Popularmente
a las brujas se las asocia con ciertas imágenes.
El típico
sombrero negro, viejas y feas, con espantosas verrugas en la nariz, un gato
negro de compañero, la infaltable escoba para volar, y un gran caldero humeante
al fuego...
Pero
no todas las historias sobre brujas las pintan tan horripilantes, algunas hablan
de mujeres muy hermosas, con ojos seductores, y que tienen la capacidad mágica
de transformarse en cualquier otra persona o animal, y con sus encantos logran
sacar ventaja de otros y someterlos a su poder.
En la tradición Celta se relata que las brujas
consideraban como sus mejores amigos a los gatos erizos, en especial los de color
negro. La Bruja utilizaba a su gato, como su sirviente mensajero o secretario y
también se decía que era alguna persona transformada por un conjuro, doblegando
su voluntad.
Durante la Edad Media nace la falsa creencia de considerar al gato
negro como de mal agüero, por pensar que cumplían mandatos de las brujas y esto
dio lugar a que los fanáticos sacrificaran a miles de estas bellas e inocentes
criaturas.
Hogar dulce hogar. Eso es lo que quería pensar. Tras varios días
durmiendo en pequeños hoteles Max y yo encontramos un modesto pisito de dos
habitaciones para convertirlo en nuestro hogar. No era muy grande pero
comparado con la gran mansión en la que había vivido siempre esto me parecía
una ratonera. Pero a pesar de eso me sentía satisfecha. Era un comienzo, y los
comienzos no tienen porque ser perfectos. Tendría que ir poniendo una parte de
mi misma en aquella casa y todo estaría genial. Entre en la cocina. Los armarios
eran de color marrón y blanco, teníamos una pequeña mesa a la derecha, justo al
lado de una modesta nevera blanca. A la izquierda había una serie de armarios
junto a un horno un poco viejo pero que funcionaba. Tres fogones llenos de
suciedad de un anterior inquilino que no era muy limpio. Me acerque a la encimera,
cogí una taza de uno de los armarios y me serví un vaso de café bien cargado.
Era muy temprano por la mañana. Me acerqué a la ventana del comedor
con la taza de café humeante entre mis manos. El sol se alzaba majestuoso tras
los múltiples edificios dándonos el mensaje de que un nuevo día estaba
empezando. Me senté en el sofá de color negro y encendí el televisor dejándolo
a un volumen bajo para no despertar a Max. Las noticias eran las mismas de
siempre, accidentes de trafico, asesinatos sin sentido, políticos corruptos,
deportes de todo tipo.
Eran las 9 de la mañana cuando decidí ponerme en marcha y vestirme
para buscar algún local a buen precio. Quería montar una tienda de objetos
mágicos para ayudar a la gente. Había descubierto que si me concentraba podía
mandar un poco de mi poder curativo en los objetos y si una persona los tocaba
se curaba. Es decir, si cojo una pulsera y mando mi poder pensando que es para
curar una lesión en la muñeca, si una persona se pone ese objeto teniendo ese
tipo de lesión se curara como si nunca hubiese existido. Lamentablemente cada
objeto era de un único uso. Por eso tenía que pensar en objetos que la gente
pudiese utilizar para otras cosas más tarde. En realidad no sabia si el negocio
que estaba apunto de iniciar daría buenos frutos pero merecía la pena
intentarlo, sobretodo si podía ayudar a la gente.
Me puse unos vaqueros negros de pitillo y una camisa
roja de manga corta. Me calcé unas manoletinas también de color rojo y me hice
una coleta. Aun así el pelo se me veía largo, pues la coleta me llegaba a media
espalda. Cogí mi bolso negro y revise que llevara todo lo imprescindible y salí
de casa. No quería esperar a que el ascensor llegara hasta la décima planta
donde se encontraba mi piso y baje tranquilamente por las escaleras. Las calles ya estaban repletas de gente con
prisas por ir a sus puestos de trabajo. Las inmobiliarias todavía estaban
cerradas así que me puse a pasear admirando la que sería la ciudad donde
viviría por tiempo indefinido.
Pase por un parque donde unas madres hablaban sobre
sus casas mientras sus niños, en los carritos, se peleaban por quitarse sus
chucherias. Me senté en un banco. Tan temprano y ya hacía una calor
insoportable. Tenía que haberme puesto una falda en vez de unos pantalones
largos. Mi atención se fue hacía un gato de pelaje perlado y mirada rojiza.
Corría de un lado a otro perseguido por un perro grande como un caballo. El
dueño del perro corría tras de él gritándole para que se quedase quieto. El
gatito se metió dentro de un agujero y el perro se quedo fuera ladrándole. Al
final el dueño consiguió coger al perro, le puso una correa y se marcho de allí
gritándole al perro que esa noche se quedaría sin cena.
Me acerqué a donde el gato estaba escondido. Me agaché
para mirar dentro del agujero y vi una mirada atemorizada, como si fuera de una
persona.
-
Sal gatito, ya ha
pasado el peligro – dije con voz tranquilizadora.
El gato salió de su escondrijo con pasos tranquilos.
Le acaricié la cabecita. Era suave. Lo cogí en brazos y entonces me di cuenta
que era una gatita.
-
Vaya, ¿qué estas
sola? – la gatita me miró con ojos más tristes aun y se puso a jugar con la
piedrecilla que llevaba de colgante, la que me regalo mi abuela - ¿Te gustaría
venirte conmigo?
La gatita maulló como respuesta y luego se fregó
contra mi pecho. Si hubiera sido una persona me hubiera dado en que pensar pero
siendo un gatito me enternecí.
-
Pues lo primero
será buscarte un nombre – dije mientras inicia el camino hacia el banco donde
esta sentada antes – A ver, ¿qué nombre le pongo a una gatita tan linda como
tu? – me puse a pensar mientras la mañana iba pasando sin que yo hiciera nada
de lo que tenía que hacer – Mmm, que mala soy yo para esto de los nombres – y
reí para mi misma – Bueno – dije poniéndome de pie – mientras pienso, ¿qué te
parece si te vamos a comprar alguna cosilla para ti? – la gata maulló
encantada, o eso me pareció a mi.
Me paseé por las calles en busca de alguna tienda de
animales. Al fin, unos cuantos minutos más tarde me encontré con una. Entre y
eché un vistazo. Lo que haría falta es comida, una camita, una cosa de esas
para afilarse las uñas, la caja de arena... y creo que ya esta. Le fui
acercando todo eso al chico al mostrador. Iría bastante cargado con todo ello.
Ojalá que alguien me ayudase a llevarlo a casa, pero no veía muy animado para
hacerlo al chico. Metimos todo en la bolsas como pudimos mientras Tyara, así es
como me decidí por llamar a mi gatita, se fregaba contra mis piernas. Cargada
como iba, al salir de la tienda me choqué con un hombre.
Me quede paralizada al ver su mirada. Eran verdes,
brillantes, como la de aquel hombre que me salvo de Tomas y que nos estuvo
siguiendo durante un rato cuando Max y yo llegamos a la ciudad. El hombre me
ayudó a recoger lo que se había caído al suelo. Tenía el pelo oscuro y algo
largo. Me sonrió y mi corazón dio un brinco.
-
Lo siento, debí
fijarme al salir – dije mientras me ponía roja – Gracias por ayudarme a
recogerlo – escuché como Tyara se crispaba, estaba claro que no le gustaba el
hombre.
-
No pasa nada,
siempre es un gusto chocarse con una chica tan hermosa – su voz era suave e
incitadora, me atrapó - ¿Hacía donde vas? Porque si quieres te llevo alguna
bolsa durante un rato.
-
A.., a tres
calles más abajo – dije mirándolo ensimismada, era tan guapo y se le veía tan
fuerte - ¿De verdad que no te importa?
-
Para nada. ¿Por
qué me iba a molestar ayudar a una damisela tan bonita? – creo que me estaba
poniendo roja como un tomate, Tyara volvió a crisparse mientras nos seguía –
Parece que no le gusto a tu gato.
-
Gata – le
corregí- La he encontrado hoy, por eso llevo tantas cosas.
-
Vaya, pues tiene
suerte si se va a vivir contigo – dijo volviéndome a sonreír. Sus sonrisa era
blanca como la leche y totalmente hipnotizante – Por cierto, ¿cómo te llamas?
-
Holly, no llevo
mucho tiempo viviendo por aquí, ¿y tu?
De repente le sonó el móvil y nos paramos. Dejo una de
las bolsas en el suelo y atendió a la llamada.
-
¿Si? Claro.., ¿de
veras? Pobre, tampoco era para que le hiciera algo así... Sí.. Enseguida voy –
colgó y volvió su atención en mi – Encanto, lo siento de veras, me gustaría
acompañarte pero tengo algo urgente que hacer.
-
No pasa nada – me
quedaba solo una calle hasta llegar a mi casa, no creo que me fuera a dar algo
– Muchas gracias.
-
Gracias a ti por
compartir tu tiempo conmigo encanto – y me beso en la mejilla disparándose
todas las alarmas en mi cabeza. Se acercó a mi oído y dijo – Me llamo Matt.
Luego se fue dejando tras de si un aura atrayente. Mis
pies quisieron seguirle pero mi mente me previno y no dejó dar ninguna orden de
movimiento. Me quedé inquieta mirándole como se marchaba. Me di la vuelta y
mire a Tyara que se había quedado quieta con la mirada fija en mí.
-
¿Qué pasa? Era
guapo, tampoco era para que te mostraras tan arisca con él – le dije – Vamos,
vayamos a casa – y cogí todas las bolsas como pude.
Me desperté cuando el sol me dio en la cara y no tuve
más remedio que despertarme. Salí de mi habitación y al escuchar tanto silencio
me di cuenta de que Holly ya no estaba. Seguramente habrá ido a mirar algún que
otro local. Me fui a la cocina y me serví una taza de café, le puse unos hielos
y me senté en el sofá mientras veía la televisión. Que asco, todo programas del
corazón. ¿Es que no saben hacer otra cosa? Fui cambiando de canal hasta que me
canse de no encontrar nada interesante para ver mientras esperaba que llegara
Holly.
Me asomé a la ventana intentando buscar algo de
frescor. Era un día muy caluroso. No tardaron mucho en llegar los pensamientos
de la gente a mi cabeza. “Estoy deseando que llegue el invierno, este calor es
insoportable. ¿Qué hace ese crío? Se va a matar con ese monopatín” pensaba un
hombre con traje y corbata. “Porque no le habré dicho que le quería, a lo mejor
aun estaría conmigo y no me sentiría tan sola” pensaba una chica de cabello
rubio. “Dios, como pesan estas bolsas” reconocí la voz “Si, tu mírame Tyara, ya
podías hacerte persona y ayudarme” Holly se rió interiormente “el calor me esta
volviendo loca”. Vi en su mente que estaba cargada de bolsas y que caminaba
junto a una gatita.
Me fui vestir
rápidamente y bajé a ayudarla. En cuanto me vió dejó salir un suspiro retenido
y me sonrió.
-
Menos mal – me
endiño una par de bolsas – Ayúdame a subir esto.
-
¿Todo esto es
para la gata? – dije impresionado.
-
Sí, es nuestra
nueva inquilina. Max, te presento a Tyara, Tyara él es mi hermanito, vive
conmigo – le explicó cariñosamente a la gata.
Se la veía feliz con la gata. Miré a la gatita y ella
me miró a mi. “No he podido evitarlo Max, tenía que estar cerca de ella”
Escuché eso cuando estábamos subiendo las escaleras para entrar al rellano que
daba al ascensor. “¿Jane?” pensé mientras me apoyaba en una pared esperando al
ascensor. Holly silbaba distraída, se notaba que estaba feliz. “Sí, soy yo.
Creo que Holly no se ha dado cuenta, es nueva con esto de las auras y si.. ya
sabes, no creo que note que soy yo”. “¿Pero de verdad que te has convertido en
gato? ¿Y que pasa con tu hermano?” No entendía nada. “No me he convertido en
gato. He creado como un animal como un escucha con parte de mi poder. Así
estaré segura de que Holly esta bien”. “Veo que no te fías de mi Jane” me
sentía ofendido. Si que había acompañado a Holly porque quería, pero también
era para que estuviera segura. “Sé que contigo iba a estar bien, pero tampoco
va a estar contigo todo el día”. “Entiendo”. Subimos al ascensor.
-
¿Has encontrado
algo? – le pregunté a Holly.
-
No, me encontré
con esta ricura – dijo mientras se agachaba y le acariciaba la cara – y se me
fue de la cabeza completamente. Supongo que mañana me pondré a buscar.
Jane o Tyara, no se como llamarla ahora, se restregó
por los pies de Holly. Entramos en casa y Holly en seguida se puso a colocar
las cosas en su sitio mientras Jane la seguía a todas partes. Me senté en el
sofá y me puse a recordar el día que Holly descubrió que podía leer las mentes
de las personas. Me acuerdo que aquel día estaba resfriado y yo no pensaba con
mucha claridad. Estábamos en el internado y Holly vino a mi habitación para ver
como estaba. Yo estaba con los ojos cerrados y ella se pensó que estaba
dormido. A eso que se pregunto para si misma si estaría bien que me despertara
para llevarme a cenar algo y yo le contesté. Se quedó sorprendida en un primer
momento, no entendía como podía haber contestado a algo que ella no había
preguntado en voz alta. Entonces, aun estando resfriado, le explique todo.
Desde niño
había sido capaz de saber lo que la gente pensaba y a veces contestaba a cosas
que la gente no había dicho en voz alta. Ese era uno de los motivos por los que
mi madre no me soportaba, porque sabía en todo momento lo que ella estaba
pensando y para mi disgusto no eran cosas agradables. Con el tiempo aprendí a
no meterme en las mentes, a hacerlo cuando yo quisiera, y así tener algún
momento de silencio.
Me acuerdo que Holly estuvo varios días sin hablarme
preocupada por cuantas cosas sabía de ella. Así que no tuve más remedio que
explicarle que sabía todo sobre lo de su lobo. De los dos encuentros que había
tenido con él. Le dije que no se lo diría a nadie. Me sorprendí mucho cuando vi
en persona al lobo. Pues...
-
¡Max! Ven un
momento corre – me gritó Holly desde la cocina - ¡Qué ha pasa aquí!
-
¿Qué pasa? –
dije.
Entonces me di cuenta. Alguien había pintado en rojo
en la pared blanca de nuestra cocina una frase “EL TIEMPO HA FINALIZADO, LA BATALLA
HA VUELTO A COMENZAR” Miré a Jane, ella
me miró a mi. Ya nada se le podía hacer.
Todo comienza muajajajaja Abajo Matt buuuu, nunca me gustará D: Genial como siempre amoreee :)
ResponderEliminarJajajaja Pobre Matt XD Siii, todo comienza...
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