08 febrero 2012

Capitulo 1 "La luz de mi oscuridad"


El sol se escondía ya tras la colina. En el parque se veían a parejas acarameladas cogidas de la mano viendo los últimos rayos de sol. Solo quedaban dos niños jugando en los columpios aprovechando los últimos minutos que sus madres les concedían mientras se ponían al tanto de los cotilleos. La señora del puesto de la comida de palomas ya se disponía a cerrar. También se paseaba un policía haciendo girar su porra mientras silbaba siempre al tanto de que todo estuviera en su lugar. Y allí, en un banco, debajo de la sombra de un árbol, me encontraba yo. Aprovechando el poco tiempo libre antes de regresar a casa. Quería que el tiempo parase en ese preciso instante. Justo aquí, en este parque, donde se respiraba paz y tranquilidad. De repente algo empezó a temblar en mi bolsillo. Era mi móvil. Y solo podía significar una cosa...

-          ¡Samantha! ¿Quién te crees que eres para desobedecerme? Te dije bien claro que cuando salieras del instituto regresaras a casa inmediatamente- me dijo mi padre, como siempre, cabreado.

-          Si padre, enseguida estoy en casa. Me entretuve por el camino.

-          Ya veras la que te espera cuando llegues. No olvidaras nunca más que cuando te digo una cosa es esa cosa.

Colgué el teléfono y tragué saliva. Cogí mi mochila y salí corriendo hacia mi casa haciendo que un grupo de palomas salieran volando a mi paso. Cuando llegué a casa todo estaba a oscuras. Mal presagio, eso no significaba nada bueno. Deje mi mochila en una silla y dije:

-          ¿Padre? – me comenzó a sudar las manos.

-          Samantha – del comedor salió mi padre con una botella de cerveza en una mano – sígueme.

Le seguí. El se sentó en el sofá. Yo me quedé en el umbral de la puerta.

-          Nunca aprenderás ¿verdad? – dio un trago a la botella - ¿Por qué nunca me haces caso?

-          Pero padre, tengo todas mis tareas hechas. Solo estaba dando un paseo por el parque.

Al instante se me acercó y me cogió del pelo. Dio otro trago a la botella y me dijo:

-          Eres como la puta de tu madre, siempre haciendo lo que le venía en gana, pero tu no me haras lo mismo.

-          No hable así de mi madre– dije intentando mantener la calma.

-          ¡Calla!

Acto seguido me dio un puñetazo que me mandó directamente contra el marco de la puerta dándome en la cabeza y cayendo al suelo. Él se acerco a mi y dio un trago más a la botella y la lanzó contra la pared opuesta rompiéndose en mil pedazos.

-          No te atrevas a defender a la puta de tu madre nunca más ¿Me has oído? O serás que no te acuerdas de que nos abandono a los dos ¿eh? Sí, niña, a ti también te abandono.

-          Ella no me abandono, huyó de ti – le mire desafiante, lo que me produjo el recibir otro puñetazo. Mi labio empezó a sangrar. Volví a saborear el sabor a acero y a sal de mi sangre.

-          Claro que te abandonó. Se fue por tu culpa. Fue tu culpa que se fuera. Éramos muy felices hasta que tu apareciste. Fue tu existencia lo que hizo que tu madre me dejara. No soportó a la niña caprichosa que eres y se marcho – se puso de pie y me pegó un puñetazo en el estomago. Una lagrima calló por mi mejilla – Eso es, llora. Llora porque fue tu culpa ¡todo! Ojalá no hubieras nacido.

Y se marchó dando un portazo. Me quede sola. En esa fría y oscura casa. Como tantas otras veces después de que mi padre me pegara. Logre sentarme y me sequé la mejilla con cuidado. Él se pensaba que lloraba por su palabras ¡Ja! Las he escuchado miles de veces desde que mi madre nos dejo. Lloraba porque me dolía sus palizas. Hace tiempo que deje de llorar por la ausencia de mi madre. Sabía muy bien que ella no me había abandonado. Ella volvería a por mi. Me lo prometió antes de marcharse. Lo hizo...

Me levante a duras penas y me dirigí hacia mi habitación. Me miré en el espejo. Genial, ahora tendré que perder unos días de clase y quedarme en este infierno de casa hasta que pueda taparme el morado, que empezaba a salir en mi mejilla, con maquillaje sin que se notase.

Fui hacia mi cómoda y  saque un foto de un cajón. Salíamos yo y mi madre cuando yo tenia cuatro años. Ella me sostenía en el aire y sonreía. No. Esa no era la cara de una madre que no quiere a su única hija. Mire en el reverso de la foto. Había algo escrito. << Mi niña, la alegría de mi vida, siempre te querrá, Mama >> Una nueva lagrima salió de mi lagrimal.

2 comentarios:

  1. Que historia más triste y dura, si tubiera sentimientos me daria pena y todo.

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    1. Jajaja pues tendrás para rato con esta historia, igual consigo un milagro ;) XD

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