Tras una semana de sospechosa tranquilidad
en mi casa comencé a ponerme nerviosa. Tanta calma por parte de padre era muy
confusa. Llegaba tarde casi todas las noches. A veces venia demasiado borracho
como para reparar de que tenía una hija, otras se paseaba por su estudio
demasiado intranquilo murmurando palabras difíciles de descifrar. Algo pasaba y
yo quería enterarme de que se trataba.
Tras otro día de instituto lleno de miradas
intimidantes por parte del chico nuevo y de suspiros de Raquel me fuí a mi
casa. Cuando abrí la puerta todo estaba lleno de luz. Se escuchaba un aspirador
en el comedor.
- ¿Padre? –
dije tímidamente.
- ¡Oh! Samy,
llegaste muy pronto hoy – me dijo, sospechosamente alegre. Pero su mirada no
estaba llena de alegría. En esa mirada de ojos claros se leía el miedo y la
preocupación.
- Iba a limpiar
cuando llegase del instituto. Padre, deje, ya lo hago yo – dije con precaución.
Él me echó una mirada larga, severa. Que se
suavizó forzadamente tras unos segundos.
- No te
preocupes hija, tu ves hacer tus tareas escolares ¿quieres? Pronto serán tus
exámenes finales, y no quiero que suspendas.
Le miré fascinada. Pero no me confié. Es
cierto que nunca le había visto así. Por esa misma razón no me fié.
- ¿Esta seguro
padre? Puedo hacerlo yo sin ningún problema...
- ¡He dicho que
lo hago yo! ¡Ves hacer tus tareas ahora mismo! – me dijo amenazante.
Di un paso hacia atrás. Le miré asustada
esperando que él diera un paso hacia mi dirección y me golpeara. Pero no paso
nada. Él enchufó de nuevo el aspirador y continuó limpiando. Fui a mi
habitación y me puse a hacer la tarea. Cuando termine el sol ya se escondía.
Baje a la cocina y me puse a hacer la cena.
- Padre, la
cena ya esta lista – dije alzando un poco la voz para que me escuchara.
- Enseguida voy
– dijo, y continuo hablando. Supongo que estaría hablando por teléfono en el
estudio.
Puse la mesa y me senté esperando a mi
padre para comenzar a cenar. Cuando salió del estudio dio un portazo. Vino al
comedor pisando fuerte. Estaba cabreado. Se sentó a la mesa. Dio un sorbo a la
sopa.
- ¡Esta
ardiendo! ¿Quieres matarme o que? – dijo mientras se acercaba a mi y me cogía
del pelo para que me pusiese de pie.
- Lo siento
padre. Por favor... – Balbucee mientras esperaba a que llegara el dolor. Pero
en vez de eso me miro con furia, me soltó, cogió su chaqueta y salió de casa,
dando una vez más un portazo.
Cuando terminé de cenar recogí la mesa.
Cuando iba a tirar las sobras a la basura vi un sobre abierto. Era muy
extraño, padre nunca tiraba ningún sobre a la basura, ni la propaganda. Siempre
la dejaba en un rincón acumulada para que yo fuese a reciclarla. Cogí la carta
y mire el remitente. Eran de los juzgados. Me guardé la carta y fui a sacar la
basura.
:O ¿una denuncia?
ResponderEliminar¿una multa? ya se vera... :P
Eliminar