La oscuridad es
la ausencia de luz. Científicamente, es posible alcanzar una cantidad reducida
de luz. La respuesta emocional a la ausencia de luz ha inspirado diversas
metáforas en literatura, en simbolismo y en las artes.
No lo entiendo. ¡Pero si
es una niña! Miré entre los árboles la gran casa iluminada, llena a rebosar de
gente. Cerré los ojos e intenté calmarme. Me había puesto nervioso cuando ella
me miró y no tuve más remedio que salir de allí. Volví a mirar. Ella estaba en
una pequeña terraza con los ojos cerrados, el pelo era acariciado por la suave
brisa y su vestido, tan puro como su corazón, se ceñía a sus pequeñas curvas.
Un chico, alto, moreno y de movimientos vacilones se le acercó. Le tiró de un
mechón haciendo que ella hiciera una mueca de fastidio. Afiné el oído.
-
Estas muy guapa
Holly – soltó el chico con una voz que no había terminado de madurar.
-
¿Qué quieres
Tomas? – el fastidio se notó en su voz.
Él le acarició la mejilla,
ella se apartó.
-
Venga, no te
hagas la dura, al fin y al cabo no somos hermanos – intentó ser persuasivo pero
se notaba que no tenía mucha practica, pobre chaval.
-
No me toques – su
voz sonó amenazante, el rió – No quiero tenerte cerca Tomas, ¿no lo entiendes?
-
Eso es solo una
reacción ante lo desconocido hermanita – se acerco más a ella arrinconándola
contra la barandilla – La verdad es que te atraigo, por eso huyes, porque
tienes miedo – se apoyó en la barandilla impidiéndole cualquier tipo de
escapatoria a la pobre muchacha.
¿Debería intervenir? ¡Pero
porque narices me lo pregunto! Ella no me conoce, soy un desconocido. ¡Que me
importa que le pase! Seguro que es una niñita pija, mimada y consentida.
Alguien como yo no tendría que acercase a alguien como ella. No éramos de la
misma clase, y para empezar tampoco teníamos ni la misma edad. Vi como el chico se le acercó para besarla,
ella cerraba los ojos con fuerza. Sentí como la sangre hervía en mi piel. ¿Pero
que coño...?
-
Apártate Tomas,
por favor – no quería, no quería besarle.
Me repugnaba la misma idea
de tener cualquier tipo de contacto con él. ¿Por qué nadie venia en mi ayuda?
Noté la respiración cada vez más cerca de mi malvado hermanastro. No quería, mi
primer beso no quería que fuera con él. Cerré los ojos y supliqué en mi
interior por que alguien se apiadara de mi y me ayudase.
-
Me parece que la
señorita no esta de acuerdo contigo, será mejor que te apartes de ella chaval –
abrí los ojos, los cuales se dilataron al ver a aquel hombre de nuevo.
Su mirada era mortal
mientras miraba a Tomas, su mano apoyada en su hombro parecía poder rompérselo
en cualquier momento. Tomas, acobardado, se apartó.
-
¡Y quien narices
eres para decirme lo que debo o no hacer! – le espetó.
-
El que te partirá
en dos si no tratas a las chicas como se merecen – dio un paso en dirección a
Tomas amenazante, este retrocedió dos – vete antes de que me arrepienta y no te
de la lección que te mereces.
Tomas salió por patas y no
miró atrás. Miré al hombre asombrada. Se me había quedado la boca seca. ¡Era
guapísimo! Antes no me había dado cuenta pero la camisa marcaba sus fuertes
músculos, su mirada, verde como la esmeralda, brillaba más en la oscuridad que
cuando le daba la luz, su pelo castaño tirando a rojizo estaba peinado
descuidadamente dándole un aspecto desfrenado y atractivo. Se giró para
mirarme.
-
¿Estás bien? – su
mirada me hipnotizo.
-
Si..., si, estoy
bien – tragué saliva, me había puesto nerviosa – Gracias.
-
Deberías ir con
cuidado, a las chicas hermosas les pasa eso muy a menudo, deberías llevar algo
para defenderte – dijo mientras se rascaba la nuca con descuido.
-
Lo..., lo tendré
en cuenta, gracias – no podía moverme de aquel lugar, no quería dejar de
mirarle - ¿Has venido a la fiesta?
-
Podría decirse
que sí, pero ya estaba apunto de irme – miró a los ventanales donde la gente no
paraba de chismorrear y beber.
-
¿Y porque...,
porque no te quedas un poco más? – sonreí nerviosamente.
Se levantó un brisa que
amenazo con levantarme la falda del vestido, rápidamente puse mis manos en ella
para evitar quedar en ridículo. Cuando alcé la vista aquel hombre había vuelto
a desaparecer. Miré a mi alrededor, pero no había ningún signo de que él
hubiera estado allí en algún momento. Me apoyé en la barandilla con los codos y
acomodando mi cabeza entre mis manos. Un suspiro involuntario salió de mis
labios. Cerré los ojos y la imagen de aquel hombre seguía gravada en mi mente.
Él estaba serio, con la mirada como si me estuviera mirando e interiormente, en
secreto, deseé poder volver a verlo algún día otra vez.
Me desperecé y decidí
entrar en la bulliciosa sala. La gente seguía hablando y comiendo, como antes,
sin prestar atención a la persona por la que se celebraba aquella fiesta. A lo
lejos vi a mi tía apoyada en el cabezal de una butaca donde descansaba mi
abuela. No sabía porque, pero de repente se la veía más mayor. Como si el
cansancio de tantos años se hubiera echo presente en aquel mismo instante. Mi
abuela dio un sorbo al vaso lleno de agua que tenía en una de sus manos.
Nuestras miradas se cruzaron. Durante unos segundos se mantuvieron fijas una en
la otra. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal en el mismo momento que el
vaso de mi abuela caía en el suelo, rompiendo en mil pedazos y su cabeza se
ladeo cerrando los ojos.
-
¡Abuela! – grité
centrando en mi cientos de pares de ojos.
Mi tía me miro como corría
hacía su dirección y luego miro a mi abuela. Me arrodille a sus pies y cogí su
mano tibia.
-
Abuela, ¿estás
bien? – las lagrimas no salían pero tenía ganas de llorar.
-
¡Que alguien
llame a una ambulancia! – dijo alarmada mi tía, aunque ella sabía, al igual que
yo, que ya nada se podía hacer.
La gente no tardó en irse
a casa o a sus habitaciones, apenas llegó la ambulancia. Aquel día se llevaron
a mi abuela tapada en una de esas mantas que guardan el calor. Aunque ya no
servía de nada. Mi abuela había fallecido, iniciando algo que muchos de los que
estábamos presentes mirando la escena quizá desconocíamos.
Aquel día fue la última
vez que recibí un abrazo por parte de mi padre. Mi tía, más tranquila de lo que
era de esperar, se mantuvo a mi lado cada segundo con mirada fija en los ojos
carmesíes de Rosemary, la cual también la mirada. Parecían mantener una
conversación nada agradable entre ellas. Al mismo tiempo ambas salieron de la
sala. No sabía si para poner palabras a aquella conversación silenciosa o hacer
cualquier cosa. La mano de Blair tenía cogida la mía, transmitiéndome sus
condolencias y sus fuerzas, sus ganas de que yo me mantuviera firme. Sentí que
siempre estaría a mi lado, apoyándome en todo. Como si de una hermana se
tratarse. Tomas no estaba, pero fue mejor así. Si hubiera estado presente me
hubiera estropeado el momento de tranquilidad tras el susto que estaba teniendo.
Max estaba en una de las sillas de la sala observándonos a todos con mirada
sería. Demasiado sería. En un momento sentí que me miraba, gire la cabeza para
verle y en mi cabeza escuche su voz “Lo siento”, pero supuse que serían
imaginaciones mías.
Aquella noche me prometí a
mi misma que nunca más, nadie cercano y querido por mí, iba a tener el mismo
final que mi abuela y mi madre. No lo permitiría. Lucharía contra la misma
muerte si hiciera falta, incluso si la batalla se celebraba en el infierno, no
me ganarían.
La casa yacía en silencio.
La gente ya dormía en sus mullidas camas salvo una mujer. Vestida con un
camisón negro salió al balcón de su habitación. La noche era oscura igual que
su corazón.
-
Una nueva
historia da su comienzo esta misma noche. Una nueva lucha dará comienzo cuando
todas las almas maduren. Hoy se perdió un alma por esta lucha no empezada, pero
muchas más caerán y sucumbirán a los pies de la nueva reina, la nueva madre.
Sucumbirán ante mi, ante mi poder – alzó su brazo desnudo a la noche y un
pájaro negro se posó en el en silencio – Esta vez tendré lo que una vez tubo
que ser mío.
Acarició el plumaje del
pájaro. Y tú querido amigo gracias por estar aquí. Porque hoy también había
perdido una batalla importante, una que creía ganada. A partir de ahora tenía
que idear un nuevo plan, para encontrar lo que la llevaría al trono del
poder.
En otra habitación otra
mujer todavía seguía despierta mientras descansaba en una mullida cama. La cual
a partir de ese día sería más familiar que nunca. No sabía si había echo lo
correcto, pero en cambio no se arrepintió. Algunas veces hay que sacrificarse
por el bien de otra persona.
-
Cielo, porque no
te duermes ya, hoy ha sido un día muy largo – dijo el hombre que dormía a su
lado, su compañero a partir de ahora.
-
Sí..., eso mismo
iba a hacer – y acto seguido se recostó en la cama apoyando la cabeza en la
almohada. Cerró los ojos mientras una lágrima caía por su mejilla.
Sentía que quizás estaba traicionando a la
persona que más había querido en el mundo, pero sabía que ella la perdonaría.
Pues también lo hacía por la persona que más les importaba. Entonces la vio en
sus sueños, sonriente y feliz, y su nueva vida comenzó con el alma llena de paz
y de fuerza.
Estaba apunto de amanecer
cuando le di un sorbo a mi sexta copa. A pesar de haber bebido demasiado no me
sentía ebrio. ¿Es que nadie en esta puta ciudad tiene una bebida lo
suficientemente fuerte para emborracharme?
Después de haber
desaparecido tan rápido como me fue posible de la presencia de aquella niña que
tanto me atraía me fui a un hostal medio destartalado que estaba en la
carretera. Estaba cansado y quise dormirme. Tras dar varias vueltas en la cama
lo conseguí, pero el sueño resulto ser más perturbador que la realidad. Vi a
aquella niña en mis sueños, pero ya no era una niña, se había hecho toda una
mujer. Las curvas de su cuerpo estaban bien desarrolladas y lucía una sonrisa
seductora con un hoyuelo en la mejilla. Su mirada violeta esta fija en mi y me
estaba invitando a que me acercara a ella. Estaba totalmente seguro que quería
que la hiciera mía. Su cuerpo tiraba del mío. Quise acercarme a ella, pero
cuando me decidí fue atacada y yo no pude hacer nada, mi cuerpo estaba
paralizado. Sombras a mi alrededor se movían demasiado rápido para mi vista, y
resulto jodidamente fastidioso, pues yo siempre había alardeado de una buena
vista al igual que de unos buenos reflejos. La impotencia y la rabia se
hicieron dueñas de mi cuerpo y cuando pude moverme y acercarme al cuerpo ya sin
vida de aquella muchacha no la vi. La pesadilla se había convertido en un
recuerdo doloroso que creía ya olvidado y cerrado bajo llave en un recóndito
oscuro de mi mente.
El sudor bañaba mi cuerpo
cuando desperté de golpe con un grito ahogado. Me lleve las manos a la cabeza
totalmente cabreado conmigo mismo. Un hombre no debería tener tanto miedo a un
recuerdo.
tanto sueño me confunde, no se que son premoniciones ni que son sueños >.<
ResponderEliminar*______________________* Decidiste volver a escribirla wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii <333333333 Sabes que me encanta esta historia, bueno, en realidad me gustan todas jajaja Espero que la continues amoree :)
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