por las escaleras.  Las calles ya estaban repletas de gente con prisas por ir a sus puestos de trabajo. Las inmobiliarias todavía estaban cerradas así que me puse a pasear admirando la que sería la ciudad donde viviría por tiempo indefinido.

Pase por un parque donde unas madres hablaban sobre sus casas mientras sus niños, en los carritos, se peleaban por quitarse sus chucherias. Me senté en un banco. Tan temprano y ya hacía una calor insoportable. Tenía que haberme puesto una falda en vez de unos pantalones largos. Mi atención se fue hacía un gato de pelaje perlado y mirada rojiza. Corría de un lado a otro perseguido por un perro grande como un caballo. El dueño del perro corría tras de él gritándole para que se quedase quieto. El gatito se metió dentro de un agujero y el perro se quedo fuera ladrándole. Al final el dueño consiguió coger al perro, le puso una correa y se marcho de allí gritándole al perro que esa noche se quedaría sin cena.

Me acerqué a donde el gato estaba escondido. Me agaché para mirar dentro del agujero y vi una mirada atemorizada, como si fuera de una persona.

-          Sal gatito, ya ha pasado el peligro – dije con voz tranquilizadora.

El gato salió de su escondrijo con pasos tranquilos. Le acaricié la cabecita. Era suave. Lo cogí en brazos y entonces me di cuenta que era una gatita.

-          Vaya, ¿qué estas sola? – la gatita me miró con ojos más tristes aun y se puso a jugar con la piedrecilla que llevaba de colgante, la que me regalo mi abuela - ¿Te gustaría venirte conmigo?
La gatita maulló como respuesta y luego se fregó contra mi pecho. Si hubiera sido una persona me hubiera dado en que pensar pero siendo un gatito me enternecí.

-          Pues lo primero será buscarte un nombre – dije mientras inicia el camino hacia el banco donde esta sentada antes – A ver, ¿qué nombre le pongo a una gatita tan linda como tu? – me puse a pensar mientras la mañana iba pasando sin que yo hiciera nada de lo que tenía que hacer – Mmm, que mala soy yo para esto de los nombres – y reí para mi misma – Bueno – dije poniéndome de pie – mientras pienso, ¿qué te parece si te vamos a comprar alguna cosilla para ti? – la gata maulló encantada, o eso me pareció a mi.

Me paseé por las calles en busca de alguna tienda de animales. Al fin, unos cuantos minutos más tarde me encontré con una. Entre y eché un vistazo. Lo que haría falta es comida, una camita, una cosa de esas para afilarse las uñas, la caja de arena... y creo que ya esta. Le fui acercando todo eso al chico al mostrador. Iría bastante cargado con todo ello. Ojalá que alguien me ayudase a llevarlo a casa, pero no veía muy animado para hacerlo al chico. Metimos todo en la bolsas como pudimos mientras Tyara, así es como me decidí por llamar a mi gatita, se fregaba contra mis piernas. Cargada como iba, al salir de la tienda me choqué con un hombre.

Me quede paralizada al ver su mirada. Eran verdes, brillantes, como la de aquel hombre que me salvo de Tomas y que nos estuvo siguiendo durante un rato cuando Max y yo llegamos a la ciudad. El hombre me ayudó a recoger lo que se había caído al suelo. Tenía el pelo oscuro y algo largo. Me sonrió y mi corazón dio un brinco.

-          Lo siento, debí fijarme al salir – dije mientras me ponía roja – Gracias por ayudarme a recogerlo – escuché como Tyara se crispaba, estaba claro que no le gustaba el hombre.

-          No pasa nada, siempre es un gusto chocarse con una chica tan hermosa – su voz era suave e incitadora, me atrapó - ¿Hacía donde vas? Porque si quieres te llevo alguna bolsa durante un rato.

-          A.., a tres calles más abajo – dije mirándolo ensimismada, era tan guapo y se le veía tan fuerte - ¿De verdad que no te importa?

-          Para nada. ¿Por qué me iba a molestar ayudar a una damisela tan bonita? – creo que me estaba poniendo roja como un tomate, Tyara volvió a crisparse mientras nos seguía – Parece que no le gusto a tu gato.

-          Gata – le corregí- La he encontrado hoy, por eso llevo tantas cosas.

-          Vaya, pues tiene suerte si se va a vivir contigo – dijo volviéndome a sonreír. Sus sonrisa era blanca como la leche y totalmente hipnotizante – Por cierto, ¿cómo te llamas?

-          Holly, no llevo mucho tiempo viviendo por aquí, ¿y tu?

De repente le sonó el móvil y nos paramos. Dejo una de las bolsas en el suelo y atendió a la llamada.

-          ¿Si? Claro.., ¿de veras? Pobre, tampoco era para que le hiciera algo así... Sí.. Enseguida voy – colgó y volvió su atención en mi – Encanto, lo siento de veras, me gustaría acompañarte pero tengo algo urgente que hacer.

-          No pasa nada – me quedaba solo una calle hasta llegar a mi casa, no creo que me fuera a dar algo – Muchas gracias.

-          Gracias a ti por compartir tu tiempo conmigo encanto – y me beso en la mejilla disparándose todas las alarmas en mi cabeza. Se acercó a mi oído y dijo – Me llamo Matt.

Luego se fue dejando tras de si un aura atrayente. Mis pies quisieron seguirle pero mi mente me previno y no dejó dar ninguna orden de movimiento. Me quedé inquieta mirándole como se marchaba. Me di la vuelta y mire a Tyara que se había quedado quieta con la mirada fija en mí.

-          ¿Qué pasa? Era guapo, tampoco era para que te mostraras tan arisca con él – le dije – Vamos, vayamos a casa – y cogí todas las bolsas como pude.





Me desperté cuando el sol me dio en la cara y no tuve más remedio que despertarme. Salí de mi habitación y al escuchar tanto silencio me di cuenta de que Holly ya no estaba. Seguramente habrá ido a mirar algún que otro local. Me fui a la cocina y me serví una taza de café, le puse unos hielos y me senté en el sofá mientras veía la televisión. Que asco, todo programas del corazón. ¿Es que no saben hacer otra cosa? Fui cambiando de canal hasta que me canse de no encontrar nada interesante para ver mientras esperaba que llegara Holly.

Me asomé a la ventana intentando buscar algo de frescor. Era un día muy caluroso. No tardaron mucho en llegar los pensamientos de la gente a mi cabeza. “Estoy deseando que llegue el invierno, este calor es insoportable. ¿Qué hace ese crío? Se va a matar con ese monopatín” pensaba un hombre con traje y corbata. “Porque no le habré dicho que le quería, a lo mejor aun estaría conmigo y no me sentiría tan sola” pensaba una chica de cabello rubio. “Dios, como pesan estas bolsas” reconocí la voz “Si, tu mírame Tyara, ya podías hacerte persona y ayudarme” Holly se rió interiormente “el calor me esta volviendo loca”. Vi en su mente que estaba cargada de bolsas y que caminaba junto a una gatita.

Me fui  vestir rápidamente y bajé a ayudarla. En cuanto me vió dejó salir un suspiro retenido y me sonrió.

-          Menos mal – me endiño una par de bolsas – Ayúdame a subir esto.

-          ¿Todo esto es para la gata? – dije impresionado.

-          Sí, es nuestra nueva inquilina. Max, te presento a Tyara, Tyara él es mi hermanito, vive conmigo – le explicó cariñosamente a la gata.

Se la veía feliz con la gata. Miré a la gatita y ella me miró a mi. “No he podido evitarlo Max, tenía que estar cerca de ella” Escuché eso cuando estábamos subiendo las escaleras para entrar al rellano que daba al ascensor. “¿Jane?” pensé mientras me apoyaba en una pared esperando al ascensor. Holly silbaba distraída, se notaba que estaba feliz. “Sí, soy yo. Creo que Holly no se ha dado cuenta, es nueva con esto de las auras y si.. ya sabes, no creo que note que soy yo”. “¿Pero de verdad que te has convertido en gato? ¿Y que pasa con tu hermano?” No entendía nada. “No me he convertido en gato. He creado como un animal como un escucha con parte de mi poder. Así estaré segura de que Holly esta bien”. “Veo que no te fías de mi Jane” me sentía ofendido. Si que había acompañado a Holly porque quería, pero también era para que estuviera segura. “Sé que contigo iba a estar bien, pero tampoco va a estar contigo todo el día”. “Entiendo”. Subimos al ascensor.

-          ¿Has encontrado algo? – le pregunté a Holly.

-          No, me encontré con esta ricura – dijo mientras se agachaba y le acariciaba la cara – y se me fue de la cabeza completamente. Supongo que mañana me pondré a buscar.

Jane o Tyara, no se como llamarla ahora, se restregó por los pies de Holly. Entramos en casa y Holly en seguida se puso a colocar las cosas en su sitio mientras Jane la seguía a todas partes. Me senté en el sofá y me puse a recordar el día que Holly descubrió que podía leer las mentes de las personas. Me acuerdo que aquel día estaba resfriado y yo no pensaba con mucha claridad. Estábamos en el internado y Holly vino a mi habitación para ver como estaba. Yo estaba con los ojos cerrados y ella se pensó que estaba dormido. A eso que se pregunto para si misma si estaría bien que me despertara para llevarme a cenar algo y yo le contesté. Se quedó sorprendida en un primer momento, no entendía como podía haber contestado a algo que ella no había preguntado en voz alta. Entonces, aun estando resfriado, le explique todo.

 Desde niño había sido capaz de saber lo que la gente pensaba y a veces contestaba a cosas que la gente no había dicho en voz alta. Ese era uno de los motivos por los que mi madre no me soportaba, porque sabía en todo momento lo que ella estaba pensando y para mi disgusto no eran cosas agradables. Con el tiempo aprendí a no meterme en las mentes, a hacerlo cuando yo quisiera, y así tener algún momento de silencio.

Me acuerdo que Holly estuvo varios días sin hablarme preocupada por cuantas cosas sabía de ella. Así que no tuve más remedio que explicarle que sabía todo sobre lo de su lobo. De los dos encuentros que había tenido con él. Le dije que no se lo diría a nadie. Me sorprendí mucho cuando vi en persona al lobo. Pues...

-          ¡Max! Ven un momento corre – me gritó Holly desde la cocina - ¡Qué ha pasa aquí!

-          ¿Qué pasa? – dije.

Entonces me di cuenta. Alguien había pintado en rojo en la pared blanca de nuestra cocina una frase “EL TIEMPO HA FINALIZADO, LA BATALLA HA VUELTO A COMENZAR”  Miré a Jane, ella me miró a mi. Ya nada se le podía hacer.