02 marzo 2012

Capitulo 6 "Amar al destino"


La oscuridad es la ausencia de luz. Científicamente, es posible alcanzar una cantidad reducida de luz. La respuesta emocional a la ausencia de luz ha inspirado diversas metáforas en literatura, en simbolismo y en las artes.

















No lo entiendo. ¡Pero si es una niña! Miré entre los árboles la gran casa iluminada, llena a rebosar de gente. Cerré los ojos e intenté calmarme. Me había puesto nervioso cuando ella me miró y no tuve más remedio que salir de allí. Volví a mirar. Ella estaba en una pequeña terraza con los ojos cerrados, el pelo era acariciado por la suave brisa y su vestido, tan puro como su corazón, se ceñía a sus pequeñas curvas. Un chico, alto, moreno y de movimientos vacilones se le acercó. Le tiró de un mechón haciendo que ella hiciera una mueca de fastidio. Afiné el oído.

-          Estas muy guapa Holly – soltó el chico con una voz que no había terminado de madurar.

-          ¿Qué quieres Tomas? – el fastidio se notó en su voz.

Él le acarició la mejilla, ella se apartó.

-          Venga, no te hagas la dura, al fin y al cabo no somos hermanos – intentó ser persuasivo pero se notaba que no tenía mucha practica, pobre chaval.

-          No me toques – su voz sonó amenazante, el rió – No quiero tenerte cerca Tomas, ¿no lo entiendes?

-          Eso es solo una reacción ante lo desconocido hermanita – se acerco más a ella arrinconándola contra la barandilla – La verdad es que te atraigo, por eso huyes, porque tienes miedo – se apoyó en la barandilla impidiéndole cualquier tipo de escapatoria a la pobre muchacha.

¿Debería intervenir? ¡Pero porque narices me lo pregunto! Ella no me conoce, soy un desconocido. ¡Que me importa que le pase! Seguro que es una niñita pija, mimada y consentida. Alguien como yo no tendría que acercase a alguien como ella. No éramos de la misma clase, y para empezar tampoco teníamos ni la misma edad.  Vi como el chico se le acercó para besarla, ella cerraba los ojos con fuerza. Sentí como la sangre hervía en mi piel. ¿Pero que coño...?





-          Apártate Tomas, por favor – no quería, no quería besarle.

Me repugnaba la misma idea de tener cualquier tipo de contacto con él. ¿Por qué nadie venia en mi ayuda? Noté la respiración cada vez más cerca de mi malvado hermanastro. No quería, mi primer beso no quería que fuera con él. Cerré los ojos y supliqué en mi interior por que alguien se apiadara de mi y me ayudase.

-          Me parece que la señorita no esta de acuerdo contigo, será mejor que te apartes de ella chaval – abrí los ojos, los cuales se dilataron al ver a aquel hombre de nuevo.

Su mirada era mortal mientras miraba a Tomas, su mano apoyada en su hombro parecía poder rompérselo en cualquier momento. Tomas, acobardado, se apartó.

-          ¡Y quien narices eres para decirme lo que debo o no hacer! – le espetó.

-          El que te partirá en dos si no tratas a las chicas como se merecen – dio un paso en dirección a Tomas amenazante, este retrocedió dos – vete antes de que me arrepienta y no te de la lección que te mereces.

Tomas salió por patas y no miró atrás. Miré al hombre asombrada. Se me había quedado la boca seca. ¡Era guapísimo! Antes no me había dado cuenta pero la camisa marcaba sus fuertes músculos, su mirada, verde como la esmeralda, brillaba más en la oscuridad que cuando le daba la luz, su pelo castaño tirando a rojizo estaba peinado descuidadamente dándole un aspecto desfrenado y atractivo. Se giró para mirarme.

-          ¿Estás bien? – su mirada me hipnotizo.

-          Si..., si, estoy bien – tragué saliva, me había puesto nerviosa – Gracias.

-          Deberías ir con cuidado, a las chicas hermosas les pasa eso muy a menudo, deberías llevar algo para defenderte – dijo mientras se rascaba la nuca con descuido.

-          Lo..., lo tendré en cuenta, gracias – no podía moverme de aquel lugar, no quería dejar de mirarle - ¿Has venido a la fiesta?

-          Podría decirse que sí, pero ya estaba apunto de irme – miró a los ventanales donde la gente no paraba de chismorrear y beber.

-          ¿Y porque..., porque no te quedas un poco más? – sonreí nerviosamente.

Se levantó un brisa que amenazo con levantarme la falda del vestido, rápidamente puse mis manos en ella para evitar quedar en ridículo. Cuando alcé la vista aquel hombre había vuelto a desaparecer. Miré a mi alrededor, pero no había ningún signo de que él hubiera estado allí en algún momento. Me apoyé en la barandilla con los codos y acomodando mi cabeza entre mis manos. Un suspiro involuntario salió de mis labios. Cerré los ojos y la imagen de aquel hombre seguía gravada en mi mente. Él estaba serio, con la mirada como si me estuviera mirando e interiormente, en secreto, deseé poder volver a verlo algún día otra vez.

Me desperecé y decidí entrar en la bulliciosa sala. La gente seguía hablando y comiendo, como antes, sin prestar atención a la persona por la que se celebraba aquella fiesta. A lo lejos vi a mi tía apoyada en el cabezal de una butaca donde descansaba mi abuela. No sabía porque, pero de repente se la veía más mayor. Como si el cansancio de tantos años se hubiera echo presente en aquel mismo instante. Mi abuela dio un sorbo al vaso lleno de agua que tenía en una de sus manos. Nuestras miradas se cruzaron. Durante unos segundos se mantuvieron fijas una en la otra. Un escalofrío recorrió mi espina dorsal en el mismo momento que el vaso de mi abuela caía en el suelo, rompiendo en mil pedazos y su cabeza se ladeo cerrando los ojos.

-          ¡Abuela! – grité centrando en mi cientos de pares de ojos.

Mi tía me miro como corría hacía su dirección y luego miro a mi abuela. Me arrodille a sus pies y cogí su mano tibia.

-          Abuela, ¿estás bien? – las lagrimas no salían pero tenía ganas de llorar.

-          ¡Que alguien llame a una ambulancia! – dijo alarmada mi tía, aunque ella sabía, al igual que yo, que ya nada se podía hacer.

La gente no tardó en irse a casa o a sus habitaciones, apenas llegó la ambulancia. Aquel día se llevaron a mi abuela tapada en una de esas mantas que guardan el calor. Aunque ya no servía de nada. Mi abuela había fallecido, iniciando algo que muchos de los que estábamos presentes mirando la escena quizá desconocíamos.

Aquel día fue la última vez que recibí un abrazo por parte de mi padre. Mi tía, más tranquila de lo que era de esperar, se mantuvo a mi lado cada segundo con mirada fija en los ojos carmesíes de Rosemary, la cual también la mirada. Parecían mantener una conversación nada agradable entre ellas. Al mismo tiempo ambas salieron de la sala. No sabía si para poner palabras a aquella conversación silenciosa o hacer cualquier cosa. La mano de Blair tenía cogida la mía, transmitiéndome sus condolencias y sus fuerzas, sus ganas de que yo me mantuviera firme. Sentí que siempre estaría a mi lado, apoyándome en todo. Como si de una hermana se tratarse. Tomas no estaba, pero fue mejor así. Si hubiera estado presente me hubiera estropeado el momento de tranquilidad tras el susto que estaba teniendo. Max estaba en una de las sillas de la sala observándonos a todos con mirada sería. Demasiado sería. En un momento sentí que me miraba, gire la cabeza para verle y en mi cabeza escuche su voz “Lo siento”, pero supuse que serían imaginaciones mías.

Aquella noche me prometí a mi misma que nunca más, nadie cercano y querido por mí, iba a tener el mismo final que mi abuela y mi madre. No lo permitiría. Lucharía contra la misma muerte si hiciera falta, incluso si la batalla se celebraba en el infierno, no me ganarían.


La casa yacía en silencio. La gente ya dormía en sus mullidas camas salvo una mujer. Vestida con un camisón negro salió al balcón de su habitación. La noche era oscura igual que su corazón.

-          Una nueva historia da su comienzo esta misma noche. Una nueva lucha dará comienzo cuando todas las almas maduren. Hoy se perdió un alma por esta lucha no empezada, pero muchas más caerán y sucumbirán a los pies de la nueva reina, la nueva madre. Sucumbirán ante mi, ante mi poder – alzó su brazo desnudo a la noche y un pájaro negro se posó en el en silencio – Esta vez tendré lo que una vez tubo que ser mío.

Acarició el plumaje del pájaro. Y tú querido amigo gracias por estar aquí. Porque hoy también había perdido una batalla importante, una que creía ganada. A partir de ahora tenía que idear un nuevo plan, para encontrar lo que la llevaría al trono del poder. 




En otra habitación otra mujer todavía seguía despierta mientras descansaba en una mullida cama. La cual a partir de ese día sería más familiar que nunca. No sabía si había echo lo correcto, pero en cambio no se arrepintió. Algunas veces hay que sacrificarse por el bien de otra persona.

-          Cielo, porque no te duermes ya, hoy ha sido un día muy largo – dijo el hombre que dormía a su lado, su compañero a partir de ahora.

-          Sí..., eso mismo iba a hacer – y acto seguido se recostó en la cama apoyando la cabeza en la almohada. Cerró los ojos mientras una lágrima caía por su mejilla.

 Sentía que quizás estaba traicionando a la persona que más había querido en el mundo, pero sabía que ella la perdonaría. Pues también lo hacía por la persona que más les importaba. Entonces la vio en sus sueños, sonriente y feliz, y su nueva vida comenzó con el alma llena de paz y de fuerza.




Estaba apunto de amanecer cuando le di un sorbo a mi sexta copa. A pesar de haber bebido demasiado no me sentía ebrio. ¿Es que nadie en esta puta ciudad tiene una bebida lo suficientemente fuerte para emborracharme?

Después de haber desaparecido tan rápido como me fue posible de la presencia de aquella niña que tanto me atraía me fui a un hostal medio destartalado que estaba en la carretera. Estaba cansado y quise dormirme. Tras dar varias vueltas en la cama lo conseguí, pero el sueño resulto ser más perturbador que la realidad. Vi a aquella niña en mis sueños, pero ya no era una niña, se había hecho toda una mujer. Las curvas de su cuerpo estaban bien desarrolladas y lucía una sonrisa seductora con un hoyuelo en la mejilla. Su mirada violeta esta fija en mi y me estaba invitando a que me acercara a ella. Estaba totalmente seguro que quería que la hiciera mía. Su cuerpo tiraba del mío. Quise acercarme a ella, pero cuando me decidí fue atacada y yo no pude hacer nada, mi cuerpo estaba paralizado. Sombras a mi alrededor se movían demasiado rápido para mi vista, y resulto jodidamente fastidioso, pues yo siempre había alardeado de una buena vista al igual que de unos buenos reflejos. La impotencia y la rabia se hicieron dueñas de mi cuerpo y cuando pude moverme y acercarme al cuerpo ya sin vida de aquella muchacha no la vi. La pesadilla se había convertido en un recuerdo doloroso que creía ya olvidado y cerrado bajo llave en un recóndito oscuro de mi mente.

El sudor bañaba mi cuerpo cuando desperté de golpe con un grito ahogado. Me lleve las manos a la cabeza totalmente cabreado conmigo mismo. Un hombre no debería tener tanto miedo a un recuerdo. 

2 comentarios:

  1. tanto sueño me confunde, no se que son premoniciones ni que son sueños >.<

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  2. *______________________* Decidiste volver a escribirla wiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii <333333333 Sabes que me encanta esta historia, bueno, en realidad me gustan todas jajaja Espero que la continues amoree :)

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