31 marzo 2012

Capitulo 10 "Amar al destino"


Aunque a veces puede parecer que fue Bram Stoker, con Drácula, el creador del vampirismo y del mito del vampiro, los orígenes de esta criatura se remontan a tiempos inmemoriales.
Casi siempre tratamos, por lo tanto, de buscar los orígenes del vampirismo o de los vampiros en la literatura y tal vez no vamos mal encaminados, pero no debamos limitarnos a las obras fantásticas que están inspiradas en ellos.
Los egipcios, los chinos, los babilonios, los griegos o los romanos, entre otras muchas civilizaciones, hablaban ya hace mucho tiempo de criaturas y monstruos que chupaban la sangre.
La palabra vampiro tiene traducción idéntica en multitud de países: vampyr en Serbia, pamgri en Hungría, danag en Filipinas, kosac en croata, upir en ruso y muchísimas más.
El origen etimológico de la palabra "vampiro" es eslavo ( "vampir") y su significado sería algo a medias entre un ser volador, bebedor-succionador de sangre y lobo.


- Mi decisión fue la acertada – dijo el tío que tenía delante, con su mirada negra como la noche y su pelo rubio peinado a la última moda – No acepto que me digas lo contrario Matt, te he querido siempre como un hijo, no hagas que me cabré contigo – me dijo.

Tras encontrarme con aquella ricura de chica tuve que hacer un encargo para mi jefe, Allan. Un vampiro algo creído que decía ser el ser que más me había querido. Me encontró perdido una noche cuando yo era pequeño, le di tanta lastima que me acogió entre los suyos y me concedió la vida eterna. Es decir, me convirtió en vampiro. Al convertirme él y no uno cualquiera era mucho más fuerte que muchos. Tenía más fuerza que muchos vampiros que había vivido durante siglos gracias a que bebí la sangre del más poderoso de todos. Me miré las manos restándole importancia al comentario de Allan. Aun las tenía llenas de pintura roja. No entendía muy bien que es lo que estaba pasando, nadie se había parado a explicármelo con detalles. Lo único que sabía es que se avecinaba una gran guerra.

- ¿Me has oído Matt? – me preguntó Allan exasperado.

- Sí, claro – dije metiendo las manos en mis bolsillos – Pero deberías haber dejado que me ocupara yo de Neria, apenas tenía unos años de vida desde que volvió a nacer, era inexperta, no tenías que haberla mandado a una muerte segura – dije firme – Esos lobos pulgosos no tienen compasión con los de nuestra especie – la furia empezó a apoderarse de mi.

Allan me contó que unos lobos, licántropos, habían sido los que habían asesinado a mi familia, que por eso estaba solo cuando me encontró. Quería vengarme de ellos y de paso ayudar a mi querido amigo.

- Ya déjalo – se quejo Allan – No hay remedio para ello – cogió la copa que tenía en la mesa de su derecha y le dio un sorbo a la sangre caliente que contenía – Rose cariño, dime, ¿cuál será nuestro próximo avance? – pregunto a una mujer de cabello rubio y ojos verdes.

- De momento esperaremos Allan. Tenemos que ver como se toma ella nuestra noticia – se acercó a otra mesa donde había fruta en una bandeja plateada y cogió una uva – Mi querida hijastra no hará caso de tal advertencia, te lo aseguro, aunque posee poder y lo utiliza no esta al tanto de lo que pronto acontecerá – o eso le gustaría pensar – Pero también te puedo asegurar querido señor de la noche – su mirada se fue transformando en una mirada fría y con sed de venganza – que mi hijo Max y Jane tomaran cartas en el asunto.

- ¿Cómo puedes estar tan segura? Si bien tengo entendido en el ultimo encuentro que tuviste con la bruja Jane perdiste – el desdén resonó en las palabras de Allan – Perdiste tu cuerpo y la oportunidad de hallar el objeto que nos daría la victoria, además, de convencer al chiquilla para que formara parte de nuestro bando – sentenció.
Las palabras parecieron herir el orgullo de la mujer, pues fulminó con la mirada a Allan y espachurro la uva que tenía en la mano dejando caer un goteo morado en el suelo.

- Madre cálmate – de entre las columnas apareció un chico de cabello oscuro como la noche y ojos carmesíes – Piensa que estáis en las misma condiciones, más o menos – añadió – Jane también perdió su cuerpo y con el, el trato con su querida y adorada sobrina y tu hijo, mi hermano, no tiene poder para luchar contra nosotros – explicó muy seguro de si mismo.

- Pero ellos tienen de su lado a los malditos licántropos – dije formando parte de la conversación.

-Y ellos nos tienen a nosotros querido amigo – dijo Allan – La lucha entre la oscuridad y la luz – dijo para si – He esperado mucho tiempo este momento.

¡Ah ya! Ya entiendo. Se refieren a la lucha aquella de los dos bandos de las brujas donde también formaron parte los licántropos y los vampiros. Ellas, las brujas, no hacen mención de nuestra participación en aquella batalla, quizás para dárselas de poderosas o vete tú a saber qué. El caso es que esta rivalidad siempre a existido desde entonces y durante los siglos ha habido múltiples querellas entre ambos bandos con el fin de encontrar aquel objeto que se le concedió al bando de la luz y con el que pusieron punto final a la batalla, o punto y aparte según como se mire.

-          Si me disculpáis – dije – Tengo cosas que hacer – y me giré para irme.

Los deje allí, en aquella sala grande y ostentosa llena de obras de arte de todos los tiempos y salí a la luz del día. Sí, como nunca podríais imaginar, lo vampiros si que podemos salir a la luz del sol. La gente pensaba que no podíamos pues con la luz arderíamos en llamas pero eso es inventiva de los escritores. El hecho de que la gente pensara que nos quemábamos a luz del sol era porque en los siglos pasados la manera de comer era más segura por la noche. Durante el día nos manteníamos ocultos, aunque alguna vez si que salíamos cuando surgía la necesidad. Cabe añadir que tampoco nos afectan las cruces ni el ajo. Los humanos, tan simples, pensaban que con un poco de metal y verdurita nos iban a poder exterminar. ¡Ja! Somos fuertes y son pocas las cosas que no puedan matar.

Pase por unas calles algo oscuras y de nuevo volví a salir a la luz. Me lave las manos en una fuente. Allí fue donde volví a ver a la hermosa chica de la mañana. Estaba de espaldas a mí, apoyada en una farola observando una revista. Se había puesto una falda. Su aroma dulce inundo mis fosas nasales y la boca se me hizo agua.

-          Hola preciosa – dije en su oído.

Ella se sobresaltó y me miró asustada. Cuando vió que era yo me sonrió tímida. Los colores se le subieron a la mejilla.

- Hola – dijo con voz tímida – Nos volvemos a encontrar.

- Si, será cosa del destino, ¿no crees?

- No, no creo en el destino. Cada uno se hace su propio camino. Cada decisión es importante en nuestras vidas, y son estas mismas decisiones las que hacen cambiar nuestro destino. Pero... mejor me callo, te aburriría si me pusiera a hablar de estas cosas – y rió suavemente.

Me encantó. A pesar de que su olor me daba un hambre voraz me sentía incapaz de dañar su frágil cuerpo. Su sonrisa me hechizaba y si mi corazón pudiese latir, latiría más rápido a causa de su presencia. ¿Esto es a lo que llaman amor a primera vista?



Me pilló por sorpresa la aparición de Matt. Estaba tan concentrada mirando ofertas de locales que no me percate de que se acercaba por detrás.

-          ¿Te gustaría dar un paseo conmigo? – me ofreció.

Me lo pensé unos segundos. No estaba del todo segura de confiar en alguien que conocía de unos minutos y menos después de aquel mensaje en la pared de la cocina. Me puse nerviosa al darme cuenta de que se refería. Dentro de mí esperaba que ese día no llegara tan pronto. Según me había explicado Max, yo era una carta clave en aquella batalla, aunque ambos desconocíamos porque.  No pude aguantar más y a la primera de cambio me fui. Lo que tuviera que pasar pasaría aunque yo no quisiese, y eso es algo que me había repetido mil veces.

-          ¿Qué me dices? – insistió atrayéndome con la mirada.

-          Claro – y me ofreció su brazo como un caballero de tiempos antiguos, yo le sonreí y me amarre a él - ¿Dónde quieres ir?

-          ¿Que pensabas hacer antes de que mi camino me hubiera llevado a ti? – era tan majo.

-          Estaba mirando el precio de unos cuantos locales – dije enseñándole la revista – Quiero montar mi propio negocio.

-          ¿Un negocio? ¿Pero cuantos años tienes? – me dijo sorprendido.

-          Dieciocho recién cumplidos – me sonrojé – Hace apenas unos días que los hice.

-          Vaya, ¿y ya lo has celebrado?

-          Pues no. No hemos tenido mucho tiempo para ello. Ya te dicho esta mañana que hacia poco que me había mudado aquí – le expliqué, ¿por qué me había puesto tan nerviosa?

-          Es verdad, que cabeza la mía – dijo negando con la cabeza como si tuviera que haber estado en ello- ¡Ya se! – dijo con una sonrisa reluciente - ¿Por qué no lo celebramos tú y yo?

Entonces me di cuenta que su piel era fría, demasiado fría para estar en plena ola de calor. Asentí vagamente y me concentre para detectar el aura de Matt. Cerré mis ojos al mismo tiempo que paraba quieta en medio de la calle. Mi mente se lleno de niebla oscura, vi sangre, vi odio pero a pesar de ello también vi bondad e inocencia. No había ninguna duda de cual era su naturaleza. Matt era un vampiro. ¿Pero quien era yo para juzgar que era si yo era una bruja?

-          ¿Te pasa algo Holly? – su voz sonó preocupada, abrí los ojos y me encontré con los suyos - ¿Estas bien? – tenía el ceño fruncido.

-          Estoy bien – le sonreí para tranquilizarlo – Matt – dije mientras volvía a iniciar la marcha - ¿crees en la magia?

-          ¿En la magia? – pareció dudar en la respuesta durante unos segundos – Sí, por supuesto. Si no fuera por la magia no te hubiera conocido.

-          Ya, entonces... ¿crees en hadas, brujas, vampiros y cosas así? – dije riéndome, como si me mofara del asunto.

No soy estúpida. Me habían advertido de que los vampiros no eran amigos. Matt parecía ser bueno, pero a lo mejor me estaba tanteando para luego llevarme a una callejuela oscura y beber mi sangre. Preferí hacerme la tonta, por mi vida. No sabía si era capaz de enfrentarme a alguien como él.

-          Puede que sí, puede que no – dijo mientras me guiñaba un ojo – De algún lado tendrán que salir todas esas historias que se cuentan, ¿no? – me dijo divertido.

El tema no volvió a salir durante el transcurso de la tarde. Paseamos y me enseño parte de la ciudad. Miramos algún que otro local. Pero todavía no estaba convencida con cual quedarme. El dinero no era un problema. Mi padre me había dicho que me prestaría el dinero que me hiciese falta. Y aunque me dijo que no hacía falta que se lo devolviese mi intención era hacerlo. Sin darme cuenta la noche empezó a caer. Y con la llegada de la oscuridad mi mente dio una primera señal de alarma. Los vampiros están más hambrientos por la noche. Además, salvo el café de por la mañana no había comido nada y estaba deseando poner al horno la lasaña congelada que había comprado con Max el día anterior.

-          ¿Te apetece que te invite a cenar? – me dijo como si fuera la cosa más normal del mundo para él.

Le miré desconfiada. ¿Invitarme a cenar o invitarme a ser su cena? Por si caso no quise dar ningún paso más.

-          Gracias, pero me esperan en casa – noté la decepción en su mirada – Me ha gustado mucho pasar contigo la tarde.

-          El gusto a sido mío – iba girarme para irme para casa cuando sus palabras me detuvieron – Holly, ¿lo sabes verdad?

-          ¿El que? – dije confundida.

Se acerco a mí y noté su aliento fresco en mi cara. La oscuridad de la calle no me impidió ver el brillo de sus ojos verdes. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, pero no me aleje.

-          No se – se rascó la nuca – Toda la tarde contigo y me he sentido más vivo que nunca. De verdad, no sabes que es sentir eso para mi – tenía razón, no lo sabía – Me he dado cuenta que estabas a gusto conmigo – alce una ceja interrogativa, el se rió al darse cuenta de que no entendía nada – Normalmente las chicas me temen – dijo avergonzado.

-          No entiendo por que – no era malo, con cada segundo que pasaba me estaba dando más cuenta.

-          Pero tu – siguió con su dialogo – Tu no me temes – negué con la cabeza – Eso me gusta – sus labios estaban a pocos centímetros de los míos – Tu me gustas – y sus labios fríos se juntaron con los míos.

Su fuerte brazo me arrimó a su cuerpo sintiendo su frescor. Deje caer mi bolso sin darme cuenta y rodeé su cuello con mis brazos. Entre abrí mis labios invitando a su lengua. Cada célula de mi cuerpo se movía nerviosa y sin temor a lo que tal depredador podía hacer si me descuidaba. Su mano acarició mi espalda y me sentí estremecer. Pero aunque me sentía mejor que nunca con aquel beso no me perdí en el. Me faltaba algo, me faltaba calor. Y tan pronto como pensé eso en mi mente se hicieron presentes un par de ojos verdes, de mirada dura, atrayente. Luego empecé a vislumbrar una sonrisa torcida que derritió mis huesos. Me aparte de Matt.

-          Lo siento – dije cerrando fuerte los ojos, no me atrevía a mirarle a los ojos, no me atrevía a abrir los míos y perder aquel recuerdo – No puedo – cogí mi bolso del suelo torpemente y salí corriendo.

-          ¡Holly espera! – tan pronto como dijo eso me choque con él.

-          ¿Pero como?

Lo tenía delante de mí.

-          No te vayas, no huyas de mí. Quiero que seas mía.

-          Déjala – dijo una voz tras de mi.

Me sorprendí al volverla a escuchar. Me estremecí de placer al notar su aura caliente con el contraste de la fría de Matt. Mire a Matt. Su mirada se había vuelto fría, llena de furia. Dejo entrever unos colmillos blancos como la noche. Su postura se transformó en ofensiva. Volví la mirada para comprobar que mis sentidos no me habían fallado. Él estaba allí. Lo que vi en sus ojos no supe descifrar a que se debía.




Había salido a dar un paseo. No me apetecía estar encerrado con Jonas contándome una vez tras otra como se había cargado a la chupasangre. En realidad había salido sin tomar una dirección concreta, así que no estaba preparado para lo que vi.

Al dar la vuelta a una esquina cualquiera, y a la luz de una farola me encontré con una escena que me lleno de rabia. La misteriosa chica de ojos violeta estaba besando a otro hombre. Tan pronto como pensé aquello me odié. ¿Qué me importaba a mí que besara a otro hombre? Pero todo eso se me fue de la cabeza cuando me di cuenta que a quien besaba no era un hombre, sino un vampiro. De repente ella se separó y salió corriendo, pero el vampiro se lo impidió plantándose en milésimas de segundo frente a ella.

-          No te vayas, no huyas de mí. Quiero que seas mía.

No pude contenerme. ¿Suya? ¿Para que? Para beber toda su sangre y dejarla seca. Pensar en aquello, en la posible ausencia de aquella chica, hizo que se creara un vacío en mi interior. No estaba dispuesto a perder a nadie más. Me lo había prometido. ¿Pero que era ella para mi? ¿Por qué tenía la gran necesidad de protegerla?

-          Déjala – le ordené sin apenas pensármelo dos segundos.

Y entonces caí en desgracia. Tantos años pensando que estaba solo. Que no tenía una familia porque aquellos asquerosos chupasangres la habían matado, para darme cuenta que aquel vampiro que tenía frente a mi no era otro que mi propio hermano, Matt. 

1 comentario: